cultura
Entrevista a Martín Caparrós
El escritor y periodista argentino radicado en España sigue produciendo obras pese a la enfermedad sin tratamiento que padece.
Hace algunos años, a Martín Caparrós le diagnosticaron ELA –enfermedad lateral amiotrófica-. La misma enfermedad que padecieron Roberto Fontanarrosa y Ricardo Piglia. Este viaje avanzado hacia la muerte fue el motivo central de Antes que nada, uno de los grandes libros editados el año pasado. Acaba de publicar la vida de José Hernández, contada por su personaje principal, Martín Fierro, escrita en las mismas sextinas con que lo hizo nacer su autor.
—Y un día le pasaste la vihuela a tu tocayo Fierro para que de su versión
—Sí. Había escrito una novela sobre Echeverría y otra sobre Sarmiento, que son dos de los grandes escritores argentinos, creadores de la literatura argentina. Y por esta especie de mito de la trilogía, se me ocurrió ver si lo podía completar y pensé que la conclusión lógica era José Hernández. Empecé a leer sobre la vida de José Hernández para ver si escribía una novela y la verdad que me aburrió, no me dieron ganas. Me pareció que era algo que ya había hecho, que no tenía mucho interés en volver a hacerlo. Y lo dejé, hasta que un día se me ocurrió la idea de contar la vida de José Hernández con versos del Martín Fierro.
—Escribirlo en forma gauchesca.
—Ahí sí me dio ganas, me enganché, y entonces escribí este librito: la vida de José Hernández contada por Martín Fierro en verso gauchesco. Es la primera vez que publico un relato contado en verso. Me gustó la idea y le propuse a Miguel Rep que pusiera las ilustraciones. El libro no lo vi porque no me lo mandaron, pero por lo que me dijeron está más o menos bien.
—Supongo que la escritura tiene que haber empezado como un juego y que, en algún momento, te habrás planteado hasta dónde llegar con el juego.
—Primero probé si podía reproducir ese estilo del Martin Fierro, y en algún momento me pareció que funcionaba y empecé a ver qué momentos, qué episodios, qué cuestiones de la vida de José Hernández me parecían importantes, y trabajarlas en ese formato.
—¿Qué fue lo primero que te impresionó de José Hernández?
—Esa especie de confusión en cuanto a su figura; el hecho de que uno lo piensa como un payador perseguido, un poco a la manera de Martín Fierro, y que contó cómo los grandes terratenientes estaban echando a los gauchos y desapareciéndolos, como estilo de vida, y resulta que al final era un muchacho de muy buena familia, que tenía mucha tierra.
—¿Cómo es eso?
— Por parte de madre, era descendiente de los Pueyrredón, que - como hemos visto- mirando el gobierno actual no es la mejor asociación que te pueden hacer. Y eso fue una de las cosas que primero me impresionaron y que me pareció que Martín Fierro tendría ganas de contar.
—¿Cómo hiciste para meterte en la música de las estrofas?
— Puro Martín Fierro. Siempre dije que la única habilidad que tengo es que si leo con atención e intesida al cabo de un rato esa música se me pega y puedo escribir con la música de lo leído, tanto sea de prosa como de poesía. Leí lo suficiente de Martín Fierro como para que se me pegara la música y, por supuesto, respetando las formas de la rima: el Martín Fierro está escrito en sextetos y en décimas, y con una rima particular que había que respetar.
—Mencionaste décimas y se me ocurre preguntarte si le hablaste del libro a ese alquimista de la versificación, a ese apóstol de la décima que es el cubano Alexis Díaz Pimienta.
— Absolutamente. Para mí es un mago total, un tipo que puede hablar en décimas durante horas. Y todas las rimas y las métricas están perfectas. Y sí, claro, cuando lo terminé se lo mandé. Le dije "Maestro, échele una hojeada a ver si esto está más o menos decente, razonable". Como tuve su aprobación seguí adelante.
Con esa bendición podés seguir versificando.
Es muy impresionante lo que Alexis hace. Una vez en un teatro en Cartagena, Colombia, salió hacer su espectáculo y pidió que el público le diera 27 palabras, una con cada letra del alfabeto, y él iba anotándolas. Eran palabras complicadas, porque la gente sabía que eran palabras para que él versificara y entonces le tiraron con todo lo que había; trataron de joderlo todo lo posible. El tipo terminó de anotar las palabras y estuvo 20 minutos haciendo décimas con cada una de esas palabras, en el orden en que se las habían dicho, y ya - cuando eso parecía imbatible- llegó a la última e hizo todo el camino de vuelta hasta la primera. Otros 20 minutos versificando. Dije, basta, esto es increíble.
—¿Sos consciente de la epidemia de insurrecciones literarias que tu libro puede llegar a generar? Hace poco escribiste sobre Sarmiento, te imaginas todo lo que Facundo tendría para contar sobre Domingo Faustino.
— Bueno, es cierto. Facundo sobre Domingo Faustino, más que contarlo, lo habría mandado a fusilar. En este caso, pobre Martín Fierro, no tenía los medios, no tenía la materialidad necesaria como para fusilar a nadie.No estaría mal volver a discutir el Martín Fierro dado que es uno de los pilares de nuestra cultura. Volverlo explícito un rato. Te acordás eso que decía Borges: una cultura que tiene como libro fundamental un delincuente es un problema. Ahora se podría preguntar qué pasa con una cultura que tiene como escritor básico a un farsante.
