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Marta, la hermana de Horacio Ungaro, joven secuestrado el 16 de septiembre de 1976, dialogó con diario Hoy y contó sus sensaciones a 45 años del golpe de Estado.
24/03/2021 - 00:00hs
La Noche de los Lápices: un 16 de septiembre de 1976, varios estudiantes secundarios de La Plata, de entre 14 y 18 años, padecieron la parte más oscura y cruel de la última dictadura militar que tuvo la República Argentina.
En un operativo impulsado por Ramón Camps, jefe de la Policía de la provincia de Buenos Aires, los estudiantes secundarios de la ciudad fueron secuestrados de sus hogares, señalados como los responsables de pedir por un boleto estudiantil para todos los jóvenes del país.
El responsable directo de esas detenciones y desapariciones fue Miguel Osvaldo Etchecolatz, el jefe de la Dirección de Investigaciones.
Horacio Ungaro tenía 17 años y fue uno de los desaparecidos durante aquella fatídica noche. Luego de su detención, el joven fue trasladado a Arana, Quilmes y Banfield.
Muy unido a su familia, soñaba con estudiar medicina al igual que su hermana Marta; jugaba al ajedrez en el club de Gonnet y Estudiantes de La Plata y nadaba en el Club Universitario desde muy pequeño.
“El sentimiento por Estudiantes vino de la mano de mi mamá. Se hizo socio de la institución a los ocho años. Mi mamá fue nadadora del club y lo llevó a Horacio a jugar al ajedrez cuando era chico”, le comentó Marta a El Clásico desde su casa de Gonnet.
Horacio cursó sus estudios primarios en la Escuela Nº 18 de Gonnet y continuó sus estudios secundarios en el Normal Nº 3 donde era un aventajado alumno.
Figuraba en el cuadro de honor en diferentes años. De carácter reservado, era un poco tímido, lleno de pecas, rubio, ojos verdosos, alto y delgado.
“A 45 años del golpe cívico, militar y eclesiástico, todavía nos encontramos esperando justicia. Recuerdo esos rostros que quedaron eternamente jóvenes, de chicos y chicas mostrándonos su camino, la lucha por un mundo mejor y con igualdad de oportunidades. No olvido, no perdono y exijo, más que nunca, cárcel común y efectiva para todos los genocidas. Que vivan mucho y que sean atendidos, pero en la cárcel. Son asesinos”, concluyó Marta Ungaro a modo de reflexión.