El retorno de Lula: un año de gestión y un Brasil cada vez más protagonista

El regreso de Luiz Inácio Lula da Silva a la presidencia trajo consigo la necesidad de abordar lo que dejó el gobierno de ultraderecha de Jair Bolsonaro y tratar de restituir los derechos perdidos. Hoy la economía crece a pasos agigantados y la justicia social es prioridad.

Lula asumió la presidencia el 1° de enero de 2023, tras una apretada victoria sobre Jair Bolsonaro en octubre de 2022. Al principio de su período de cuatro años, solo una cuarta parte del Congreso de Brasil lo respaldó. Líderes empresariales y de la oposición temían que Lula se hubiera inclinado demasiado hacia la izquierda.

Edificios gubernamentales fueron destruidos en la capital Brasilia, en un motín encabezado por simpatizantes de Bolsonaro el 8 de enero de 2023, y parecía seguro que habría más agitación. El exministro de Finanzas, Paulo Guedes, entre otros conservadores, pronosticó que las políticas de Lula harían que la economía de Brasil pronto decayera.

Sin embargo, el mandatario de 78 años logró que los guarismos económicos fueran a su favor: se pronostica que la economía de Brasil crecerá 3 % en 2024 en lugar del 0,6 % que prevén los economistas de mercado. La inflación parece controlada en aproximadamente 4,7 % anual, ligeramente por encima de lo pronosticado, pero lejos de los dos dígitos de años recientes. La tasa de desempleo cayó a 7,5 % en noviembre, un punto porcentual por debajo del día en que Bolsonaro dejó la presidencia.

La bolsa de valores de Sao Paulo alcanzó niveles récord en diciembre, elevándose por encima de 134.000 puntos por primera vez en su historia. El real de Brasil también está ascendiendo frente al dólar. Todo ello hizo que Lula volviera a mostrarse optimista e inclinado a viajar al extranjero, aspectos de su personalidad que estuvieron ausentes durante casi una década de abatimiento personal.

“Necesitábamos arreglar nuestra casa (en 2023), poner las cosas en orden”, dijo Lula durante una reunión en el palacio presidencial el 12 de diciembre. “Y ahora yo digo: prepárense. El año próximo, la economía brasileña no va a decepcionar a nadie”.

El gobierno brasileño considera que, en el primer año del nuevo mandato de Lula, cayó a menos de la mitad el número de personas que pasan hambre en el país, pero que aún no será posible que Brasil vuelva a ser retirado del Mapa del Hambre de la FAO.

La previsión es del ministro de Desarrollo Social, Wellington Dias, quien, en una rueda de prensa virtual con corresponsales extranjeros, afirmó que existen condiciones para volver a reducir a niveles mínimos el hambre en el país en 2026, último año del mandato del líder progresista.

“Calculo que en el primer año de Gobierno de Lula conseguimos garantizarle seguridad alimentaria a unas 20 millones de personas que estaban entre las 33 millones que pasaban hambre en el país en 2022”, afirmó el ministro.

Los programas de lucha contra la pobreza y el hambre implantados por Lula en su primer mandato (2003-2006) permitieron que la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) retirara a Brasil del Mapa del Hambre en 2014, cuando se calculaba que solo el 0,7 por ciento de la población tenía desnutrición crónica.

Pero la FAO volvió a colocar a Brasil en su mapa en 2022, tras constatar que cerca de 10,1 millones de personas pasaban hambre, el equivalente al 4,7 por ciento de la población.

Para volver a salir del listado negativo, Brasil necesita reducir a menos de 5,5 millones el número de personas con hambre (menos del 2,5 por ciento de la población) por tres años seguidos, es decir que ello solo será posible en 2026 o 2027. Un estudio de finales de 2022, y que el gobierno considera como más confiable, calcula en 33 millones los hambrientos en el mayor país latinoamericano.

“Lula creía que lo que había construido en Brasil era sólido y no podríamos dar un paso atrás, pero fue una decepción ver lo fácil con que todo fue destruido”, afirmó Dias al referirse al desarme de los programas sociales en el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro (2019-2022).

El ministro agregó que, desde que volvió a la Presidencia, en enero de 2023, el líder progresista se dedicó a reimplantar y mejorar todos los programas sociales. “Fue un trabajo duro pero restituimos todo y un primer balance nos permite decir que en 2023 tuvimos una fuerte caída, no solo del número de personas con hambre, sino también de los pobres. Pero solo en abril sabremos los números definitivos”, dijo.

Un proyecto brasileño para el G-20

El gobierno brasileño considera viable que el G20, bajo la presidencia de Brasil en la Cumbre de noviembre en Río de Janeiro, apruebe la creación de la Alianza Global para el Combate al Hambre y la Pobreza.

El ministro afirmó que el G20 dio una “muy buena señal” cuando, en su cumbre del año pasado en Nueva Delhi, aceptó la propuesta de Lula para que el foro de los países más ricos del mundo comenzara a discutir las condiciones para crear la alianza e incluyera por primera vez en su agenda el tema de la erradicación del hambre.

Según Dias, los compromisos asumidos por la Unión Europea y otros países desarrollados en la última reunión del Comité Mundial de Seguridad Alimentaria de la FAO también fueron una muestra de la viabilidad de la alianza.

“Ya contamos con experiencias muy importantes de integración sur-sur, como las promovidas por la Celac, los Brics o la Unión Africana, pero la alianza global solo tiene sentido si contamos con los más ricos dándole las manos a los más pobres”, dijo.

“Creo que este plan (de la Celac), que puede servir como modelo a otros países, es importante para hacer realidad la propuesta de Lula de crear una Alianza Global contra el Hambre”, dijo Días. Y explicó que la iniciativa no comienza desde cero debido a que la intención es ayudar a los países a cumplir hasta 2030 los compromisos que asumieron en 2015, cuando, a instancias de la ONU, aprobaron los Objetivos de Desarrollo Sustentable.

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