Los pañuelos celestes y verdes no representaron ni representan la realidad

Afuera del Parlamento, en tanto, multitudes con pañuelos celestes y verdes expresaron su posición. Y, más allá de sus opiniones, Ni “verdes”, ni “celestes” representaron a esas mujeres excluidas, olvidadas en la miseria

Tras su paso por la Cámara de Diputados el pasado 14 de junio, el proyecto de legalización del aborto no se aprobó tras más de 16 horas de debate en el Senado. 

Afuera del Parlamento, en tanto, multitudes con pañuelos celestes y verdes expresaron su posición. Y, más allá de sus opiniones, ambas eran igualadas en su condición (clase media y media alta) y en su desconcierto: hombres y mujeres plenos de posibilidades, con las necesidades básicas satisfechas, con conocimientos sobre lo que es el aborto, la educación sexual, la familia, la vida y la muerte.

Pero increíblemente ciegos a la realidad de las mujeres que dicen defender, justamente las que más sufren en este momento crítico de la Argentina. 

Ni “verdes”, ni “celestes” representaron a esas mujeres excluidas, olvidadas en la miseria, integrantes del cuarto de la población que no come, habitantes, muchas de ellas, de alguno de los más de 150 asentamientos que pueblan La Plata, donde faltan los servicios básicos y sobran la promiscuidad, la droga, también los abortos en condiciones peligrosas. No estuvieron esas mujeres, ni sus hijas que hoy sobreviven a la intemperie y quizá mañana sean madres que tengan hijas y quizá... No hubo lugar para ellas; no hubo pancarta que se hiciera eco de estas heridas que urge curar.

Asistimos, en cambio, al reflejo de una farsa derramada desde el centro mismo del poder: el Presidente, que envió el proyecto para su debate en el Congreso, luego se manifestó en contra, como la Gobernadora, y la Vicepresidenta (con intervenciones olvidables que tuvieron su ápice anoche cuando, en plena sesión, y sin advertir que tenía el micrófono abierto, descalificó al senador de Cambiemos, Luis Naidenoff con un duro “Es un pelotudo, no rompa las pelotas”). 

Con un grado supino de estupidez política, la alianza gobernante condicionó el debate, dividió a su propio electorado: el grueso de manifestantes que ayer se reunió frente al Congreso, agitando pañuelos celestes o verdes, votó a Cambiemos. Fueron ellos los que, como diría un sabio escritor, se trenzaron en discusiones tilingas, liberales, de “señoras gordas”. 

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