CULTURA

Una novela escrita en un día

Venedikt Erofeiev es un escritor ruso que en 1973 publicó un libro que sería su obra maestra, escrito de un tirón en un viaje en tren.

Hay un viejo dicho ruso que reza que no hay adulto en Rusia que no sepa que el zar dejó morir a Pushkin, y no hay niño en Rusia que no sepa cómo sacar alcohol del barniz industrial. En los tiempos soviéticos, se orquestó una curda que era capaz de bajarse una botella de aguardiente cada dos hora durante días y días seguidos. Ese intrépido grupo se reunía en el último vagón de los trenes que salían desde Moscú. En uno de ellos, Venedikt Erofeiev escribió Moscú- Petushki.

Ante la mirada vigilante de sus colegas, Erofeiev había aceptado la apuesta de escribir, por dos botellas de vodka, una novela en un solo día. Lo cierto es que se alzó con las dos botellas luego ponerle punto final a su manuscrito con la siguiente declaración: “Pueden considerarla una novela, pero para mí es un poema ferroviario”. El manuscrito de Erofeiev se hizo famoso: al principio solo podían leerlo quienes accedían a aquel vagón, pero eran tantos los aspirantes que se hizo una copia, que fue copiada a su vez por manos generosas.

El recorrido Moscú-Petushki es un clásico del tren moscovita: Petushki queda a ciento veinte kilómetros de Moscú. El libro de Erofiev narra ese viaje en tren. Cada capítulo lleva el nombre de las estaciones del trayecto. Inicia con el autor despertándose al amanecer en las escaleras de un anónimo portal moscovita con una resaca infernal. Erofeiev vaga inútilmente por las farmacias y almacenes, no hay nada abierto a esa hora, asi que se sube en un tren a Petushki. El relato del viaje se transforma en el relato de todos los viajes que Venedikt ha intentado hacer a Petushki, porque de a poco comprendemos que nuestro héroe nunca logra llegar a destino: por una u otra razón siempre se despierta en Moscú.

Había nacido en 1938 en el norte de Rusia, cerca del mar Blanco, en una estación de tren. Fue el menor de seis hermanos. El padre de Erofeiev era jefe de estación, hasta que un día se fue de boca y lo mandaron a los campos. La madre huyó para no correr la misma suerte y lo dejó en un orfanato. Vivió una infancia difícil, marcada por el hambre, la guerra y la realidad política del país. Los testimonios de sus hermanas son desgarradores: se alimentaban a base de cáscaras de papas, estudiaban todos los hermanos con un solo libro. Esto desarrolló en Venedikt una memoria impresionante: sus amigos se sorprenderían, más adelante, de su capacidad de recordar datos y poesías. Escribiría de memoria cuadernos con antologías de poesía rusa, compendios de historia rusa y universal y de geografía para su hijo.

A través del estudio logró dejar el Círculo Polar Ártico: lo eligieron para ir a la Universidad de Moscú. En el viaje en tren vio árboles y vacas por primera vez en su vida. Lo echaron de la universidad enseguida y luego de tres institutos más. En el instituto pedagógico de Vladímir fue acusado de tener una Biblia en la mesita de luz. Comenzó un período de más de quince años errando por toda Rusia, sin documentos, realizando los trabajos más variados y llenando cuadernos y anotadores que perdía. Aplicó para ser maestro. Se graduó en 1959 y lo mandaron a Petushki. Tres años después lo declararon persona non grata: cualquier estudiante visto en su compañía era expulsado. Entonces decidió vagar en el tendido de la línea ferroviaria Moscú-Pekín y terminó viviendo de sus admiradores en un vagón abandonado de la terminal Kursk en Moscú.

Eroféiev logró cierta estabilidad desde que fue cobijado por Galina Nosova, su segunda esposa (“lo encontré tirado en la basura, literalmente, y lo llevé a casa” declara en una entrevista), y desde que comenzaron a representarse sus obras dramáticas, en especial La noche de Walpurgis. En 1985 le fue detectado un cáncer de garganta, enfermedad de la que murió el 11 de mayo de 1990. Su esposa Galina se suicidó tres años después.

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