cultura

La verdadera tradición republicana

Acaba de salir la reedición de un libro de Natalio Botana, en el que busca las raíces históricas de una forma política cuyo sentido verdadero se ha ido vaciando.

En La tradición republicana, Natalio Botana recrea un diálogo entre Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, dos intelectuales que echaron las bases en nuestro país de lo que se ha dado en llamar republicanismo. A lo largo de casi quinientas páginas, reconstruye esas dos miradas –no siempre coincidentes, pero siempre profundas-, con el trasfondo de las ideas políticas de su tiempo y de las fricciones que sobre ellas provocaba la realidad de una nación en escorzo, en un debate que se prolongo por cerca de cuarenta años.

Este mano a mano de Alberdi y Sarmiento -y del mundo que ellos contemplaban-, provoca en el lector la ineludible reflexión sobre la radical –y dramática- modificación que ha sufrido con el tiempo la concepción del republicanismo. El libro confirma que el pasado no es una pieza de museo sino un laboratorio del que incesantemente se puede seguir extrayendo fórmulas para comprender lo que alienta detrás de la actualidad.

Natalio Botana es sobrino del fundador del mítico diario Crítica, quien tenía su mismo nombre. Nació en Buenos Aires en 1937, es doctor en ciencias políticas por la Universidad de Lovaina, fue presidente de la Academia Nacional de la Historia, y autor de una voluminosa bibliografía que le valió el Premio Nacional de Historia, varios Konex y la Pluma de Honor que otorga la Academia Nacional de Periodismo.

Botana recuerda que tanto Sarmiento como Alberdi, ponían el acento en la educación como auxilio indispensable para la formación de los ciudadanos. Para el tucumano inspirador de la Constitución Nacional, el protagonista de los tiempos venideros era un habitante esclarecido, portador de costumbres innovadoras, un sujeto pacífico dotado de la inteligencia práctica que deja atrás el período de guerreros y caudillos. En tanto para el autor de Recuerdo de Provincia: “La educación que completa al hombre, se da oficialmente sin distinción; la industria crea necesidades y la ciencia abre nuevos caminos de satisfacerlas; hay ya pueblos en que todos los hombre tienen derecho a gobernar por el sufragio universal; la grande mayoría de las naciones padece; las tradiciones se debilitan, y un momento ha de llegar en que esas masas que hoy se sublevan por pan, pidan a los parlamentos que discutan las horas que deban trabajar, una parte de las utilidades que su sudor da a los capitalistas”. Como bien señala Botana, la cuestión política para el escritor devenido presidente, quedaba reducida a una cuestión simple: “ ¿cómo han de entenderse los hombres iguales entre sí, para proveer a su subsistencia presente y futura, dando su parte al capital puesto en actividad, a la inteligencia que lo dirige y hace producir, y al trabajo manual de los millares de hombres que hoy emplea, dándole apenas con qué no morirse, y a veces matándolos en ellos mismos, en su familia y en su progenie?”.

Es que para ambos pensadores –a los que sin exagerar podemos llamar próceres-, la educación era la piedra de toque de la igualdad, que se convertiría de esa manera, en una incontenible fuerza histórica. Sin educación no hay modo de completar la emancipación, ya que ella es una derivación del desarrollo inteligente. Dice Sarmiento: “Debemos sembrar para nuestros nietos. Seamos laboriosos con desinterés; leguemos para que nos bendigan. Digamos con Saint Simon: la edad de oro d la República Argentina no ha pasado, está adelante, en la perfección del orden social. Nuestros padres no la han visto, nuestros hijos la alcanzarán un día. A nosotros nos toca abrir la ruta”.

No es el mérito menor de este libro de Natalia Botana, subrayar el papel esencial de la educación en la construcción de una auténtica república de ciudadanos. Sobre todo cuando ese sólido eslabonamiento argumentativo se lee en una época en que el republicanismo se ha convertido en una flatulencia verbal y la educación es castigada presupuestariamente como si fuera una carga y no una promesa de futuro.

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