CULTURA
Una historia de amor y de furia
Richard Burton y Elizabeth Taylor, una de las parejas de la historia del cine.
El primer matrimonio entre Elizabeth Taylor y Richard Burton duró diez años –de 1964 a 1974-; dieciséis meses después del divorcio se volvieron a casar, aunque esta vez la pareja se mantuvo unida menos de un año. En esa relación pasaron muchas cosas, algunas de carácter trágico.
Solían refugiarse en lugares a prueba de paparazzis. Antes de celebrar las primera nupcias, habían encontrado una casa perdida en la espesura de un bosque. Burton describió el tipo de vida que llevaban: “Bebíamos hasta la estupefacción y la idiotez. No podíamos salir. No estábamos casados... Intentábamos leer. No podíamos. No podíamos salir. Hacíamos el amor con desesperación. Jugábamos al gin rummy. Siempre ganaba E. Curiosamente, la crisis vino por este juego tan tonto. Por alguna razón (¿quién sabe o recuerda la conversación previa?) E. dijo que estaba dispuesta a matarse por mí. Es muy fácil decirlo, contesté yo, pero ninguna mujer se mataría por mí, etcétera, con autocompasión a raudales. Y de repente E. estaba de pie a mi lado, con un frasco o una caja de somníferos en la mano, diciendo que ella sí lo haría. Adelante, digo, o algo por el estilo, tras lo cual ella cogió un puñado y se lo tragó con ganas, sin dramatizar”.
Al principio Burton no creyó que fueran somníferos; pensó que Elizabeth debía de haberse tomado un puñado de pastillas de vitamina C, pero cuando se quedó dormida fue imposible despertarla. Burton la subió al coche y volvió a toda velocidad a Roma, donde por segunda vez practicaron a la actriz un lavado de estómago. Ese episodio marcó el clima extremo en el que transcurriría la relación.