entrevista

Alfredo Castro: “La gente no va espontáneamente al cine”

El talentoso intérprete chileno brilla en producciones internacionales mientras continúa dirigiendo y pensando la actuación como una manera de entender y transformar el mundo.

En El viento que arrasa, de Paula Hernández, que adapta la novela homónima de Selva Almada, Alfredo Castro es el Reverendo, un hombre que deambula por el país predicando hasta que queda varado en un pueblo del norte en donde conocerá a gente completamente diferente a él. Para saber más sobre este rol, hablamos con Castro, quien además está nominado a los próximos premios Platino por su increíble encarnación de Salvador Allende en Los mil días de Allende.

—El viento que arrasa viene ­recorriendo varios festivales y finalmente se estrenó en Argentina, ¿cómo es para vos volver a ­conectarte con el personaje, con la historia?

—Muchos sentimientos, porque fue un rodaje duro, muy duro, muy importante, además. Un personaje con mucho texto, mucho verbo, mucha pasión, que estaba siempre un ritmo full, a mil, entonces es muy emocionante verlo, porque pienso: “¿Cómo hicimos eso?”. Hay una escena que no la olvidaré en mi vida, que es cuando se encuentra con las ovejas en la noche y se filmó a las cuatro de la mañana, en plena noche, con mucha lluvia, con mucho viento. Y yo recuerdo que agarré una oveja y la levanté, porque el texto decía eso, entonces teniéndolo aquí en mente lo hice. Fue una experiencia increíble, un muy buen equipo, una directora maravillosa, sensible, amorosa, compañeros también muy queridos.

—En esto que me decís del texto vivo, vos venís trabajando hace mucho tiempo y aprendiendo diálogos, pero ¿cómo fue aprenderse estos parlamentos tan largos y además en esta declamación mesiánica que tiene el Reverendo?

—Fue superdifícil porque no había posibilidades de improvisar. Si algo se nos olvidaba, o no venía la palabra con tanta acción, era porque era un lenguaje bíblico. Entonces muy aparatoso, muy grandilocuente, pero lo logramos.

—¿Habías leído con anterioridad el libro de Selva? ¿Te familiarizaste con él cuando te llegó el proyecto?

—Paula me prohibió leer el libro. Leí los otros de ella, es una trilogía que ella tiene sobre la masculinidad y me pareció que es una escritora increíble. Y al guion yo lo encontré maravilloso, no he leído la novela, pero el guion a mí me dijo mucho. Yo lo quise desde un principio a este guion.

—En tiempos en donde la palabra, y sobre todo está esta bajada evangélica, Selva Almada habla de un lugar que puede ser cualquier lugar de Latinoamérica...

—Absolutamente, muy ligado políticamente, y fue lo que me hizo aceptar el proyecto. Muy ligado a las ultraderechas. En una iglesia, un proyecto, una palabra, que se vincula mucho a lo machista, a lo heteronormado, al vasallaje, muy malamente masculino, y me llamó la atención que existiera eso. Y que fuera un guion, fuera una novela, y que fuera una película es lo que me hizo aceptar, porque sentí que estábamos dando en el clavo. En los tiempos que estábamos viviendo de una juventud también como muy frágil, y los dos hombres ahí, los padres, me pareció que era precioso el tema de dos padres de formas tan distintas como crían cada uno a su hija, el otro a su hijo, y cada uno defendiendo sus valores hasta las últimas consecuencias. Pero hay una entrega, también, del muchacho, que a mí me pareció que era un momento francamente notable de esos momentos que un actor puede gozar, disfrutar profundamente. Esa escena cuando el tipo lo entrega finalmente y a mí me a mí me ha tocado hacer personajes bastante oscuros en el cine, en general, y me gusta, me parece que es mi oficio. Me parece que me corresponde hacerlo y de este personaje me llamó mucho la atención su pasión ominosa, por aquello más oscuro, por este muchacho, que tan maravillosamente interpreta Joaquín Acebo. Había algo ahí, muy oscuro, muy extraño con ese ser.

—¿Cómo fue el encuentro con Almudena González, con Sergi López? Porque además es una película en la que son cuatro personajes cargándose la película completamente...

—Fue muy amable, muy cariñoso, no tuvimos crisis de ninguna especie. Hubo algo que me pareció superinteresante, que es que, Sergi español y yo chileno, teníamos coach de acento argentino, de Entre Ríos, y fue muy difícil. Yo estoy muy a favor y estoy muy contento de las coproducciones, que se están produciendo en todo Hispanoamérica y yo creo que tenemos que traspasar esa barrera del dialecto y la perfección del dialecto. En un momento estábamos como muy estancados, muy jodidos con el acento, y Paula brillantemente dijo: “Se acabó aquí, son más importante los sentimientos, las emociones, los personajes, los textos y las relaciones”. Y ahí nos fuimos bajando el español de Sergi y mi chileno, bajándolo al mínimo, dejando un español, un castellano muy neutro. Fue hermoso ese momento porque nos liberamos, como que soltamos y nunca nadie ha dicho nada sobre los dialectos y acentos. En la medida que uno no utilice modismos de dónde van ciertas melodías que son propias del lugar, pero ya el acento perfecto de los americanos de Texas, Ohio y que, no sé, San Francisco y los ingleses y toda esta cosa con los acentos es interesante. Pero tampoco puede ser paralizante, o sea, parar en no hacer cine y coproducciones que se trabaja tan bien y se logra una humanidad, un colectivo tan potente, tan brillante, hermoso de múltiples naciones. Imagínate ahí, uruguayo, argentino, brasileros, holandeses, chilenos, es una maravilla. Yo lo pasé increíble.

Su mirada sobre la actualidad cultural y política de Argentina

—Antes hablábamos de cómo la película también habla de un momento tan particular del mundo, con la ultraderecha avanzando a como dé lugar. Noso­tros estamos viviendo una pesadilla total, y particularmente ahí hablabas del cine, de cómo las coproducciones fortalecen la industria cinematográfica, y nos ha permitido, por ejemplo, poder disfrutar actuaciones tuyas maravillosas en nuestro cine, y también actores que están yendo y viniendo. ¿Cómo estás viendo vos, desde el otro lado, lo que nos está atravesando?

—Yo he firmado cartas de apoyo, he filmado videos. Sentimos en Chile, todo el medio teatral, cinematográfico, que es horroroso lo que está pasando, y nos parece más horroroso que haya todos los días una noticia de cortes y recortes, de gente sin empleo. Esto me recuerda a mí muy dolorosamente a la época de Pinochet, que por salvar la economía, o sea, a los más ricos, había un 60% de pobres, un 47% de cesantías, una inflación horrorosa. Fue el experimento de los Chicago Boys, aplicaron la teoría de Chicago a costa del ser humano, de los más pobres, de los más vulnerables. Me parece que está pasando en Argentina un poco lo mismo, gente que vive en la calle, no importa lo que pase. Si salvamos al sistema, no es que se salve Ar­gentina, se salva el sistema, se salvan los más ricos, como siempre.

—Dentro de este contexto se presenta esta película, y sobre todo la pandemia, que estábamos tan impedidos de salir, nos setearon para decir “no vuelvan al cine”, ¿cómo ves esto?

—En Chile está muy flojo, la gente va a ver estupideces americanas o películas que vienen superrecomendadas por los Goya, por los Óscar, por el festival de Málaga, en fin, pero la gente no va espontáneamente al cine. Se instaló una flojera, una desidia en torno a ir a ver una película al cine, y yo creo que aquí va a tomar un tiempo retomar eso, pero creo que está yendo mejor en Argentina que en Chile.

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