En dialogo con HOY

“El trabajo en la Argentina ya no está valorizado”

Así lo afirmó ante este medio la reconocida médica psiquiatra y psicoanalista, Diana Kordon. Además, criticó con dureza el sistema económico imperante en nuestro país, y dijo que el colectivo Ni Una Menos “ha visibilizado el problema de la violencia de género en el país”

La Argentina posee un récord mundial que sirve para mostrar hasta qué grado afecta la crisis económica a la salud de la población, y es que existe un psicólogo cada 650 habitantes, el triple de los que hay en países del primer mundo, convirtiendo a nuestra nación en la principal “adepta” al diván.

Ante la crítica realidad que vive la economía argentina, diario Hoy  entrevistó a la médica psiquiatra y psicoanalista, Diana Kordon. Coordinadora del equipo de asistencia psicológica de Madres de Plaza de Mayo desde 1977 hasta 1990, la profesional se mostró muy crítica con el sistema imperante en el país, destacando que “el argentino tiene una pérdida de perspectiva de futuro”.

—¿Cómo impacta la economía en la salud mental de los argentinos?

—El Estado tendría que garantizar las condiciones de vida del conjunto de la sociedad. Debería tener una función de garante para que la gente pueda tener trabajo, además de garantizar las condiciones materiales de las personas. Estamos ante una situación en la que esa función de garante está absolutamente abandonada por el Estado. Ha aumentado la desocupación estructural, y existe un problema con la cantidad de despidos que hay, es decir, que la gente que trabaja no está asegurada. No hay una garantía de permanencia de trabajo.

—¿Por qué cree que sucede esto?

—En el período que vivimos se vuelven a agudizar las condiciones. Hemos conocido la crisis de 2001, que me parece que fue la que llevó finalmente a ese levantamiento y revolución popular, cuando ni siquiera sabíamos cómo iba a seguir la Argentina. Creo que el sistema de por sí es injusto, pero me parece que ahora quienes gobiernan despliegan una política que para ellos es una política de grandes ganancias y ventajas, pero para el conjunto de la sociedad es un camino que lleva al desamparo.

—¿El desamparo en qué sentido?

—Existe un discurso hegemónico que estimula el consumismo versus las condiciones sociales en las cuales la gente vive y por las que tiene cada vez más dificultades para acceder a los bienes materiales más elementales. Eso configura una situación de crisis, porque lo que todos vivimos es una circunstancia caracterizada por el desamparo: cuando no hay protección, tenés desamparo social. Después hay otro fenómeno que es la deses­peranza, que tiene que ver con una pérdida de perspectiva de futuro.

—¿Por qué cree que el trabajo ha perdido sustento en el país?

—En estas condiciones, muchas veces tenemos la sensación de que ya no somos necesarios y ese sentimiento afecta muchísimo la autoestima y la valoración, porque todos necesitamos sentirnos valorados por el contexto social en el que vivimos y nuestra valorización interna está relacionada a como somos valorizados socialmente. El trabajo en la Argentina ya no está valorizado. Si la perspectiva de la certeza con respecto al trabajo no está garantizada vamos sintiendo que somos prescindibles y eso afecta profundamente en nuestra identidad.

—¿Qué función cumple el Estado en toda esta situación?

—El problema es que los sectores de poder, los que gobiernan y los que están detrás y los apoyan tienen otros intereses y dejan en el abandono al conjunto de la sociedad, no es que no saben hacer las cosas. Hay discursos contradictorios, como el objetivo de “Pobreza 0”, pero en los hechos creo que hay un abandono de las funciones de las responsabilidades que tiene que tener el Estado. Que la gente pueda nuclearse y pelear ayuda a la recuperación de la identidad y a salir de la apatía.

—¿Cómo se hace entonces para agruparse en pos de un interés común?

—A mí me parece que agrupándonos con los que nos rodean. Sabiendo que podemos demandar cosas diferentes, que eso también nos ayude a preservarnos y que se vayan armando redes y condiciones sociales que vayan favoreciendo la construcción de algo nuevo y diferente. Esto es posible y es un desafío de los tiempos actuales. Para eso tenemos que nuclearnos con otros, y existen experiencias. En la Argentina, el colectivo Ni Una Menos, que ha visibilizado el problema de la violencia de género, ha conseguido muchas cosas. Son pequeños avances que van en ese sentido.

—¿Es importante entonces el peso de la palabra para cambiar la realidad?

—La palabra siempre puede tener peso social. Se crea a través de hechos que se produzcan en la lucha social. Cuando las mujeres vamos a la calle y ocupamos la escena pública, ahí el lema Ni una menos pasa a ser significativo, con un peso específico. Hay muchas experiencias en ese sentido. Necesitamos construir otros discursos que sean modelos ejemplificadores.

Un país cargado de ansiedad

La crisis económica ha llevado a que las consultas con psicólogos y psicoanalistas por el llamado “estrés crónico” hayan crecido fuertemente en los últimos meses. Para Diana Kordon, “en el ámbito hospitalario o en los diferentes espacios, todo el mundo habla de estrés crónico. Es una respuesta del organismo. Cuando hay estímulos traumáticos o muy fuertes, trata de adaptarse a ellos”.

Para la reconocida médica psiquiatra, “esos estímulos son tan fuertes que claudicamos, no nos da para enfrentarlos. El nivel de exigencia en el que vivimos es tremendo en los más diversos sectores. Esa ansiedad es como una carrera para poder sostenernos en el mundo y está ligada al capitalismo y sus dilemas”.

“Ese síntoma, que es el que la gente sufre cuando viene y me dice: me diagnosticaron estrés crónico, está muy ligado a las condiciones de vida, a la falta de certezas y a la falta de proyección para tu vida y tu familia”, recalcó Kordon.

El estrés crónico y su vínculo con el neoliberalismo

El modelo neoliberal ha vuelto a tener injerencia en las decisiones políticas de la región, y la Argentina no ha quedado al margen de ese fenómeno. En otro de los tramos de su charla con diario Hoy, Diana Kordon trató este tema, y resaltó que “el estrés crónico está asociado a la fase más aguda del capitalismo y está acompañada de múltiples discursos. En el plano de la cultura, va de la mano de la posmodernidad, que sería decir que se acabaron los grandes relatos y que todos son fragmentarios”.

Para la coordinadora del Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Psicosocial (Eatip), “hay una idea que se quiere imponer de que efectivamente el mundo es así, que hay que aceptar eso, que no hay otro mundo posible y que en el mejor de los casos se pueden obtener algunas cosas parciales. Esto afecta profundamente a los sujetos”.

“El neoliberalismo afecta la subjetividad del mundo actual. El modelo que se impone socialmente desde los discursos hegemónicos es la aceptación de que no hay otro mundo posible. Pero uno podría pensar en otros términos, y considerar que estamos en un período muy serio en todo el mundo, no solo en la Argentina, y que entonces hay que recuperar la idea de que las cosas sí pueden cambiar si hay un protagonismo social”, subrayó Kordon.

Noticias Relacionadas