Este viernes llega la superproducción nacional que mezcla en dosis exactas el thriller más tradicional
con condimentos locales para reflexionar sobre el avance de la derecha y la religión en la vida de la región.
La nueva ficción de Netflix, El reino, protagonizada por Diego Peretti, Mercedes Morán, Chino Darín, Peter Lanzani, Nancy Dupláa, Joaquín Furriel y Vera Spinetta, entre otros, tiene tras los libros y la dirección a Claudia Piñeiro y Marcelo Piñeyro.
Diario Hoy dialogó con ambos para conocer más detalles de la propuesta que este viernes desembarca en la plataforma con su reflexión sobre la religión, la política, la corrupción y los deseos.
—¿Qué sensaciones tienen ante el estreno finalmente del proyecto?
—Marcelo Piñeyro: Es raro, porque, al menos en mi experiencia, es abstracto. Una película se estrena un día, previamente hay funciones con periodistas, con público, normalmente no estaba el contexto de pandemia y se podía mostrar el trabajo con libertad, y luego la película hacía un recorrido estrenándose en diferentes puntos. Ahora va a suceder todo en un día y todo será hiperabstracto sin esa tangibilidad o materialidad que te da una sala con un público con una energía que acá iremos descubriendo cómo circula, es muy raro.
—Claudia Piñeiro: Yo estoy muy ansiosa y quisiera que ya se estrenara porque soy muy mala para no hacer spoilers y estoy todo el tiempo tratando de controlar esas cosas e imagínate que se suma a esto los acuerdos de confidencialidad. Por eso estoy esperando que se estrene para liberarme y poder hablar. Como dice Marcelo, seguramente será muy distinto y al primer o segundo día sabremos de aquellos que la están viendo por comentarios, por las redes, por teléfono, la expectativa está ahí, y en mi experiencia, que son los libros, lleva mucho más tiempo, pero acá todo será rápido, un input muy frenético y eso va a ser distinto a otras situaciones.
—¿Cómo fue trabajar a “cuatro manos”?
—CP: Teníamos un método de trabajo que, cuando no había pandemia, era juntarnos todos los días a tirar historia, a hablar, no a escaletear los capítulos, pero para llegar a ese punto nos juntamos mucho a hablar, pensar cómo eran los personajes, escaleta, hacer los guiones, que tuvieron muchas idas y vueltas. Es más, cuando nos pedían un adelanto de episodio les decíamos que se lo enviábamos completo, porque teníamos mucho material, y después lo corregimos.
—MP: Somos muy poco ortodoxos, y al principio la gente de Netflix, acostumbrados a otra cosa, los volvimos un poco locos. Nos funcionó, lo hicimos rápido y bien.
—Los libros tienen personajes protagónicos, líneas que conectan, pero hay personajes secundarios como Celeste del que queremos saber más. ¿Cómo se arma una estructura así, con temas, personajes, y todo lo demás que aparece?
—CP: En este caso la estructura fue regida por los personajes, incluso esos más pequeños, por lo que hubo que crear una estructura y una trama, y por eso se percibe eso, y en cada capítulo se le da preponderancia a un personaje y luego se avanza, lo pensamos así.
—MP: Vos viste los primeros episodios, pero en el quinto, aparece una nueva dimensión, en el sexto otra que la contextualiza, y no tenes aun una idea acabada de lo que es El reino y la mirada sobre que es una serie sobre religión y política te va a quedar un poquito corta, me parece.
—¿Qué les pasa cuando ven que se sigue adoctrinando en la fe desde envíos masivos? El estreno en un año político, ¿es necesario para abrir los ojos de los espectadores?
—MP: Ojalá suceda, no somos tan ambiciosos, ojalá lo haga. La serie la craneamos más allá de lo estrictamente coyuntural, teniendo una mirada sobre lo que está sucediendo en este siglo, donde se está quitando la racionalidad del debate, del debate de qué sociedad queremos para vivir. No es casual que en el siglo XXI hayan vuelto las guerras religiosas de un modo que creo que hay que remontarse a la edad media para encontrar esto, entonces, en todo el planeta esto se da de formas diferentes. Vemos que en las tres Américas la nueva derecha ha tomado como ariete las iglesias evangélicas, y si bien aquí en la Argentina no es tan fuerte, en Estados Unidos puso a Trump, en Brasil a Bolsonaro, pensamos qué pasaría si ese creyente evangélico, bastante orgánico, y esa porción del electorado pudieran determinar la prevalencia de un candidato político sobre otro.
Este juego que hicimos plantea desde la ficción y la fantasía iluminar sobre ciertas cosas que pasan con la manipulación emocional del ciudadano. Hay una concepción de la política y de la religión, una concepción de la política y una concepción de la religión, no digo la política y la religión, que tienden a la manipulación emocional para evitar el pensamiento racional, porque desde el pensamiento racional son insostenibles, desde lo emocional podes sostener cualquier cosa, y por esto trabajar sobre los odios, miedos, rencores, sobre lo que construimos la serie, separando además, que hay un sentimiento genuino de religiosidad, y eso no lo cuestionamos porque es una manera que tiene el hombre de explicarse a sí mismo en el universo, pero el problema es cuando manipulas ese sentimiento.