cultura

Daniel Baremboim, el argentino que quiere que el mundo sea una orquesta

Es conocido no solo por ser uno de los mayores músicos del mundo, sino también por sus consecuentes batallas por la paz.

A los siete años, debutó como pianista en Buenos Aires y a los diez tocó en el Mozarteum de Salzburgo; en París, ese mismo año; cuatro años después, en Londres y, al año siguiente, en Nueva York, bajo la dirección de Leopold Stokowski. A los quince años, Daniel Baremboim ya tenía al mundo en el bolsillo.

Sus logros son incontables: dirigió la Orquesta Sinfónica de Londres, la Orquesta Sinfónica de Chicago, fue director musical de la Orquesta de París, la Opera Estatal de Berlín, la Orquesta West Divan —que tiene su sede en Sevilla—. Es primera figura en los principales Festivales de Música Clásica del Mundo, recibió seis premios Grammy, fue condecorado con la Legión de Honor por el gobierno francés, el Praemium Imperiale de Japón, el Premio Internacional Willy Brandt, la Medalla del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, la Medalla de oro de la Real Sociedad Filarmónica, la Orden de la República Federal de Alemania y fue reiteradamente postulado para el Premio Nobel de La Paz. En 2007, el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, lo nombró Mensajero de la Paz por promover la paz y la tolerancia a través del lenguaje universal de la música. Es capaz de dirigir a Richard Wagner de memoria, tocar entera la obra pianística de Schönberg, la Sinfonía Nº5 de Gustav Mahler, grabar un disco de tangos con Rodolfo Mederos, y al otro día viajar para dirigir la orquesta juvenil palestino-israelí que fundó junto al escritor Edward Said.

Este nieto de inmigrantes rusos de origen judío tenía 9 años cuando se fue de la Argentina para radicarse con su familia en Israel. Dos años después sus padres lo enviaron a Austria para estudiar dirección orquestal con Igor Markevitch. Tres años después, fue a estudiar a París con la considerada la mayor pedagoga musical de esos tiempos, la pianista Nadia Boulanger, la misma que formó a Astor Piazzolla y Miguel Angel Estrella.

Daniel Baremboim es una de las voces más lúcidas que desde hace décadas vienen denunciando la situación en Medio Oriente. Se enorgullece de ser el único israelí que posee también pasaporte palestino. Su manera de contribuir para lograr la paz entre ambos pueblos, fue crear una orquesta con músicos de ambas nacionalidades: “La solución nunca puede ser militar.O encontramos una manera de vivir con el otro o nos matamos”. No es que se sienta un héroe justiciero o crea que la fama le ha dado superpoderes para solucionar un conflicto que se arrastra desde hace más de un siglo; sencillamente le indigna lo que se dice acerca de Oriente Medio: “Lo que trato de decir, cada vez que tengo la oportunidad, es que se intenta convertir el conflicto en político y en militar. Se lo engloba en los problemas mundiales. Y no tiene nada que ver con eso. Es un problema humano. Son dos pueblos que sienten el mismo derecho para vivir en la misma tierra. Y no solo no reconocen los derechos del otro. Ni siquiera los conocen”. Por eso, en 1999, dio nacimiento a La Orquesta West-Eastern Divan. La semilla nació de una conversación entre dos amigos, Edward Said y Daniel Barenboim. El filósofo palestino y el director y pianista israelí debatían habitualmente sobre música, cultura y humanismo, lo que los llevó a constatar la necesidad ineludible de plantear un enfoque alternativo al conflicto palestino-israelí. La oportunidad de llevarlo a cabo surgió cuando Barenboim y Said crearon el primer taller orquestal basándose en su propia experiencia personal. Este proyecto piloto evolucionó hasta convertirse en una Orquesta que hoy es admirada mundialmente. La esencia del proyecto es demostrar que cuando se fija un objetivo común —hacer música— la convivencia y el entendimiento entre personas procedentes de sociedades históricamente enfrentadas son posibles.

Junto a Edward Said, recibió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 2002 por su “generosa y encomiable tarea a favor de la convivencia y de la paz, simbolizada en la colaboración de jóvenes músicos que, superando antagonismos históricos, fomenta el diálogo y la reflexión”.

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