“Arrepentido de mis pecados”, el polémico epitafio que reza en la cruz del femicida Barreda
La colocó ayer su biógrafo y único amigo en su tumba, justo en la fecha en que uno de los máximos asesinos de la historia argentina cumpliría 85 años
El múltiple femicida Ricardo Barreda, fallecido hace casi un mes, hubiese cumplido ayer 85 años, y fue esa fecha, para nada azarosa, que su único amigo escogió para colocar una cruz sobre su tumba en el cementerio municipal de la localidad bonaerense de José C. Paz, con la frase, polémica por cierto, que reza “arrepentido de mis pecados cometidos”.
El escritor Pablo Marti, su último biógrafo y quien lo visitaba en el geriátrico donde murió el odontólogo platense, se acercó personalmente a la necrópolis donde descansan sus restos, cerca de las 9 de la mañana.
Se cruzó con uno de los empleados que allí trabajaban y le planteó su idea: colocar frente a la tumba del criminal una cruz donde se leyera la mencionada frase junto a la fecha de nacimiento y defunción. Una vez hecho, se retiró, con el deber cumplido.
Al parecer, dicha frase la pidió expresamente Barreda, y su allegado más cercano cumplió con uno de sus últimos deseos. El otro, que su cuerpo fuera cremado y sus cenizas esparcidas en la cancha del club de sus amores, Estudiantes de La Plata, no pudo ser. “Si no te dejan entrar al estadio, podés tirarlas en alguna plaza que lleve mi nombre”, le dijo también a Marti, quien hasta llegó a tentarlo para hacer una aparición breve (un cameo) en la tira El marginal, aduciendo que podía hacer un esfuerzo para que lo incorporaran.
Fantasía o realidad, no pudo hacerlo porque el asesino de su propia familia falleció en el camino y, tal como vaticinó, a la edad prometida: “Voy a morir a los 85 años”, le había afirmado al biógrafo en más de una ocasión.
“Él me había pedido que me ocupara de la cremación, pero no fue posible. Al menos, tras colocar la placa, descansará en paz y con un epitafio que quería, que hablara de sus arrepentimientos, porque se mostraba arrepentido del horror causado”, comentó Marti.
Murió solo
Barreda fue víctima de un infarto que le quitó la vida el 25 de mayo último, en el geriátrico donde pasaba sus días. Tenía momentos de lucidez y momentos en los que no recordaba quién era o lloraba por sus dos hijas.
Una vez muerto, sus restos fueron trasladados en una ambulancia hasta la funeraria, donde lo colocaron en el cajón más económico y lo dejaron un tiempo en un depósito lleno de ataúdes vacíos, sin que nadie preguntara por él.
Tampoco fue nadie al entierro, y no se acercó, hasta el momento, ningún curioso, aunque es cierto que el cementerio permanece cerrado a las visitas a raíz de la pandemia del coronavirus.
El odontólogo había sido condenado a prisión perpetua en 1995 por el triple homicidio calificado de su esposa, Gladys McDonald (57), sus dos hijas, Cecilia (26) y Adriana (24), y por el homicidio simple de su suegra, Elena Arreche (86), todos los hechos cometidos en cuestión de segundos en una casa de 48 entre 11 y 12.
En 2008 fue beneficiado con arresto domiciliario y se fue a vivir con su nueva pareja, Berta “Pochi” André, y, tras el deceso de ella en 2015, él tuvo que volver a prisión. Pero ese mismo año recibió la libertad condicional, y en 2016 quedó libre tras la extinción de la pena.