El lado oscuro de la pesca ilegal en aguas argentinas

El “descarte” o devolución de peces que “no sirven” es una actividad penada por la ley pues la mayoría de los ejemplares mueren dentro de las embarcaciones, mientras que los que se mantienen con vida tienen pocas chances de sobrevivir al ser liberados.

A principios de la década del 90, la pesca de merluza estuvo al borde del colapso. La falta de restricciones y limitaciones generó una caída de hasta un 80% en lo que respecta a la captura de esta familia de peces migratorios. Por entonces, se pescaban cerca de un millón de toneladas de merluza por año.

Antes del cambio de milenio, las autoridades nacionales adoptaron medidas para delimitar diferentes áreas de protección y restringir los viajes de los barcos pesqueros, permitiendo que las tasas de reproducción vuelvan a recuperar la población de gadiformes.

Si bien el número de ejemplares continúa en ascenso, tanto la merluza como el resto de la fauna del mar Argentino sufren año tras año los efectos de la pesca ilegal, aunque más allá del daño que ocasiona la captura indiscriminada de especies, una de las principales amenazas de esta actividad tiene que ver con lo que la industria pesquera descarta.



Cuando los buques de pesca levantan las redes del agua, extraen ejemplares de la especie que buscan y de cualquier otro tipo. Esto se conoce como captura incidental o bycatch. Una vez a bordo, los tripulantes devuelven al mar todo aquello que no rinda el beneficio comercial buscado.

Esta práctica, conocida como descarte, está prohibida en Argentina por la Ley Federal de Pesca, ya que, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), representa “una amenaza para la sostenibilidad en el sector pesquero”.

De acuerdo a la entidad internacional, los recursos marinos que son sobreexplotados sin justificación alguna ponen en peligro la seguridad alimentaria.

Más allá de las secuelas provocadas por el descarte ilegal, cada año, los buques pesqueros que circulan por aguas argentinas devuelven al mar 110.000 toneladas de merluza (Merluccius hubbsi).



De acuerdo a la FAO, los descartes comprenden la devolución de una o varias especies de animales que pueden estar vivas o muertas. Esta práctica genera cambios en la ecología de la cadena alimentaria, ya que una gran parte de los peces no pueden sobrevivir tras su liberación en vida.

Desde hace varios años, la merluza es la gran estrella del mar Argentino, tanto por su abundancia como por los niveles de consumo dentro del territorio nacional, aunque también es la especie que más sufre la pesca incidental.

En la actualidad, el precio y la calidad del langostino patagónico atraen un sinfín de embarcaciones, nacionales y de otras partes del planeta. Durante la campaña de pesca de estos crustáceos, las merluzas -que comparten espacio con los langostinos -son capturadas y descartadas.

Por si eso fuera poco, la industria también las descarta en la propia campaña merlucera, ya que los pesqueros seleccionan los ejemplares de mayor tamaño y devuelven los más pequeños.
En marzo de este año, Greenpeace logró identificar 470 embarcaciones extranjeras en el límite de la Zona Económica Exclusiva de Argentina. Desde hace un tiempo, los pesqueros chinos, rusos y españoles se posan en el filo de la plataforma continental nacional, una de las más extensas y ricas del planeta.

La región marítima conforma un espacio de 990.000 kilómetros cuadrados, dentro del cual habita una biomasa animal compuesta por más de 60 especies de peces y moluscos.

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