Cultura

Cuando Margarita Xirgu y Federico García Lorca vinieron a La Plata

Una de las actrices y uno de los poetas más importantes que dio España en el siglo XX estuvieron en nuestra ciudad en una visita que pocos recuerdan.

A Margarita Xirgu le atraía mucho el impulso artístico que tenía el teatro argentino. Por los desengaños que le había tocado padecer, era pesimista acerca del destino de las buenas causas, pero creía que el teatro estaba destinado a sobrevivir, y que nuestro país hacía mucho para ello. En la década del 10 del siglo pasado, había llegado por primera vez a la Argentina. Volvería tres veces más. Pero sería en su tercer viaje que coincidiría en Buenos Aires con Federico García Lorca, y juntos harían una visita a La Plata.

Se habían conocido en el verano de 1926, en Madrid. Lorca vio en ella a la actriz capaz de romper la monotonía de las candilejas con aires renovadores: “Arroja puñados de fuego y jarros de agua fría a los públicos adormecidos sobre normas apolilladas”. Admiraba profundamente su personalidad: “Es una mujer extraordinaria y de raro instinto para apreciar e interpretar la belleza dramática, que sabe encontrarla donde está. Va a buscarla con una generosidad inigualable, haciendo caso omiso de toda consideración que pudiéramos llamar de índole comercial”.

Ella, por su parte, estaba profundamente enamorada de la obra de Federico. En 1927 estrenó Mariana Pineda en Barcelona, con un vestuario hecho para la ocasión por Salvador Dalí –compañero de Lorca en la Residencia de Estudiantes–. A partir de entonces, Margarita Xirgu estrenó gran parte de las obras del poeta: La zapatera prodigiosa, Yerma, Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores y Bodas de sangre. Esta última sería también adaptada al cine en 1938, con ella como protagonista, quien no volvería a aparecer en pantalla, puesto que prefería el teatro.

Margarita Xirgu fue una mujer que empezó jugando a los cómicos en un hermoso pueblo llamado Molins de Rey; triunfó, adolescente, en Barcelona, se convirtió en pocos años en la primera intérprete del teatro en idioma español, representó a los clásicos y a los contemporáneos y, al cabo de tan gloriosa carrera, seguía teniendo un miedo de debutante cada vez que se subía a un escenario. Una especie de sagrado temor al público y un respeto insobornable a lo que cada escritor imaginó en su texto.

Federico García Lorca había llegado a Buenos Aires el 13 de octubre de 1933, a bordo del barco Conte Grande. Eran años de la Década Infame. Era su tercer viaje a Suda­mérica y el primero al Río de la Plata. No sabía que aquí le esperaba el mayor éxito de público y de crítica. Venía a ver la puesta en escena de La zapatera prodigiosa, obra que ya había estrenado Margarita Xirgu en el Teatro Español de Madrid, pero de la que diría Lorca: “En realidad su verdadero estreno es en Buenos Aires, y bailada por la gracia extraordinaria de Lola Membrives con el apoyo de su compañía”. Margarita, esta vez, había venido solamente a acompañar a su gran amiga Lola.

La ciudad de los poetas

Federico le presentó a Margarita al poeta Raúl González Tuñón, y los tres juntos fueron a escuchar tangos al café Tortoni. Ella solía ir al hotel Castelar, para pasar a buscar a su amigo –que se alojaba en la habitación 704–, para recorrer las calles de Buenos Aires. Fueron juntos a la quinta de Don Torcuato, propiedad de Natalio Botana –dueño del diario Crítica– y centro de reunión de la intelectualidad de la época. Pablo Neruda recordó en algún texto su encuentro en Buenos Aires con los dos artistas españoles. Lo que menos se conoce es la visita que Federico y Margarita hicieron a la ciudad de La Plata.

Alguien le habló a Lorca de la “ciudad de los poetas”, y de su cercanía con Buenos Aires. Desde entonces estaba tentado de venir a La Plata, ciudad que imaginaba desbordante de vida y de cultura. Por eso recibió con mucho agrado la invitación del por entonces rector de la Universidad Nacional de La Plata, Ricardo Levene, para que visitara nuestra ciudad. No le costó a Federico convencer a Margarita para que lo acompañara. Tal como puede leerse en el Boletín de la Universidad, recorrieron el Museo de Ciencias Naturales, el Bosque y la colonia de vacaciones de la Escuela Anexa, donde se representaron teatralmente algunas escenas de Pinocho, que Lorca festejó a las carcajadas.

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