entrevista

Mercedes Morán y Jorge Marrale presentan Empieza el baile

Este jueves llega a las salas de todo el país esta entrañable historia de amor y amistad que viene de ganar el premio del público en el Festival de Málaga.

Mercedes Morán, Jorge Marrale y Darío Grandinetti son los protagonistas de Empieza el baile, película de Marina Seresesky que narra el reencuentro de tres amigos después de mucho tiempo. Para saber más de la propuesta hablamos con Morán y Marrale en exclusiva.

—Primero me gustaría preguntarles, ¿qué puntos tienen en común con sus personajes en cuanto a las giras?

—Jorge Marrale: Hay mucho.

—Mercedes Morán: Fue una de las cosas de las que nos agarramos para entender un poco esta dinámica, de cómo se van tejiendo los vínculos y cómo se van complejizando, porque como actores hemos hecho giras, sabemos lo que es eso, cuando hacemos películas también, era para mí lo más reconocible, aunque los métiers sean distintos, cargamos un legado teatral, así que lo utilizamos y redefinimos en ese universo del tango, que es tan particular. Más allá de todas las semejanzas, tiene particularidades que solo pertenecen a ese universo. Con los distintos acercamientos que cada uno de nosotros tuvo a eso. En mi caso, bueno, imaginar estas mujeres, en esa época, con esas vidas, no sé, de esos personajes. Curioseando para saber cómo se mantenía en el cuerpo esa memoria del baile, ese baile tan específico y tan precioso como es el baile del tango.

—JM: Lo que pasa es que lo que decís es vinculado a las giras que uno hace. No solamente el momento de que subimos al escenario, sino que es toda la gitaneada que uno hace cuando sale de gira y uno empieza a llenarse de anécdotas por lo que convive con el otro. Y eso también hace al vínculo y te queda para ­siempre. Y a mí me parece que una de las cuestiones centrales de la película es la vida vivida por ellos tres durante ese tiempo, si eso no se cree, es muy difícil creer la road movie a dónde van a ir. Y a mí me parece que lo esencial fue haber creado entre nosotros, o recreado, lo que hemos vivido. Digamos, no hay abstracciones. Las cosas suceden y uno está lleno de cuestiones que suceden. El actor es eso, ¿no?, el actor o la actriz. Estamos hechos de lo que acumulamos y después cómo lo metamorfoseamos para que, bueno, en ese rol meternos. Pero trabajamos con nosotros todo el tiempo. Y haber trabajado con nosotros y haber trabajado con “Mecha”, con Darío, hay algo que estaba hecho, hay algo que estaba como servido. Y uno podía tomar valores de eso.

—¿Cómo fue construir a Marga y Pichuquito? Digo, ¿cómo fue armarlos? Porque Marga, por ejemplo, habla de una manera muy particular, con palabras que yo no escuchaba, expresiones de hace millones de años...

—MM: Fue muy divertido volver a poner en la boca de una aquellas expresiones, otra época, ese humor.

—Muy de Tita Merello...

—MM: No la tomé como inspiración, pero es un ícono de mujer del tango que es inspiración pura, esta cosa de la mujer que se hace la fuerte cuanto más vulnerable y frágil se siente se pone una armadura, imagino que tiene que ver con todo lo que enfrentaron esas mujeres en esa época, en un mundo masculino, machista, trabajando con esos hombres, compitiendo con ellos, que los cuidaba, la cuidaban, sociedades de trabajo en donde ella no se podía poner frágil, y esa contradicción al armarse así, sin mostrar vulnerabilidad, el espectador tiene que poder verla y eso es delicado, pero con ellos al lado, la directora, con ese guion y tantas inspiraciones fue fácil.

—JM: Y, bueno, a mí me parece que es medio icónico este Pichuquito, es alguien que uno puede reconocer, tiene algo de bufón por momentos, y tiene algo de un compañero inclaudicable para que las cosas lleguen a buen término. A mí me gustaba mucho eso. Este hombre que hace todo lo posible para que se concrete lo que hay que concretarse. Más allá de su interés personal, que ya a esta altura es la necesidad de contarlo, de decirlo, no ya de concretarlo. A mí me parece que es un lenguaje que uno reconoce. Jugábamos mucho nosotros en encontrar frases de la época. Nos divertíamos mucho con eso.

—MM: Sí, imaginar cómo se diría eso, encontrar la mejor manera de expresar algo que es importante, que fuera expresado. Esos giros, esas cosas. Y bueno, también siempre nos gustó mucho esto de que estamos hablando de una película, de unos tangueros, que no sucede en Buenos Aires, ni en Barracas, ni en la calle Corrientes, sino que tiene como otro ámbito, las montañas. Ese contraste me parece que aportó, que sumó un montón.

Sobre volver a trabajar juntos y la amistad que los une

—Tienen una historia profesional compartida, mucho oficio, y eso también hace a la película más creíble todavía, más verosímil...

—Jorge Marrale: Sí, porque yo puedo hacer una peli, o puedo hacer una obra de teatro con Mercedes, y podemos trabajar de espaldas, que sabemos lo que nos pasa. Lo mismo te diría con Darío. Hay algo de lo sincrónico de haber trabajado tanto y de apreciar al otro, que hay algo que funciona como más natural, no hay que descubrir demasiado. Y sabemos además, por lo que uno conoce del otro, cómo va a responder el otro.

—Mercedes Morán: La confianza en nosotros existió siempre, fue la base, el sustento de la confianza para llevarla. Para mí lo más difícil fue encontrar el tono, el lenguaje en esta película, en esta historia que no podés encasillar tempranamente en un género determinado. Ver cómo era el humor, cómo eran los códigos, hasta dónde los comportamientos, cómo hacer creíble lo inverosímil, cómo entender cómo la directora tomaba de cada género lo que necesitaba para contar cada momento de la película. Eso es algo que tiene que ser descubierto y que tiene que nacer y que no está directamente relacionado con las experiencias o con la amistad, sino que es, bueno, en esta ocasión para contar esta historia, con este código, con estos elementos.

—Uno lo entiende rápidamente, por ahí para ustedes debe haber sido difícil verlo en el libro, buscar ese tono de actuación, pero, o sea, en tu primera irrupción uno ya entiende...

—MM: Una de las cosas que tuvimos que nos favoreció mucho, que no sucede frecuentemente en el cine, es que la rodamos con continuidad. Cronológicamente. Igual el cine siempre es mágico, entonces hacés otra película, hacés el final, hacés todo el recorrido y decís: “Hay algo mági­co”. Y cierra, no se sabe bien y cie­rra. Pero para nosotros en esta ocasión era importante para descubrir ese lenguaje; cuando nos dijeron: “Va a ser cronológico”, nos tranquilizó.

—Si ustedes tuvieran que invitar a cada uno a ver Empieza el baile, ¿por qué lo harían?

—JM: Muchas cosas tiene la gente como para pasarla bien, para emocionarse. Me parece que es un buen momento para emocionarse.

—MM: Yo creo que la amistad es un tema que, si está bien contado, es siempre conmovedor y revelador. Si vemos una película, no sé, Cuenta conmigo, cuatro niños hablan de la amistad, o cuatro o tres personas mayores, como en el caso nuestro, o como un matrimonio. Todos tenemos en la memoria el recuerdo de alguna película preciosa que habló sobre la amistad, que nos emocionó y que no importa tanto lo que marca la encuesta, que si son jóvenes, si son niños, si son viejos...

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