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Dizzy Gillespie, una leyenda del jazz que se enamoró de una argentina

Cuando conoció a Egle Martin, el genio de la trompeta cayó rendido. Desde entonces volvió con frecuencia a nuestro país.

Dizzy Gillespie actuó por primera vez en Buenos Aires en 1956. Ya era reconocido como uno de los representantes más notables del bebop. De esa época data la grabación de Vida mía y Adiós muchachos hecha con la orquesta de Osvaldo Fresedo en la boite Rendez Vous, que estaba ubicada en Maipú entre Córdoba y Paraguay, donde el tanguero actuaba todas las noches y el trompetista iba a escuchar después de sus conciertos. La gira comenzó por Quito y siguió por Río de Janeiro, San Pablo y Montevideo. Pero fue Buenos Aires la ciudad de la cual quedó prendado, por múltiples razones. Algunas de ellas las conoció en esa visita inicial, la principal se le presentaría después.

Era un hombre de gran sentido del humor. En 1964 se proclamó candidato a la presidencia de los Estados Unidos, y su plataforma tenía entre sus puntos más salientes establecer sólidos lazos con China: “Ochocientos millones son un formidable mercado para los festivales de jazz. Organizando un festival allí tocamos diez años seguidos”. Consideraba inamovibles algunos nombres de su gabinete, que estaba perfectamente pensado: Duke Ellington, secretario de Estado; Louis Armstrong, ministro de Agricultura –porque había nacido en las plantaciones de New Orleans–, y Jeannie ­Gleason, secretaria del Tesoro: “Porque está casada con un periodista, y si consigue administrar el sueldo de su marido, es una genia”.

Por aquellos años, eran pocos los discos de jazz que se editaban en la Argentina. Cuando Dizzy volvió a nuestro país en los años 60, le hablaron de una mujer que era una de las mayoras difusoras argentinas de sus discos. Quiso conocerla: era Egle Martin. Cuando Dizzy Gillespie tocó el timbre de su casa y ella lo atendió, dicen que él enmudeció por un buen rato y que, cuando atinó a hablar, le pidió que se fuera a vivir con él a los Estados Unidos. Entre los que integraban esa pequeña comitiva que fue a la casa de Egle, se encontraba Quincy Jones, quien luego acompañaría a Frank Sinatra y sería arreglador de Michael Jackson.

Dizzy Gillespie tenía reserva en el City Hotel. Cuando en recepción vieron que tanto él como sus músicos eran negros, pretextando un error administrativo le dijeron que el hotel no tenía disponibilidades. Debieron alojarse en el Hotel Continental. Enterada de esto, Egle Martin les ofreció alojarse en su casa. El músico y la entonces vedette y cantante se divirtieron mucho durante esos días. Fue ella la que lo hizo disfrazar de gaucho y lo hizo andar a caballo en un campo de propiedad de su marido, Lalo Palacios.

A Egle le fascinaba el genio de ese músico que era único hasta en el formato de su trompeta: doblada y con el pabellón apuntando hacia arriba, en un ángulo de 45 grados. Dizzy le explicaba que su trompeta era así no porque él fuera lutier, sino por los caprichos del azar: “En 1953, en la fiesta de cumpleaños de mi mujer, un músico cayó sobre mi trompeta y le dobló completamente la salida. Me puse a soplar para ver si sonaba y, sorprendido, encontré que oía mejor mis propias notas. Me gustó tanto ese efecto que al día siguiente pedí que me fabricaran una igual”.

Las cuatro veces que Dizzy Gillespie volvió a nuestro país cumplía con la cita de visitar a Egle Martin y pasar algunos días juntos. En una de las oportunidades en que Gillespie llamó a la casa de Egle, lo atendió un músico que por entonces vivía en la casa de ella. Ese músico aún hoy recuerda ese llamado como una de las cosas más curiosas que le ocurrieron en la vida. Su nombre, Luis Salinas.

Roberto “Fats” Fernández había conocido a Gillespie en 1961 y le había enseñado a decir algunos giros de nuestra habla, por ejemplo: “¿A quién le ganaste, farabute?”. Cuando se enteró de que su amigo norteamericano estaba enfermo, fue a verlo: “Le llevé un disco de Egle Martin. Me acerqué a su oído y le dije: ¿A quién le ganaste, farabute? Él se llevó la mano a la boca y me hizo un gesto de estar tocando la trompeta. Un lindo gesto final para cualquier trompetista”. Luego agregó: “¿Egle se decidió a venir a vivir conmigo?”. Dizzy Gillespie murió en una cama de hospital el 6 de enero de 1993, a los 75 años.

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