De paseo por Pipinas

A 120 kilómetros de la ciudad, un circuito turístico sano es el que ofrece un centenario poblado de Punta Indio, con hotel, museo a cielo abierto, reserva de biosfera y comida casera

Embellecieron el paisaje con un turismo de base comunitaria. Renacieron de las propias cenizas del que fue un lugar con sudores de obrero de la cementera Corcemar-Loma Negra, que al vaciarse con políticas neoliberales dejó como resultado una población de 900 habitantes cuando antes eran 3000.

En 2003, un grupo de habitantes jóvenes, que luego se convirtió en Cooperativa de trabajo Pipinas Viva, recuperó el edificio Hotel que había estado abandonado por diez años y desarrolló el turismo de base comunitaria como estrategia de desarrollo sostenible, aprovechando la cercanía con la reserva de biosfera: Parque Costero del Sur. 

En 2003 se formó una Cooperativa, tres años más tarde lograron terminar el hotel y el pueblo pareció revivir. Esta Semana Santal, allí hay una opción para pernoctar o bien para estar todo el día. El diario Hoy dialogó con Claudia Díaz, una de las que ideó el proyecto. “Le fuimos agregando cosas: el Museo a Cielo Abierto, que son murales que se hicieron con la Facultad de Bellas Artes y que retratan a personajes pipinenses, la historia de los pueblos originarios, animales prehistóricos. Ese circuito arranca desde el hotel”, expresó con la alegría de que un medio vuelva a pensar en ellos, reconociendo el logro. No uno, sino varios.

La Cooperativa de Trabajo Pipinas Viva se pensó para que sea aprovechado turísticamente el parque costero del sur, ubicado a 20 kilómetros, una reserva de biosfera declarada por la Unesco.

“Promovemos que sean los habitantes del lugar los que den las prestaciones turísticas, no salimos a buscar inversiones, así el dinero queda en el pueblo”, agregó Claudia.

A partir de entonces, se construyeron dos cabañas para alojamiento (gracias a las familias Valenzuela y Barrera), se abrieron dos restaurantes, un paseo de compra de productos regionales que está enfrente de la estación de servicio (con salamines y quesos especiales) y un asado para exigentes en El Carrito de la 36, junto a la ruta. Ah, no se pueden perder las mermeladas y las pastas caseras preparadas por Rosa Serafín, y los pasteles de ojaldre de la familia Oste.

¿Algo más? Sí, el llamado Sendero de la Chimenea, que se hizo con los chicos de la escuela secundaria 1, donde se avanza entre el verde paisaje leyendo carteles de este punto geográfico divino, de naturaleza en estado puro, ubicado sobre la punta norte de la bahía Samborombón, en el kilómetro 155 de la Ruta Provincial 36.