EXCLUSIVO
“Al estar en la Antártida, entiendo por qué genera tanto asombro esta región del planeta”
En diálogo con diario Hoy, el geólogo platense Rodrigo Feo relató su experiencia en la campaña de verano en el continente blanco, donde se encuentra desde diciembre.
El geólogo y becario doctoral del Conicet platense, Rodrigo Feo, se encuentra desde diciembre en la Antártida para trabajar en la campaña de verano. En diálogo exclusivo con diario Hoy, relató de qué se trata la investigación y cómo es la experiencia de vivir en el continente blanco.
—¿De qué se trata la campaña de verano en la Antártida? ¿Cuánto tiempo dura?
—En las campañas antárticas de verano se realiza el recambio del personal militar que estuvo todo el año en cada una de las bases argentinas; se provee a todas ellas de los insumos necesarios para todo el año, y se realizan la mayoría de los estudios por parte del personal científico, ya que es la época del año con las mejores condiciones climáticas. Estas campañas suelen comenzar en diciembre y finalizar en marzo del año siguiente. En nuestro caso, esta campaña comenzó en noviembre del año pasado cuando iniciamos la cuarentena en el Centro Argentino de Entrenamiento Conjunto para Operaciones de Paz (Caecopaz), para finalmente llegar a la Antártida el 17 de diciembre.
—¿Cuál es el objetivo de tu trabajo allá?
—Formo parte del grupo de paleomagnetismo del Instituto Antártico Argentino, y nuestra tarea es recolectar muestras de unas rocas de origen volcánico en las cercanías de la Base Esperanza, para luego procesarlas en el laboratorio de paleomagnetismo de la Universidad de Buenos Aires. Esto nos permite saber dónde estaban ubicados los continentes en el pasado, y en este caso nuestro objetivo es poder determinar la posición de la Península Antártica durante el Jurásico y observar su relación con el resto de Sudamérica, principalmente con la Patagonia y las islas Malvinas.
—¿Es la primera vez que viajás a la Antártida?
—Así es. En el 2020, la doctora Florencia Milanese, que lidera el grupo de paleomagnetismo del Instituto Antártico Argentino, me propuso formar parte de este grupo pero se atrasó por el coronavirus. Afortunadamente, luego de realizar una cuarentena de aislamiento de dos semanas, podemos estar acá.
—¿Cómo podés describir la experiencia?
—Venir a la Antártida es algo que siempre soñé, pero que siempre lo vi inalcanzable. Hoy, que estoy acá, entiendo por qué genera tanto asombro esta región del planeta. Todos los días vivís algún tipo de experiencia nueva, desde caminar sobre glaciares, volar en helicóptero sobre témpanos de hielo, o ver miles de pingüinos junto a sus pichones en condiciones naturales. A menudo las condiciones climáticas impiden que podamos salir de la base, por lo que es común pasar algunos días encerrados esperando que mejoren. A pesar de estos días, las vivencias diarias fuera de la base hacen de la Antártida una experiencia asombrosa.
—¿Qué les dirías a los jóvenes estudiantes que quieren realizar una experiencia como esta?
—Les diría que se animen y lo hagan, que no se van a arrepentir, y que además es necesario que sigamos estudiando esta parte de nuestro territorio, ya que aún hay mucho por hacer en todas las disciplinas, existiendo lugares en los que nadie ha hecho investigaciones de ningún tipo. Es cierto que hay que estar preparado para estar lejos de tus seres queridos por un tiempo, y que las condiciones a veces no son fáciles, pero la experiencia no se la van a olvidar jamás y los trabajos científicos en esta región son indispensables para defender la soberanía argentina en la Antártida.
—¿Cómo se maneja el tema de la distancia con la familia en un contexto tan particular?
—Afortunadamente la base cuenta con conectividad a internet y antenas telefónicas con 4G, por lo que podemos estar en contacto diariamente con nuestras familias, incluso mediante videollamadas. Si bien esto ayuda, es cierto que se siente la distancia de tu familia y amigos, pero esta particularidad es algo que uno tiene en cuenta antes de venir a este lugar.
¿Cómo es un día típico en la base Esperanza?
El joven investigador platense explicó que en la base Esperanza conviven 45 personas: 12 científicos y personal militar que permanece en la base todo el año encargándose de la logística y mantenimiento.
“Debemos realizar caminatas de 2 horas hasta donde se encuentran las rocas, entonces es el clima el que determina cómo será nuestro día. Si las condiciones son buenas, nos prepararnos para salir al Monte Flora, si son malas, nos quedamos en la base y aprovechamos a compilar toda la información de los días previos y a planear los días siguientes de trabajo. Por las noches, cenamos junto a toda la dotación y solemos jugar al ping-pong o ver alguna película con el grupo de trabajo para distendernos”, explicó.