cultura

La Nona, un clásico nacional

Es un personaje inolvidable del cine y teatro de nuestro país, creado por Roberto Cossa. En sus diferentes formatos, la obra fue un éxito y debió enfrentar la censura.

A Roberto Cossa le cuesta precisar cuándo y dónde nació la idea de escribir La Nona. Rememora el tiempo en que se divirtió haciendo la primera Nona, entre 1970 y 1971, cuando ella se escurría, con su rostro achacoso, entre los gestos exagerados de un laburante italiano. Precisamente de ese abuelo materno, carpintero en El Palomar, que trabajaba doce horas diarias para que cada uno de sus hijos tuviera profesión. Copió su forma de pedir comida, sus giros idiomáticos, sus tics. También hurgando en su álbum familiar dio forma a la tía, una mujer tan inocente que se mareaba con el vinagre de la ensalada. Carmelo fue un poco su padre, y el resto de los personajes, seres que se componen de muchos otros que conoció a lo largo de su vida. El libro formaba parte de un ciclo que junto con Carlos Somigliana y Ricardo Talesnik prepararon para canal 9: “Romay lo quería para que Pepe Soriano fuera el protagonista. Pagó los trece libros que entregamos, pero los guardó en un cajón”. Precisamente, Pepe Soriano, quien hizo la versión cinematográfica de la obra, da una interpretación del personaje que la lleva mucho más allá de una anciana que arrasa con todo alimento a su alcance: “La Nona no es solamente una viejita familiar que se come todo lo que encuentra. La Nona es el poder, se come el país, el mundo, los seres humanos, porque el poder no reconoce el mundo”.

Tres años después de escrita la obra, en enero del año 1974, canal 13 emitió La Nona interpretada por Norah Cullen, con Osvaldo Terranova, Dringue Farías y Miguel Ligero. Tuvo una notable repercusión de público y crítica.

Atentados y censura

Vino el golpe del 76. En el diario en el que trabajaba Roberto Cossa le ofrecieron una indemnización para que aceptara la renuncia. Aceptó y recibió trece sueldos. En ese tiempo de inmovilidad y zozobra, para dejar de pensar en una idea que lo obsesionaba por esos años –irse del país–, retomó La Nona: “Era casi la misma historia que escribí para televisión, solamente le agregué diálogos para llevarla al teatro”. Trabajó dos meses seguidos. Se impuso un horario estricto: de 12 a 16. La rutina le servía como refugio. Una tarde se reunió con un grupo de amigos para hacer la primera lectura de la obra. Apenas terminó de leer, Carlos Gorostiza se la pidió para dirigirla, con la condición de que la hiciera un hombre: “Todavía no me daba cuenta de la dimensión metafórica, asexuada, que toma en un actor. Cuando una actriz hace el personaje, la cosa no funciona de la misma manera”, expresaría luego el dramaturgo. Cossa rehízo la segunda parte, cuando los personajes mueren uno por uno y la vieja destruye todo.

Cuando en agosto de 1977 se estrena la obra en el teatro Lasalle, ya Roberto Cossa ni pensaba en dejar Argentina. Ulises Dumont se pone en la piel del personaje y hace una composición magistral. A los pocos días arrojan una bomba incendiaria en la entrada de la sala. Se rompen los vidrios de la puerta, se quema parte de la alfombra. Luis Brandoni es el primero del reparto que se va del país. Sobrevienen los reemplazos casi sin interrupción. El público llena la sala todas las funciones. Tiempo después, un alto funcionario les advierte que desde el Ministerio del Interior se intenta prohibir la obra. El grupo reúne las críticas y comentarios que se publican y los envía al ministerio. La estrategia resulta y la prohibición es solo para menores de 18 años. Al año y medio la pasan a la sala del Instituto de Arte Moderno.

Antes de bajarla de cartel, el director Héctor Olivera habla con Roberto Cossa para llevar la obra al cine. Ya la vieja italiana, ese personaje terrible que algunos identifican con la inflación, otros con el imperialismo y Cossa con la muerte, queda consagrada en el exterior. Pepe Soriano se come a La Nona, y La Nona se come al público.

Noticias Relacionadas