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Sacco y Vanzetti, dos hombres condenados por sus ideas

En los Estados Unidos de los años 20 funcionaba una Gestapo contra el sindicalismo, con la complicidad de la prensa del sistema y una élite política corrupta.

Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron detenidos el 5 de mayo de 1920, en el estado norteamericano de Massachussetts. Estaban organizando un mitin de obreros en repudio de la muerte de Andrés Salsedo, un militante anarquista que había estado prisionero en forma ilegal durante dos semanas y que había caído desde el decimocuarto piso de un edificio de Nueva York. Los motivos de su detención y muerte jamás fueron explicados.

En esos años, el procurador general de los Estados Unidos, Mitchell Palmer, había puesto en marcha una campaña que se proponía deportar a todos los extranjeros sospechados de actividades extremistas. Durante 1920, cerca de 10.000 personas fueron detenidas bajo esa acusación. La psicosis oficial se trasladó a la sociedad norteamericana y millones de personas llegaron a creer que existía una “amenaza roja” capaz de poner en peligro la propia existencia de la nación.

En el invierno de 1919, tres ­asaltos ocurridos en el estado de Massachussetts se convirtieron en la excusa perfecta para lograr el escarmiento público de los extremistas. La Policía no lograba determinar a los responsables de los

delitos, pese a las recompensas prometidas. El Estado se convirtió en un coto de caza en el que uniformados, detectives y particulares realizaban sus propias pesquisas para atrapar a los ladrones y cobrar la recompensa.

El juez Webster Thayer recibió el testimonio de 59 testigos presentados por la fiscalía. Un centenar de trabajadores italianos declararon por la defensa, pero muchos de ellos, amenazados con el despido, cayeron en contradicciones y ambigüedades. Luego de siete años de proceso, el jurado declaró a Sacco y Vanzetti culpables de asesinato en primer grado, y los sentenció a la silla eléctrica.

Nicola Sacco había nacido el 23 de abril de 1891 en Torre Maggiore, provincia de Foggia, Italia. Durante la adolescencia trabajó con su padre y su hermano en tareas agrícolas. En 1908 decidió emigrar a América. En Estados Unidos lo esperaban el hambre y la desocupación. También la discriminación. Los mejores ­trabajos estaban reservados para los norteamericanos. Trabajó du­rante siete años en una fábrica de calzado. Era un ferviente pacifista. Participó en la Federación Socialista Italiana, pero luego se volcó hacia las ideas anarquistas. En vísperas de su muerte, escribió una carta diciendo: “¡Oh, compañeros míos, continuad vuestra gran batalla! ¡Todo este horror debe acabar! Mi muerte ayudará a la gran causa de la humanidad. Muero como todos los anarquistas mueren, altivamente, protestando hasta último momento contra la injusticia”.

Bartolomeo Vanzetti nació el 11 de junio de 1888 en Piamonte. ­Después de la muerte de su madre, en 1909, se radicó en Nueva York. Trabajaba de 12 a 15 horas diarias para sobrevivir. Recorrió varias ciudades de Estados Unidos en busca de mejores oportunidades. En Plymouth estuvo viviendo durante siete años. Allí tuvo una activa intervención en la huelga de los obreros cordeleros. Luego se convirtió en vendedor de pescado.

La campaña persecutoria

Luego del arresto de Sacco y Vanzetti, la prensa se sumó a la campaña oficial para relacionar con el delito la actividad sindical de los extranjeros. Se los acusaba de haber dado muerte a dos empleados de uno de los comercios cuyo asalto se les imputaba.

En una celda contigua a la de Sacco, un joven portugués llamado Celestino Medeiros, con un amplio prontuario criminal, esperaba también la muerte. Había participado en el atraco del que se se los acusaba a los dos italianos. Enterado de la falsa incriminación, Medeiros confesó en 1925 haber formado parte de la banda que asaltó y asesinó a las personas cuyos crímenes fueron atribuidos a Sacco y Vanzetti. Sin embargo, su declaración no fue agregada a la causa. El juez, el gobierno y la prensa ya habían dictado su condena.

Para repudiar el crimen de esos dos trabajadores, en Buenos Aires, el 9 de abril de 1927, la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) resolvió una huelga general por tiempo indeterminado. El 15 de julio la Unión de Sindicalistas Argentinos patrocinó un paro por 24 horas.

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