entrevista
Leonardo Sbaraglia: “Es un personaje que fuimos encontrando con amor”
El camaleónico intérprete vuelve a sorprender en un relato inspirado por el recordado José de Zer y sus increíbles crónicas de fenómenos paranormales.
El hombre que amaba los platos voladores, de Diego Lerman, marca la vuelta de Leonardo Sbaraglia al cine argentino en un rol tan disparatado como entrañable, el de José de Zer, el icónico movilero de Nuevediario. Con él hablamos sobre sus experiencias en el rodaje y también sobre sus “extraterrestres” preferidos.
—¿Cuál es tu extraterrestre de ficción favorito?
—Mork de Mork & Mindy, no sé si ese es mi favorito. Me parece que E.T. Además, siempre me salió bien imitarlo.
—¿Vínculo con ufos, ovnis, etc., antes de ingresar en el universo del hombre que amaba los platos coladores? ¿Vieron alguna vez algo?
—No, me hubiese encantado. Me hubiese encantado, pero no. No quiere decir que para mí no… Para mí pasan cosas, hay muchas. Para mí estamos rodeados. Seríamos, yo creo que es algo muy… No sé, pero para mí hay seguramente un montón de posibilidades de vida en otras galaxias. No sé si el ser humano ha tenido contactos con esas vidas o no. Aparentemente, sí, hay gente que sí, que ha tenido sus experiencias, pero por ahora al menos no nos ha tocado. Solamente nos ha tocado en esta película.
—Contame un poco cómo fue viajar al universo de José De Zer y Nuevediario y las fake news. Digo, desde hoy lo leemos desde otro lugar, ¿no? Pero en ese momento que era tan vívido y tan real lo que hacían…
—En principio fue un poco como un viaje al pasado. Nosotros estuvimos ahí en Canal 9 investigando y un poco tratando de entender a este personaje fantástico que es José de Zer. Y bueno, muy inspirador, porque para mí, no sé, poder hacer un personaje así no lo sentía a priori. No sentía que iba a ser tan power, como tan poderoso. Y lo terminé sintiendo como un personaje realmente muy vital. Paradójicamente, lo siento un personaje lleno de entusiasmo y de pasión y de luz. Fue muy lindo para mí hacerlo. Lo digo en todas las entrevistas, que lo siento como un tipo que te deja luz, que te deja una marca lumínica. Me parece muy lindo. Lo viví con mucha alegría.
—¿Cómo fue encontrar al José de Zer que vemos en la película y no caer en una caricatura que no es?
—En principio tuvimos un tiempo lindo de ensayo, de más de un mes y medio, casi dos meses prácticamente, entre pitos y flautas. Y bueno, ir metiéndose al principio en el corazón de la historia. En lo que Diego quería también contar, que es un poco la historia de un tipo que se va como que va separando los dos pies de la tierra, y va perdiendo de alguna manera el eje de las cosas, de su realidad, de una realidad. Va pasando a otra realidad, a la realidad de empezar a creer que es un elegido, que tiene una misión, que tiene un objetivo. Que por más que los medios sean un poco de cartón pintado, en realidad el objetivo es un objetivo que habla de otra cosa y que va a buscar otro lugar, que va a buscar un misterio, que va a buscar una creencia, que va a buscar magia. Yo creo que es un personaje que nos fuimos encontrando, justamente, con ese amor a este personaje, a esta figura, a este entusiasmo y a esta creatividad que tenía el verdadero José de Zer. Ese amor y esa relación a su hija también, que es como un eje muy importante dentro de la película. Y después, bueno, esta idea también de Don Quijote y Sancho Panza, de un tipo que va a buscar los platos voladores atrás de los molinos de viento. Pero en definitiva, todo con base en la idea de generar ficción, de generar magia, tiene como una cosa, creo que muy poética la película. Por eso creo que es una película que tiene, como hablábamos antes, de lo analógico. Además era un mundo analógico en ese momento, los ochenta. En contraposición con toda la caterva de sobreinformación y de sobreentretenimiento que podemos tener hoy día, que prácticamente no te podés distraer, como en ningún momento podés tener como una especie de relación con el propio ombligo, porque todo el tiempo estás como muy estimulado por tantas cosas. Y eso empieza a ser además un problema, no solamente para los jóvenes, sino para todas las personas. Por eso creo que, bueno, es una película que, con relación a lo que es la figura de José de Zer, yo lo fui como viendo muchísimo, video, escuchándolo mucho, mucho, tratando de entender. Es como que cuando empezás a ver tanto a alguien, ya la primera capa, esa capa del plano general, va pasando a un macro, a un supermacro, que entras ahí, entras. Yo siento que, de alguna manera, muchas veces uno como actor tiene la posibilidad de, bueno, de volver a vibrar una energía que ya no existe, que es una energía más cuando es alguien que no está. Bueno, uno coquetea con esa imagen de que esa energía está en vos, está conviviendo en vos, y se te va metiendo en tus huesos más profundos, en tus lugares más profundos, y tiene algo para dejarte, y vos tenés algo también para acompañar esa energía. Creo que eso es hermoso, a mí me parece hermoso eso, en mi trabajo, porque es como, un poco, como un medium, que traes algo que no existe a un plano de lo tangible, captado por las cámaras o captado por las personas. Pero es como volver a traer fantasmas que tienen evidentemente algo para contarnos y para decir, sea a través de una palabra, de un lenguaje, de una música, o de una vibración, una frecuencia. Y de acá al psiquiátrico (risas).