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Los hermanos Coen: la búsqueda constante de un estilo de cine propio

Nacidos en Minnesota en la década de 1950, desde sus primeras películas intentaron volcar sus formas y maneras de pensar dentro de la industria.

No son tantos los directores de cine que a lo largo de su filmografía han sabido implantar su propio estilo. Dentro de este selecto grupo de cine de autor, se encuentran sin lugar a dudas los hermanos Coen. A lo largo de los años lograron crear su propia manera de contar historias, que a simple vista parecen sencillas, pero que en el fondo no lo son, y con personajes muy particulares que tienen entre ellos algunas características similares. Además, el tono siempre irónico y cómico se convirtió en uno de sus principales sellos. En los últimos meses, confirmaron que se encuentran trabajando en un nuevo proyecto luego de su última cinta que data del 2018, lo cual fue muy bien recibido tanto por el público, como por el propio mundo del cine, lo que da cuenta de lo que pudieron lograr durante su trayectoria.

Joel Coen nació en 1954, mientras que su hermano Ethan lo hizo tres años después. Criados en Minnesota, ambos se pasaban tardes enteras viendo películas, comenzando a generar así su primer acercamiento a la industria del cine. Años después, Joel comenzó siendo montajista en películas de muy bajo presupuesto, mientras que Ethan decidió volcarse a la filosofía, recibiéndose en 1979. Blood Simple se convirtió en su primera película. Estrenada en 1984, uno ya podía notar ciertos puntos que con el paso del tiempo serían propios de su estilo. El trabajo de manera independiente y el contar con un bajo presupuesto estuvo presente desde los inicios y, a pesar del éxito que luego llegó, fue algo que logró quedarse.

Si bien encasillar a sus películas en un género propio puede pecar de cierta ignorancia, se puede decir que donde más cómodos se sienten es en la comedia negra. Personajes perdedores, donde prácticamente todo les sale mal; relaciones fallidas; tramas un tanto complejas por las historias mismas, pero simples sin nada de epicidad; diálogos más que particulares; y finales inconclusos son solo algunas de las premisas que manejaron desde un principio los hermanos. El primer reconocimiento les llegó con Barton Fink, su cuarto filme. A pesar de que en 1990 habían estrenado Miller’s Crossing, que supo ganar notoriedad con el paso del tiempo, la cinta de 1991 los puso en el plano. Además, fue ahí que conocieron a uno de sus actores fetiches, John Turturro, quien los iba a acompañar durante varios años. De igual forma, sería en 1996 con Fargo que los hermanos Coen finalmente se catapultaron. Con esta obra maestra, protagonizada por Frances McDormand, quien es esposa de Joel tras trabajar en la primera película de ellos, consiguieron alzarse con el Oscar a Mejor Guión.

La década del 90 terminó con otra obra maestra para la dupla. El Gran Lebowski, estrenada en 1998, se convirtió en un clásico al día de hoy, catalogada por muchos como una de las mejores comedias de la historia. Increíblemente, para el momento del estreno, esta película, al igual que Miller´s Crossing, fracasó en la crítica, siendo injustamente atacada por su desarrollo.

La llegada de los 2000 significó, para los Coen, el reconocimiento y el estrellato máximo. A pesar de tener la posibilidad de contar con importantes presupuestos, eligieron constantemente no salirse de su camino independiente. “Afortunadamente estamos libres del proceso de desarrollo y del proceso de realización de la película del comité de Hollywood. Ellos entienden que si van a hacer una película con nosotros, nos dejarán hacerla a nuestra manera”, supo destacar en su momento Joel. El saber precisamente que buscar contar, el tener la total libertad de elegir qué decir y que no y cómo abordarlo, a sabiendas de que es total responsabilidad de ellos dos y que no tienen por encima ninguna coordenada a la cual responder, les terminó siendo muy favorable para su filmografía. Sus grandes diferencias con la industria del cine y con el mundo de Hollywood fueron tópicos de los cuáles no escaparon y de hecho incluso se convirtieron en la trama de sus películas, como sucede en Barton Fink o en ¡Salve, César!, del 2016. La tercera película que supo transformarse en un clásico de ellos fue No Country For Old Men. Protagonizada por Javier Bardem, Tommy Lee Jones y Josh Brolin, consiguió cuatro premios Oscar a Mejor Película, Mejor Director, Mejor Guión Adaptado y a Mejor Actor de Reparto. Aunque para muchos los premios tienen un valor singular y que transforma en algo material el reconocimiento y el agradecimiento hacia el trabajo hecho, los hermanos desde un principio se alejaron radicalmente de esta idea, justamente por saber los manejos internos propios de la industria y las incongruencias que existen en esos pensamientos. En más de una ocasión, no han tenido problemas en mostrar públicamente la doble vara que maneja Hollywood para algunas cuestiones. “Ethan y yo hemos estado contando historias con cámaras desde que éramos niños. Honestamente, lo que hacemos ahora no parece tan diferente a lo que hacíamos en ese entonces”, destacó Joel tras ganar el galardón a Mejor Director.

Justamente, su visión sobre la explotación de la industria y la constante necesidad no solo de generar nuevos productos, sino también de encontrar nuevos talentos tanto delante como detrás de cámara, encuentra veracidad en lo que fue hasta el día de la fecha, su último proyecto en conjunto. Para hacer La Balada de Buster Scruggs, que se estrenó en 2018, tuvieron que volcarse principalmente a Netflix tras tener un acotado estreno en cines. A pesar de tener ya grandes películas bajo el lomo y reconocimientos de propios y extraños, no pudieron correrse de esta lamentable lógica. “Siempre hemos sido exitosos comercialmente. No en el sentido de hacer grandes cantidades de dinero, lo que rara vez hacemos, sino en términos de no perder dinero y recaudar modestas cantidades. Hemos sido capaces de continuar haciendo películas y además porque, extrañamente, hemos tenido patrocinadores de estudios. A veces son gente de negocios que saben que no van a hacer enormes cantidades de dinero, pero les gustan tus películas. Ellos también son aficionados al cine”, mencionó una vuelta Ethan a modo de reflexión.

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