Alejandro Paola, el profesor que desarrolló su “sexto sentido”

Quedó ciego cuando era estudiante de Física, y aprendió a representarse las matemáticas, sin poder leerlas ni escribirlas. Hoy lleva 27 años de docencia en la UNLP. Su historia de vida

Alejandro Paola se quedó ciego a los 22 años, y su condición le hizo desarrollar otras capacidades para no resignar su sueño: recibirse de físico y hacer carrera académica. Hoy lleva dictados más de 120 cursos de Física, trabajó en 20 materias diferentes y asevera tener la “extraña propiedad” de que con sólo mencionarle un título puede desarrollar la idea y el concepto. Aquí un breve recorrido por su historia.

Era un es un estudiante de Física de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) cuando los médicos le dijeron que su caso era irreversible. Padecía una retinitis pigmentaria no típica que lo llevaría a la ceguera. “Fue un periodo de angustia importante, uno lo siente como algo terminal” recuerda.

Lo que más lo angustiaba era pensar  que ya no podría leer, y por ende tampoco podría continuar sus estudios. Pese al panorama desalentador, se propuso revertir la situación. “No había antecedentes de un caso como el mío. Consultaba a otras personas que tenían mi problema y me decían que no era carrera para un ciego. ¿Cómo van a hacer los ciegos para resolver matemáticas si no pueden escribir?”, relata.

Pero una vez más decidió ir contra la corriente guiado por su talento y vocación. “Sentía que podía entender la matemática y me dije voy a hacer un esfuerzo, tratar de desarrollar una línea de trabajo en la que pueda seguir aunque sea lentamente. Y eso fue lo que hice”.

Trabajaba con la ayuda de sus compañeros, utilizando grabaciones. Le leían cada parte de los ejercicios para que pudiera representar los esquemas en su cabeza. Fue así como pudo pensar la matemática sin leerla y escribirla. Ese “sexto sentido” se constituyó en su vital herramienta para su profesión. 

Tras 13 años de sacrificios se recibió de físico. Si bien reconoce que la Facultad le dio concesiones, destaca que “nunca me regalaron nada, me tomaron todo lo que tenían que tomarme y más”.

Su vocación docente lo llevó a ingresar como ayudante alumno en la cátedra de Física II de la Facultad de Ingeniería.  Ya han pasado 27 años de la primera vez que estuvo frente a una clase y aún continua al frente del aula, como profesor adjunto. 

Por encima de los obstáculos

Alejandro también da clases en la Facultad de Astronomía y Geofísica. “Doy clases escribiendo en el pizarrón, no tengo ninguna posibilidad de llevar conmigo un machete, un apunte, prescindí de esas cosas, me manejo solo”, dice.

Pese a todo destaca que el obstáculo más difícil al que se tuvo que enfrentar fue la integración como discapacitado en la sociedad. “Las discapacidades no están contempladas en el sistema y en sus estructuras. Entonces, la integración es un proceso que uno tiene que lograr abriéndose caminos a machetazos, es el escollo fundamental”, reflexiona.

“Aprendes a vivir en el límite de la legalidad, de las transgresión, en una situación permanente donde uno siente que está al borde de la delincuencia, porque eso es lo que la sociedad te dice cuando sos discapacitado y pretendes hacer algo que no está previamente concedido para personas así”, agrega.

Sin embargo, el profesor logró imponerse y con empeño pudo concretar sus anhelos personales y profesionales.