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La escritora que fue símbolo de la lucha antirracista

Maria Child fue una escritora norteamericana de ficciones, pero también autora de la primera historia de la esclavitud y de la situación comparada de las mujeres.

Su Defensa de esa clase de americanos llamados africanos la situó en un lugar destacadísimo en la lucha antiesclavista. Por otra parte, su obra Filoteo fue sumamente trascendente por el hecho de haber sido la primera novela norteamericana ambientada en la antigüedad (la acción transcurre en la época de Pericles). Asimismo, María dirigió —en 1826— la primera publicación mensual destinada exclusivamente a los niños. Lo cierto es que se encuentra entre las escritoras más influyentes del siglo XIX y su legado ha sido inmenso.

En su época fue famosa por abogar incansablemente por la primacía de la verdad y la justicia y ser una defensora de los grupos excluidos de la sociedad estadounidense, especialmente los nativos americanos y las mujeres. Nacida como Lydia Francis en Medford, Massachusetts, el 11 de febrero de 1802, fue la menor de siete hijos. Su padre, Convers Francis, era dueño de una panadería donde él y su esposa, Susannah, producían galletas Medford.

Maria asistió a la escuela primaria y realizó un año más de educación en un seminario femenino local. Después de que su madre muriera en 1815, se mudó a Norridgewock, Maine, para vivir con su hermana Mary. A los 18 años decidió rebautizarse como Lydia Maria y pidió a su familia y amigos que la llamaran Maria, el nombre que prefirió a partir de entonces.

Fue pionera en varios géneros literarios. Escribió una de las primeras novelas históricas estadounidenses, la primera historia completa de la esclavitud estadounidense y la primera historia comparada de las mujeres. Además, editó la primera revista infantil estadounidense, compiló un manual para los esclavos liberados y publicó el primer libro diseñado para personas mayores. Child poseía un talento asombroso para identificar exactamente lo que el público lector estadounidense quería y cuándo lo quería. También tenía el don de hacer que ideas radicales, como la abolición de la esclavitud, fueran aceptables para los lectores estadounidenses.

Publicó su primer libro, Hobomok, a los 22 años: una novela histórica sobre un matrimonio interracial entre una mujer colonial estadounidense blanca y un hombre nativo americano. George Ticknor, entonces un miembro destacado de la sociedad literaria de Boston, patrocinó el lanzamiento de Hobomok y convirtió a su protagonista —Francisco— en una celebridad de la noche a la mañana. Desde entonces, Maria conoció y desarrolló amistades profundas y duraderas con otras mujeres intelectuales, entre ellas Margaret Fuller, las hermanas Peabody y Maria White Lowell. En 1828 se casó con David Lee Child, un abogado y editor de Boston, con quien compartió el activismo antirracista.

En 1833, Maria publicó An Appeal in Favor of That Class of Americans Called African (Un llamamiento a favor de esa clase de estadounidenses llamada africana) , el primer análisis a gran escala de la raza y la esclavitud, que exigía la abolición inmediata de la esclavitud. Ilustrado con imágenes de grilletes de hierro y condiciones en que eran traídos los esclavos en los barcos. El libro enfureció al público en general, que dejó de comprar sus libros y obligó a cerrar su revista infantil. Sin desanimarse, Maria continuó utilizando su talento para promover causas en las que creía.

En 1837, Maria asistió a la primera Convención Femenina contra la Esclavitud como delegada, junto con Susan Paul y Sarah y Angelina Grimke. “Mis líneas son todas rectas”, reconoció Maria Child a su amiga Sarah Shaw el 11 de febrero de 1859, “y topan con muchos rincones que las elegantes sinuosidades evitarían”. En 1841, aceptó un trabajo en la ciudad de Nueva York y se convirtió en editora de The National Antislavery Standard, el periódico de la American Antislavery Society.

Al final de su vida, Child creyó que había sobrevivido a su reputación, y en ciertos aspectos así fue. Si bien algunas de sus obras de ficción, incluidas sus muchas historias para niños, habían gozado de una popularidad considerable, las ventas nunca igualaron las de novelistas de más éxito, como Harriet Beecher Stowe. Murió en Wayland el 20 de octubre de 1880.

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