cultura

La gran musa uruguaya

Blanca Luz Brum fue una mujer misteriosa y contradictoria que subyugó a muchos hombres importantes, y acuñó la muy célebre consigna: “Braden o Perón”.

"Yo quisiera explotar una bomba, derrocar un gobierno / hacer una revolución con mis manos amigas del cristal, de la luz, de la caricia/ destruir todas la tiendas de los burgueses y todas la academias del mundo/ para que venga Blanca Luz y me ame.", escribió Raúl González Tuñón perdidamente enamorado de una uruguaya de belleza legendaria. Se llamaba Blanca Luz Brum y había nacido en Pan de Azúcar –Departamento de Maldonado- el 31 de mayo de 1905. A los 17 años entró de pupila en un colegio de Montevideo, del que solo salía para trabajar como empleada doméstica.

Desde Pablo Neruda hasta Augusto César Sandino, desde David Alfaro Siqueiros a Natalio Botana, todos habían sucumbido a la hermosura y la inteligencia de esta mujer irresistible. Cuando Juan Domingo Perón la conoció le pidió que fuera la encargada de prensa de la Secretaría de Trabajo, nada menos, durante el 17 de octubre. A ella se le atribuye la creación del slogan: “Braden o Perón”. Dicen que Evita en persona y arremangada la echó a los empujones del departamento del general donde se había instalado.

Según John William Cooke, Blanca Luz Brum cumplió un papel de gran importancia en la fuga de Guillermo Patricio Kelly de la cárcel de Punta Arenas –Chile, quien pudo escaparse disfrazado de mujer.

Los dos primeros maridos de Blanca Luz Brum fueron peruanos. El primero fue el poeta Juan Parral del Riego, quien moriría de tuberculosis a los 31 años, dejándole un hijo. Su segundo marido, César Miró-Quesada, heredero nada menos que del poderoso diario El Comercio, de Perú. La familia Miró quiso intentar por todos los medios impedir esa relación llegando incluso a presionar para que a Blanca la deportaran a Valparaíso denunciada por sus ideas comunistas.. Pero no les sirvió de nada, se casaron por poder y un par de meses después se reencontraron en Santiago y se radicaron luego en Buenos Aires donde al poco tiempo de convivir se separaron. Fue en Perú donde haría amistad con José Carlos Mariátegui, uno de los pensadores más vigorosos y originales que diera Latinoamérica. Fue Mariátegui quien le hizo publicar a Blanca Luz Brum su primer libro de poemas.

Era una viajera impenitente. En uno de esos viajes conoció al muralista mexicano David Alfaro Siquieiros, quien de inmediato le pidió que fuera su modelo. No bien la conoció el pintor le dijo: “Te vienes conmigo”. Tiempo después ella se enteraría que Siqueiros era casado. Él se divorció para casarse con su musa. Fue por ese entonces que el empresario periodístico Natalio Botana, contrató al pintor mexicano para que hiciera un mural en el sótano de su quinta “Los Granados”, ubicada en Don Torcuato. La obra de doscientos metros cuadrados se llamó “Ejercicio plástico”, y su protagonista central era Blanca Luz Brum, completamente desnuda. Antes que la obra estuviera terminada, Natalio Botana sintió que perdía la cabeza, no solo con el cuadro, sino, sobre todo, con su inspiradora. Siqueiros debió irse apresuradamente del país amenazado con la cárcel por la dictadura de Uriburu. Pensó que Blanca lo seguiría. No fue así, ella se quedó en Buenos Aires. Disfrutando de todos los lujos le proporcionaba Botana quien la hacía sentir una reina que no tenía la obligación de aparentarlo. La esposa de Natalia Botana, la tempestuosa Salvadora Medina Onrubia, echó a Blanca no sólo de la mansión familiar, sino también del país. Así, Blanca Luz Brum recaló en Chile. Como parecía condenada a no tener el corazón vacante, del otro lado de la cordillera se casó con Jorge Béeche Caldera, empresario y diputado. El matrimonio duró pocos meses, porque sintió que en Argentina estaba ocurriendo algo definitivo de lo que no quería permanecer ajena: el peronismo.

En los años 80 se convirtió al catolicismo militante, viviendo en medio de la mayor austeridad, sola con sus recuerdos y su fe, en la Isla Robinson Crusoe, en el sur del Chile, cantándole odas a las cabras y hundiéndose en temporadas de incurable melancolía.

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