El verdadero significado del Día de la Lealtad

El kirchnerismo ya no respeta la historia y quiere manipular el significado de la movilización de trabajadores ocurrida en 1945 para apoyar a CFK 

Hoy se cumplen 68 años de una de las movilizaciones más importantes de nuestra historia, donde más de un millón de personas, especialmente trabajadores, coparon Plaza de Mayo para exigir la liberación del entonces coronel Juan Domingo Perón, que desde la Secretaria de Trabajo y Previsión, había instrumentado numerosas medidas que favorecieron a los sectores obreros y le permitieron integrarse al país.

El kirchnerismo, en una infame manipulación, hoy buscará transformar la celebración de esta fecha histórica en un acto de apoyo a la presidenta Cristina Fernández, que se encuentra recuperándose de una operación en su cráneo. La realidad, que como decía el propio Perón “es única verdad”, es que el gobierno actual nada tiene de peronista. Por el contrario, implementa políticas inspiradas en el más absoluto conservadurismo, como es el hecho de tener a miles de compatriotas subsistiendo con dádivas repartidas discrecionalmente desde el Estado, condenándolos a tener que vivir en condiciones de pobreza.

El 17 de octubre representa, en cambio, la esencia del peronismo: el trabajo. No por casualidad, dos de las verdades justicialistas, que constituyen un importante legado de Perón y Evita, establecen:

- “No existe para el peronismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan”.

-“En la Nueva Argentina el trabajo es un derecho y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”.

Sólo basta ver el infame sistema clientelar montado por el kirchnerismo, con casi un millón de jóvenes que no estudian ni trabajan, para darse cuenta que los K nada tienen de peronistas. En los últimos años, en nuestro país, la generación de empleo genuino prácticamente brilló por su ausencia. Los principales puestos laborales los generó el Estado, convirtiéndose en un enorme elefante blanco que se alimenta a partir de una agobiante presión fiscal sobre pequeños y medianos empresarios, y sobre el sector productivo, lo que impide el desarrollo del mercado interno.

Para conocer el verdadero significado de esta fecha histórica, en esta página publicaremos una parte de una nota realizada por el recordado dirigente sindical y fundador del diario Hoy, Antonio Felipe Balcedo, en el año 1981, que tiene una asombrosa vigencia. En la columna, escrita en plena dictadura militar, con gran valentía Balcedo cuestionó al gobierno de facto, que venía instrumentando una política económica -de la mano de José Alfredo Martínez de Hoz- que le había puesto bandera de remate de al aparato productivo, de forma muy similar a lo que vienen realizando los K.

17 de octubre: ingreso de los trabajadores al escenario político nacional

Por Antonio Balcedo

Salvo algún pequeño grupo ideologizado y sectario, las grandes y ponderables corrientes del pensamiento nacional han hecho, con leves matices interpretativos, un juicio de valor histórico definitivo: el 17 de octubre significó el ingreso de los trabajadores al escenario político nacional.

Tres opiniones tenían hasta ahora indisputado el campo de la interpretación del hecho: desde la izquierda, calificándolo como la acción de grupos de desclasados manejados por provocadores policiales; la derecha, como la acción de un demagogo que utilizó los recursos del Estado para exacerbar una supuesta apetencia incontrolable de las turbas”, y desde los sectores populares, en una versión apologética, casi mítica, que suelen ser las formasen que el pueblo canta a sus grandes queridos acontecimientos.

Sin embargo, el transcurso del tiempo ha ido dando perspectiva histórica, ha ido permitiendo ver con más nitidez los contornos, los actores, y, lo que es fundamental, la sustancia profunda que marca, innegablemente, un hito, la culminación de un ciclo y el inicio de otro. Va permitiendo, más aquí o más allá de sentimientos y quereres, ver las causas profundas de ese hecho histórico.

Si a instancias de la Segunda Guerra Mundial el país había iniciado su incipiente pero progresiva industrialización, ya que el libre cambio al servicio del interés inglés perdía su vigencia por la imposibilidad del abasto externo, no es menos cierto que la perspectiva cierta era, una vez terminada la contienda, la entronización fraudulenta de Patrón Costas, lo que implicaba un retorno a la más cruda política oligárquica del país empequeñecido y pastoril, de “peones flacos y vacas gordas”.

Es decir, que se resolvía el ingreso al país a la era de la modernidad industrialista, o el retroceso a lo peor de la década infame. Aquí irrumpe el ejército industrialista, el que quizás no tenía la madurez plena de un programa acabado, “académico” y “científico”, pero sabía lo fundamental: un país sin industria, es un país dependiente. Y ese ejército industrialista, que ocupa el lugar de un empresariado débil, sin conciencia de su propio interés, tiende a labrar un pacto histórico con el movimiento obrero que había cambiado aceleradamente su composición inmigratoria, conformándose masivamente con los hijos del interior en los grandes centros urbanos industriales.

No cabe duda de que en ese 17 de octubre de 1945, esa alianza Ejército y trabajadores inicia para la Argentina la presencia activa, organizada, multitudinaria y nacional de las masas populares en el país. Podrán señalarse falencias y errores, que será bueno computar para la experiencia colectiva superadora, pero no se podrá negar que a partir de entonces los trabajadores fueron parte integrante y participativa de las grandes decisiones nacionales.

Hoy, en este 17 de octubre, las condiciones son totalmente dispares: un Ejército sin liderazgos manifiestos, jaqueado por intereses e ideologías que pretenden continuar la destrucción sistemática de la industria nacional a través del “eficientismo” basado en la desprotección del aparato productivo, y un movimiento obrero intervenido, con una legislación destructiva e inhibitoria, con una lamentable y circunstancial división, sin liderazgos. Es que el enemigo del interés nacional sabe poner desunión entre los que debe haber sagrada unidad y armonía, sabe poner confusión donde debe haber claridad. 

17 de octubre de 1981