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Cuando García Márquez escribió una obra de teatro para una actriz argentina

El escritor colombiano es autor de muchas novelas, cuentos y guiones cinematográficos, pero la única obra teatral que escribió fue para ser representada por una argentina.

Para 1987, Gabriel García Márquez ya había ganado el Premio Nobel por una obra imponentemente original, pero aún no había cumplido uno de sus sueños, escribir una pieza teatral. Tenía la idea en mente: una mujer. hija de lavandera, casada con un descendiente de esclavistas y la estruendosa ruptura de ese matrimonio. La acción está situada en una noche de Cartagena de Indias, en el caluroso caribe colombiano. La mujer, agotada por veinticinco años de una convivencia exasperante, estalla en un monólogo de ira acumulada.

Gabriel García Márquez pensó de inmediato en Graciela Duffau. La había conocido en La Habana, cuando la actriz argentina llevó a Cuba un espectáculo basado en La Maga, el personaje de Rayuela, de Julio Cortázar. La actriz puso la obra bajo la dirección de Hugo Urquijo, su marido. Durante dos años, hubo muchas reuniones entre el escritor, la actriz y el director, y trabajaron juntos sobre todo ese proceso de toma de conciencia del protagonista, que se produce de manera lenta y en soledad. Si bien todo el texto corrió por cuenta exclusiva de García Márquez, este estuvo atento a las sugerencias de quienes estaban en condiciones de asesorarlo acerca del efecto de verosimilitud teatral.

La escenografía estuvo a cargo de Tito Egurza, quien puso, como elemento fundamental del decorado, un mueble con un escudo heráldico que muestra la condición social de ese marido descendiente de españoles que dieron rienda suelta a su rapacidad en América y que fueron premiados con títulos de nobleza. En cambio, ella, de condición plebeya: “Cada vez que en esta casa probaba un bocado, sabía que este había sido pagado con la vida de alguien a quien tu bisabuelo había cazado a lazo en el Senegal con licencia de las muy católicas majestades para venderlo aquí diez veces más caro que en los mercados de Africa”. El vestuario corrió por cuenta de Renata Schussheim y la música fue del mendocino Guillermo “Goy” Ogalde, guitarra y voz del grupo Karamelo Santo.

Graciela Duffau explicaba de qué zonas profundas nacía esa diatriba proferida en el escenario: “Antes de esta cantinela hubo un largo proceso en el cual tomó conciencia. Una imagina a este personaje tratando de que, en ese ambiente de ricos, no se le notaran los rasgos de la gente humilde. Siendo hija de una lavandera, creía que las alfombras eran un adorno y no algo que se podía pisar. Para no ser menos que su marido, estudió y obtuvo cuatro doctorados, y hasta un título de retórica y elocuencia para acabar con su tartamudez. Esto habla de su disciplina y rigor, de su deseo de querer cumplir el sueño de su madre. Por eso aceptó el engaño del marido y una convivencia sin amor que la condujo a la desdicha”. Osvaldo Soriano escribió un artículo en España diciendo que tenía la impresión de que la obra había sido escrita con la sangre todavía caliente de Fermina Daza, la enamorada de Florentino Ariza en la novela El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez. En tanto, el marido, sentado, permanece impasible en su certeza de seguir ejerciendo su dominio a distancia.

La obra se estrenó en 1988, en el Teatro Cervantes de Buenos Aires, y luego fue llevada de gira a Cuba. La noche del estreno, solo dos butacas estaban vacías: la de Gabriel García Márquez y la de Raúl Alfonsin. El autor no tuvo el coraje suficiente para romper su promesa de no volver a Buenos Aires —la ciudad en la que veinte años antes había comenzado su leyenda con la publicación de Cien Años de Sole-

dad—. En cuanto al presidente, su ánimo estaba por el suelo, debido a la estrepitosa caída de su popularidad. Las que sí estuvieron presentes fueron Mercedes Barcha, esposa de García Márquez, y Carmen Balsell, agente literaria del escritor que llegó desde Barcelona vía Río de Janeiro.

La obra obtuvo numerosas distinciones, entre otras, los premios Molière, María Guerrero, José María Vilches y Estrella de Mar. Y ha pasado a la historia como la única obra teatral escrita por Gabriel García Márquez expresamente para una actriz argentina.

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