EL Guardián de la Antártida
Regresó el estudiante de la UNLP que vivió 13 meses en una base científica de la Antártida
Ezequiel Peschiera estudia Ingeniería Electrónica en la UNLP y fue uno de los veinte custodios de la base San Martín, una de las estaciones de investigación de la Antártida Argentina.
Ezequiel Peschiera (26) es el estudiante de Ingeniería Electrónica de la UNLP que se convirtió en uno de los veinte custodios de la Base San Martín, una de las estaciones científicas de la Argentina en la Antártida. En diálogo con diario Hoy, relató cómo fue su experiencia en el continente blanco.
—¿Qué significa ser un “guardián de la Antártida”?
—Para mí significó trabajar pensando siempre en futuro, en hacer lo mejor posible para que las dotaciones que me siguieran pudieran disfrutar y sacarle aún más provecho a todo lo que implica el trabajo y la vida en la base. Salvo en casos excepcionales, es poco común que alguien vuelva a repetir campaña y vuelva a vivir un año en la misma base, por lo que desde un principio se es consciente de que muchas de las mejoras que uno puede hacer van a ser para que las disfruten otros. Incluso a veces es empezar proyectos de los cuales ni siquiera vas ser parte de su finalización. Entender eso y sin embargo hacer lo mejor dentro de las posibilidades de cada uno, para que la mejora sea constante, es el motor que hoy mantiene en pie este tipo de actividades.
—¿Cómo tomaste la decisión de avanzar con la iniciativa y dar el primer paso para encarar la misión?
—En 2018 un compañero me comentó que existía la posibilidad de irse un año a la Antártida a vivir y trabajar. A mí siempre me gustó la vida en la montaña y la naturaleza, y por eso cuando me lo dijo no lo dudé ni un segundo y desde ese momento se convirtió en un objetivo. Ese año nos presentamos con 2 amigos y no quedamos, por lo que en 2019 volví a intentarlo, y finalmente en octubre de ese año, después de pasar varias etapas de selección, me informaron que había quedado entre los seleccionados. La decisión de ir fue más de la mano de poder vivir esa experiencia de vida, que en ese momento lo sentía como irme a la Luna. Fue un plus enterarme que además podía ir y trabajar de algo que había estado estudiando durante varios años.
—¿Cuál es el próximo objetivo que te espera en la Antártida?
—Mi tiempo allá me ayudó a organizarme y ver cuáles son mis prioridades. Hoy en día esas prioridades me llevan a probablemente no volver a ir por un tiempo. Sin embargo, sería un lindo logro poder volver a ir a la Antártida con otro tipo de proyecto y al que le pueda aportar mucho más valor desde mi persona.
—¿Creés que tu carrera va a seguir ligada a esta experiencia o se trata solo de uno de los capítulos en tu vida?
—Mi carrera va seguir ligada a vivir en contacto con la montaña y la naturaleza, desde siempre ese fue uno de mis objetivos. Si además de eso, soy capaz de generar un proyecto que me permita seguir vinculado con la Antártida, sería algo muy lindo de concretar. Ese continente tiene una magia especial.
—¿Qué es lo que más te gustó o podés rescatar como valioso de esta experiencia?
—Dejando de lado lo increíble que es vivir a pocos metros de un glaciar, y en un lugar donde el mar se congela por 4 meses o más, rescato dos cosas que a su vez van muy de la mano.
Por un lado, la importancia del trabajo en conjunto. La dotación constaba de 20 personas donde cada uno tenía su rol específico, sin embargo, desde un principio se sintió que más allá que cada uno tenía claro cuál era su lugar, a su vez entendía la importancia del de sus compañeros y estaba dispuesto a dar una mano en lo que hiciera falta. Esa unión hizo que se pudieran completar muchas tareas que de otra forma hubiera sido imposible. En ningún momento se hicieron diferencias entre la gente de la base (personal civil y militar) y siempre se trabajó como un gran grupo de gente con un objetivo común. Eso también hizo que la convivencia y el año se pasaran volando.
Por otro lado, rescato mucho de la experiencia el crecimiento personal que siento que tuve, en todos los aspectos. Si hay algo que puedo decir con certeza es que no me aburrí ni un solo día de los 13 meses que estuve allá, y gran parte de las actividades que hacía fueron con ese motivo, poder entenderme mejor para disfrutar cada vez más esa experiencia y lo que sea que le siga. Creo que si se lo permitís la Antártida te puede aportar mucho.