Cecilia Rossetto y su lucha por la memoria

La actriz y cantante lleva adelante una monumental tarea de rescate de la memoria que, en lo que hace a su padre, el gran ajedrecista Héctor Decio Rossetto, podrá verse este sábado en el Teatro Argentino de La Plata.

Cecilia Rossetto ha hecho cine, teatro, televisión, gra­bó discos, hizo radio, actuó en numerosas partes del mundo, pero desde hace tres años dejó de subirse a los escenarios. Muchos se preguntaron por qué. Otros, sabiendo el motivo, criticaron que sacrificara la actuación por rendirle un culto minucioso y entrañable a quienes fueron los tres hombres de su vida: su padre, Héctor Decio Rossetto –Gran Maestro Internacional de Ajedrez, tres veces subcampeón mundial y seis veces campeón argentino–, y quienes fueron sus dos amores, Hugo Federico González Castresana –actor desa­parecido durante la última dictadura, su primer marido– y Oscar Balducci –poeta y reconocido fotógrafo que falleció en 2012–.

Este sábado, en el Teatro Argentino de nuestra ciudad, se hará un homenaje a quien fuera una leyenda del deporte nacional, por el centenario de su nacimiento, mediante un torneo de ajedrez que lleva su nombre, el cual ha sido organizado por la profesora Carolina Hurtado. Además, se podrá visitar una muestra que presentará material inédito del ajedrecista, curada por la museóloga Ángela Márquez del Teatro Argentino, el equipo de diseñadores del Instituto Cultural de la Provincia y la propia Cecilia, quien rememoró a su padre en diálogo con este medio.

—¿La llamada “Legión Dorada del Ajedrez” recibió un fuerte apoyo del gobierno del Presidente Perón?

—Efectivamente, los tres subcampeonatos del mundo de ajedrez ganados por la Argentina (1950, 1952 y 1954) fueron bajo el gobierno peronista. Cosa que no fue casual, porque tanto el General Perón como Evita prestaron un gran apoyo al ajedrez. A tal punto que cuando la delegación viajó a las Olimpíadas de Dubrovnik, los recibió Evita en su despacho y les dijo que si hacían un buen papel, les prometía organizar una gira por toda Europa. Y cumplió.

—¿Por quién tu padre sentía una gran admiración?

—Siempre manifestó que Bobby Fischer era un genio, un creador permanente que vivía sobre el tablero y tocaba con música ­propia. Solía ir a nuestra casa, se llevaban muy bien. Papá lo ­acompañaba a jugar en los ­jueguitos electrónicos, a comer hamburguesas, y Bobby se sentía agradecido.

—­¿Cómo fue la relación de tu padre con el Che?

—Don Ernesto Guevara Lynch, papá del revolucionario, nos contó que el Che era fanático de mi viejo y pedía que lo llevaran a presenciar los torneos donde Rossetto jugaba.

Estando en Cuba participando del Capablanca In Memoriam, un día que no jugaba se quedó leyendo en la habitación del hotel, cuando el Che lo llamó por teléfono y le dijo: “Maestro, me enteré que hoy juegan las suspendidas y que usted no tiene ninguna. ¿Qué va a hacer? ¿Irá a pasear?”. “No creo”, le contestó mi papá, “¿por qué? ¿Usted tiene algún programa, Guevara?”. “¿No quiere que mande a buscarlo y se viene al ministerio a jugar?”. Al rato lo fue a recoger un jeep y lo llevó hasta el Ministerio de Industrias y fueron a su despacho, hablaron mucho y se hizo la madrugada jugando ping pong. El Che era un jugador de primera categoría y no le gustaban las ventajas, entonces mi papá le jugaba duro, pero luego le enseñaba dónde había cometido errores.

Mi padre decía que el Che “era un hombre íntegro que detestaba las obsecuencias. Murió por sus ideales y sin dejar un solo cobre, y sigue siendo una figura inspiradora en lo ético que siempre admiraré.

Hollywood, cuna de grandes artistas

Respecto de las anécdotas que le contaba su padre de su estancia en Hollywood, Cecilia Rossetto recuerda: “Se relacionó con grandes artistas del cine. Por ejemplo, con Marlene ­Dietrich, con quien compartía cenas y paseos. Nos decía que ella no sabía jugar ajedrez, pero le gustaba verlo jugar. Se pasaba horas a su lado contemplando el tablero. Muchas de esas imágenes podrán verse en la exposición del 10 de septiembre en el Teatro Argentino, donde además habrá gigantografías del Gran Maestro. Me siento muy agradecida a la gestión de ­Saintout que devuelve al campeón a su ­provincia”.

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