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Alejandro Grimson y una invitación a reflexionar sobre la pandemia

El antropólogo y asesor presidencial sostiene que es imprescindible discutir el futuro del país a partir de la crisis generada por la Covid.

Alejandro Grimson, autor de Mitomanías argentinas, Los límites de la cultura y Mitomanías de los sexos, entre otras obras, considera que: “La aparición de una pandemia como la Covid-19 es una bomba. Sus esquirlas son los relatos apocalípticos esparcidos por todos los rincones de la aldea global. Parafraseando a autores de resonancia, es más sencillo y usual imaginar el fin de la humanidad que el fin de la injusticia y de la desigualdad”.

Pareciera encontrarse bloqueada la imaginación de nuevos rumbos y de nuevos horizontes, lo que doblega los deseos, sueños y construcciones colectivas. Sin embargo, el porvenir está en entredicho.

Alejandro Grimson asegura: “Venimos de décadas de hegemonía global del ultra liberalismo económico. Y de una narrativa individualista, anti-pública y anti-estatal. La época inaugurada por el Consenso de Washington en 1990 se extendió hasta hace pocos años atrás. Abarcó desde la revolución neoconservadora hasta los neoliberalismos progresistas, como los llamó Nancy Fraser, cuando otorgaban leyes de matrimonio igualitario o tenían acciones de reconocimiento cultural”.

“Solo un grupo de países sudamericanos desde inicio de siglo desplegó por más de una década políticas que se oponían al retiro social del Estado, a la lógica privatizadora y a la apertura indiscriminada de las economías, que apuntaron a políticas redistributivas y a fortalecer decisiones soberanas con alianzas regionales. Mientras esos procesos políticos sud­americanos que fueron catalogados como pro­­gresistas, populistas o como un giro a la izquierda sufrieron derrotas muy diversas desde el golpe de Estado en Paraguay hasta otras electorales, el mundo se polarizó. Y los argentinos, que alguna vez creímos que la grieta era una creación nacional, nos quedamos atónitos por la división política tajante en varios países de Europa, de Norteamérica y de América Latina”, afirma Grimson.

En los últimos tiempos, el mundo ha sido escenario del avance, en varios países, de fuerzas que desplegaron discursos racistas, xenófobos, homofóbicos y de discriminación de clase. Y entonces llegó el coronavirus.

“Justo antes del coronavirus una de las preguntas más inquietantes era si esos nuevos fenómenos políticos iban a lograr extenderse en el tiempo. El gran relato posmoderno de un mundo globalizado sin fronteras develó su mentís. Devino inverosímil hasta para sus más fanáticos seguidores. No solo porque quedó al desnudo el truco de permitir la libre circulación del capital financiero mientras se convertía al mar Mediterráneo en un cementerio y se levantaban muros por doquier. La pandemia global despertó un creciente nacionalismo. Quizás en ese punto recuerde a la Segunda Guerra Mundial tanto como en los efectos económicos y sociales. El mundo lamentablemente parece aún no estar listo para iniciar la propuesta que hizo el Presidente Alberto Fernández en la reunión del G-20 de marzo de 2020, cuando señaló la necesidad de la solidaridad global y la coordinación de esfuerzos sanitarios y macroeconómicos. Incluso en las regiones más integradas del planeta, cada Estado nacional adoptó una política sanitaria y económica.

Ante fronteras que se cierran y muestras aisladas de solidaridad interestatal, no puede pecarse de optimismo”, concluye el antropólogo.

Una necesidad cultural de abrir horizontes

La pandemia abre una importante disputa de interpretaciones y de narrativas, aunque han cambiado las circunstancias. Algunas de estas narrativas conducen a pensar que solo debemos rendirnos ante lo que sería inevitable.

Sin embargo, los colectivos humanos, las sociedades y sus instituciones son los que hacen la historia, sean cuales sean las circunstancias que nunca se escogen. Ese es el desafío que propone Grimson.

“Abrir horizontes, pensar el futuro y comprender el presente en su complejidad son tareas claves para transformar las injusticias y las desigualdades. La burla frente al optimismo de la voluntad tiene larga tradición. Se trata de una vieja estrategia. La vocación de transformación y la lucha contra la injusticia siempre sufrieron denigraciones. Se las acusó de falta de inteligencia, de información o de no haber comprendido los tiempos. Sin em­bargo, creemos que otro futuro es posible y trabajamos por un mundo donde quepan mu­chos mundos” afirma el antropólogo.


La Covid-19 muestra que no solo se expande la desigual distribución de bienes, sino también la distribución de males, como decía Bauman: “Esa deuda ética potencia el cuestionamiento hacia una promesa de progreso y crecimiento que no pone el foco central en las sociedades y los seres humanos. Si no aceptamos nociones integrales del desarrollo humano y social, el desarrollo económico se concibe escindido del bienestar, de la salud, de la vivienda, de la vida buena, del acceso al conocimiento y del medioambiente”.

¿Cuáles son los intereses en juego?

“No se trata de puros intereses distributivos, aunque en el corto plazo muchas veces puedan aparecer de ese modo. La concepción del mundo y de la vida de que solo existimos para acumular, pertenece a un grupo, el más poderoso. No siempre hay plena coherencia entre los intereses de corto, mediano y largo plazo. Porque lo que puede ser conveniente para mejorar las condiciones económicas inmediatas puede ser perjudicial para otras dimensiones o para las generaciones siguientes”, dice Grimson.

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