cultura

Una escritora en medio de la guerra

Dubravka Ugresic fue expulsada de su tierra cuando estalló la guerra de los Balcanes, fue candidata al Nobel, en sus libros está la desintegración de un país.

Nació y creció en Yugoslavia, un país socialista con seis repúblicas y el serbocroata como idioma oficial. Su vida estuvo marcada por la desaparición de su casa de la infancia, y lo traumático de ese proceso fue una fuente de inspiración para desarrollar su creatividad. Desde los años setenta, Dubravka Ugresic, publicó literatura infantil y cuentos, pero la popularidad le llegaría con la novela Stefica Cvek en las fauces de la vida (1981), adaptada al cine por Rajko Grlic (1984).

Hay elementos muy fuertes que subyacen en su obra: la voluntad de desmontar los estereotipos de la feminidad articulados por una perspectiva masculina hegemónica, el recurso a la intertextualidad para situar su obra en un contexto cultural de largo espectro y la fragmentación como patrón para observar una realidad incongruente que interpela al sentido crítico del lector.

Empleada en el Instituto de Teoría de la Literatura en Zagreb desde 1974, tras estudiar Literatura comparada y Literatura rusa, publicó varios trabajos académicos sobre esta última, entre ellos editó junto con el eslavista Aleksandar Flaker el Glosario de la vanguardia rusa (1984), además de traducir a Daniíl Jarms y Borís Pilniak del ruso al croata. Todo ese conocimiento no solo salpicará su obra literaria y ensayística, sino que le servirá para fundamentar su aparato ideológico.

Desde su partida en 1993, había vuelto poco y nada a su país de origen y no soportaba más de una semana en esos viajes. Llevaba casi dos décadas viviendo la vida de los escritores de “clase económica”: no tenía casa propia, los derechos de autor de sus libros no alcanzaban para mantenerla, daba clases para vivir, en donde la invitaran.

Su nombre aparecía en la lista de las apuestas por el premio Nobel, en las discusiones críticas sobre los nacionalismos, en foros feministas y en debates sobre la literatura: “la han destruido editoriales hambrientas de dinero, editores perezosos, críticos sobornables”; contaba su vida en pocos renglones: "fui etiquetada como yugonostálgica y traidora que saboteaba el nuevo estado croata (…) me quemaron en la hoguera de los medios de comunicación con una alegría indisimulada (…) me defendí recordando, recordando como arma preferida contra la violencia del olvido”; un arma que también usaba para promover nombres literarios borrados del mapa.

Fue catalogada de puta y bruja feminista que violó a Croacia en los años noventa cuando se opuso a la guerra civil durante la desintegración de Yugoeslavia. Sin embargo, recibió de un lector croata sin herederos una casa de campo en Kuruzovac. Allí conoció a Bojan, un ex juez que, cuando el gobierno de Tujman obligó a renovar los documentos a todos los ciudadanos, había insistido en que la nacionalidad que debía figurar en el suyo no era croata sino yugoslava, perdió su trabajo. Pocos días después de conocerlo, Bojan pisa una mina y vuela por los aires. Sus compañeros lo entierran en el mismo bosque en que murió. Dubravka regresó a la cabaña después del entierro, juntó sus cosas y abandonó Kuruzovac para siempre. Tres años después publicaría un libro en el cual dedicó un inolvidable homenaje a Bojan. El libro se llamó El zorro.

“No conozco otro escritor que haya sido tan hábil en traducir una experiencia de guerra y exilio a la observación de las debilidades y defectos de la humanidad, para dejar al lector sintiéndose, si bien a veces algo abatido, en cualquier caso, perplejo y reconfortado por su humor y sus frecuentes ataques despiadados contra las mismas cosas que todos hemos sufrido o contra las que hemos protestado mientras intentamos llevar adelante nuestra vida diaria”, sostuvo en su momento la escritora y traductora Alison Anderson, jurado que nominó a la croata para el Neustadt. Dubravka falleció el 17 de marzo de 2023 en Amsterdam.

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