cultura

Un nuevo aniversario de la Semana Trágica

Un día como hoy, en 1919, trabajadores fueron ferozmente reprimidos por la Policía en una escena de violencia que ensangrentó la historia argentina

El 7 de enero de 1919, una manifestación de obreros en huelga se concentró frente a los portones de los talleres metalúrgicos Pedro Vasena, en Rioja y Cochabamba. Rostros hoscos, voces decididas, puños crispados, mujeres asomadas a las puertas de los conventillos de la zona. En el aire flotaba un denso clima de violencia contenida, prefigurando la tragedia que sobrevendría detonada por los secos, fatales, primeros disparos.

La sangre cubrió las calles empedradas del barrio de San Cristóbal. Los muertos se iban sumando y los heridos se contaban por cientos. Todo era confusión. La Policía estaba desbocada, reprimía indiscriminadamente, con una saña pocas veces vista hasta entonces. El presidente Hipólito Yrigoyen intentaba que el incendio no se propagara. Citó en su despacho a Pedro Vasena para que accediera sin condiciones a las demandas obreras. “Querían arrastrarme a reprimir a sangre y fuego”, diría después el presidente radical. Eso fue exactamente lo que ocurrió: la protesta obrera ardió en fuego y quedó ahogada en sangre.

Todo comenzó el 2 de diciembre de 1918. Los 800 obreros de la empresa metalúrgica Pedro Vasena se declararon en huelga en reclamo de una jornada laboral de ocho horas, aumento de sueldos y la reincorporación de los compañeros despedidos. Los directivos rechazaron el petitorio. El Departamento Nacional del Trabajo había hecho lugar a los reclamos y dispuso satisfacer las demandas, que fueron desoídas por la patronal. La respuesta de la empresa fue despedir a los huelguistas. La Asociación del Trabajo le ofreció trabajadores en su reemplazo –“carneros”–, en tanto que la Liga Patriótica Argentina, una agrupación de extrema derecha, garantizaba la protección con sus grupos civiles armados. Las condiciones estaban da­das para que la situación entrara en una espiral de violencia. El 7 de enero se desataría el enfrentamiento entre los trabajadores y los rompehuelgas apoyados por las bandas policiales. Pronto intervendría la misma fuerza como brazo armado de la patronal.

En los días siguientes los cruces violentos se extenderían a distintos puntos de la ciudad, incluyendo cacerías a extranjeros acusados de comunistas y miembros de la comunidad judía. Si bien no hay datos oficiales fehacientes, según los diarios de la época los muertos se contaban por miles. Los velatorios se celebraron en locales anarquistas y socialistas y fueron sepultados juntos en el Cementerio de la Chacarita, acompañados por una imponente procesión de 200.000 personas.

El homenaje de Perón

El 8 de enero, la FORA –Federación Obrera Regional Argentina– declaró la huelga general. Durante varios días continuó el terror en las calles. Las patotas de la Liga Patriótica seguían cometiendo actos de vandalismo contra objetivos que ellas consideraban subversivos. En su libro La Semana Trágica, el comisario Romariz, de la seccional 34°, cuenta que los cadáveres eran rápidamente incinerados, conforme indicaciones del general Dellepiane. Él mismo pudo comprobarlo en la morgue, cuando acudió a reclamar el cuerpo de un suboficial.

El 1° de mayo de 1952, en Buenos Aires, el presidente Juan Domingo Perón rindió homenaje a los trabajadores reprimidos con un discurso en el que expresó: “Es este un episodio de la vida argentina que representa una época de oprobio y de injusticia para los trabajadores argentinos. La semana de enero no fue sino la culminación de una lucha entre el capital y el trabajo cuando los obreros metalúrgicos se lanzaron a la calle después de aguantar muchos años de vergüenza y esclavitud. Allí, una vez más se reafirmó el pensamiento de que un soldado argentino, a menos que sea un criminal, no podría jamás tirar contra su pueblo”.

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