Argentina dejó atrás los dibujos “modernos” y apostó a un sistema tradicional y compacto como el 4-4-2, que le sentó mejor a los referentes. En el final, todo fue empuje para buscar el triunfo
A veces los milagros suceden en el fútbol y la victoria de Argentina ante Nigeria fue uno de ellos. Sin embargo, más allá de los hechos fortuitos, la Selección cambió y para bien. El equipo mostró otra cara. Además del ímpetu y la entrega, que en este encuentro se notó mucho más que en los partidos anteriores, el dibujo táctico fue diferente y estuvo más adecuado a futbolistas que tienen mayor tenencia que verticalidad. Compacto y corto. Simple.
El arranque del partido fue con un 4-4-2 tradicional con Mercado, Otamendi, Rojo y Tagliafico en el fondo. En la mitad de la cancha, Enzo Pérez fue por derecha, Di Maria por izquierda, Mascherano fue el volante más retrasado, mientras que Banega (la figura) jugó suelto. Messi e Higuaín, arriba.
Del orden al milagro
El empate de Nigeria generó minutos de confusión y obligó a cambiar. La primera modificación fue el ingreso de Cristian Pavón (bien) por Pérez. Ante la falta de lucidez y con los nervios invadiendo las ideas, el técnico mandó a la cancha a Maxi Meza por Di María y más tarde rompió el esquema con el ingreso de Agüero por Tagliafico.
Antes del tanto agónico de Marcos Rojo, el equipo se paró con tres en el fondo; cuatro volantes y tres delanteros bien definidos pero con el detalle de que todos los futbolistas, con excepción de Otamendi pasaron al ataque. Dio resultado.