cultura
Uno de los escritores más influyentes de todos los tiempos
Antón Chéjov fracasó muchas veces en la tentativa de volverse escritor, pero cuando lo consiguió se convirtió en una de las mejores plumas de la literatura universal.
De niño, tenía la imagen de su padre sentado a la mesa de escribir. Veía cómo él, tras de haber cortado una cantidad de largas tiras de papel, las cubría con su escritura menuda y bonita. Miraba cómo corregía las pruebas y encontraba sus artículos publicados en los diarios y revistas. Era tan poderosa esa imagen que, un día, Antón Chéjov decidió ser escritor.
Antón Pávlovich Chéjov nació en Taganrog -Ucrania-, a orillas del Mar Negro, el 29 de enero de 1860. Su padre había sido un siervo que compró su libertad con 875 rublos ahorrados con inmenso sacrificio. Su padre escribía y era el director de coro de la parroquia. Su hijo lo admiraba y seguía cada uno de sus gestos. Por eso no es extraño que una tarde, Antón cortara una gran cantidad de largas hojas de papel, se sentara a la mesa y empezara a escribir. No tenía ningún tema, pero eso no le preocupaba. Metió la pluma en el tintero y comenzó: “Él estaba paseando por el cuarto...”. Ahí se detuvo y se puso él mismo a pasear por la pieza, buscando la frase siguiente. Transcurrió algún tiempo, y con sorpresa, advirtió que, al parecer, le faltaba alguna cosa esencial para convertirse, en seguida, en escritor. Después de haber esperado un rato más y exprimido la mente en busca de la frase que pudiera servir como continuación de la primera, dejo la lapicera a un lado y, con tristeza, recogió lo escrito y lo tiró a la basura. Supo que le iba a costar mucho convertirse en escritor.
No fue una infancia fácil. Vivían cercados por las privaciones. Su padre puso un modesto almacén de campaña, sus cuatro hijos lo ayudaban con los mandados. Apenas si tenían algunos momentos de respiro. “La pobreza nos atormentaba como un dolor de muelas”, recordaría Antón Chéjov.
A los 24 años se recibió de médico y ejerció en diferentes pueblos rurales. Se había pagado la carrera con colaboraciones en revistas humorísticas. Ejerció la medicina con gran compromiso pero la literatura era un fantasma que le pisaba los talones. Un día leyó una obra de Dostovievsky, en la que se relataba la infancia, la juventud y la edad madura de un personaje, y sintió que se le había revelado el secreto de ser escritor. Volvió a insistir con la escritura. Escribió cómo una viejecita había vivido en la infancia, cómo estudiaba, cómo la echaron del colegio, cómo se enamoró, cómo dejó de amar, y toda una serie de pormenores de su vida; y por último, cómo llegó a ser vieja. La obra resultó larga y estaba escrita con una letra tan menuda como la de su padre. Sintió que había triunfado sobre sí mismo. Se sintió emocionado y feliz. Rogó a su madre que escuchara lo que había escrito. Ella escuchó pacientemente hasta el fin y le dijo que todo eso estaba bien, pero que le daba la impresión de no ser muy interesante. Antón sintió que el corazón se le oprimía de dolor. ¿Por qué, lo que en la obra de Dostoievsky resulta interesante, en la mía no?, se preguntaba. No pudo resolver la cuestión y, una vez más, volvió a renunciar a la idea de ser escritor.
El ejercicio de la medicina le permitió ahondar en los misterios del corazón humana, vérselas cara a cara con el dolor, reconocer los límites de la ciencia, acompañar el desconsuelo de los que se quedan, permanecer atónito ante el misterio de los que se van. Todo eso le sirvió mucho al médico pero, sobre todo, al escritor que finalmente terminaría siendo.. A los 25 años ya había escrito 125 cuentos breves, que integrarían sus obras completas de veinte volúmenes. Hubo una época en que escribía un cuento por día. Escribía solo de mañana. Su literatura está hecha con una exacta economía de recursos con personajes acorralados por la vida y empujados a un callejón sin salida. Dijo el poeta Maiacovski: “La literatura anterior a Chejov es un invernadero junto al lujoso palacio de la nobleza”. El propio Antón Chejov dijo de su obra: “Mi teatro no es para pensar ni para olvidar. Todo lo que yo deseaba era decirle honestamente a la gente: miren un poco y vean hasta qué punto vuestra vida es mala y aburrida. Es importante que la gente se de cuenta de esa verdad, ya que si lo comprendieran, tratarán de crear una vida mejor. No viviré bastante para verlo, pero sé que la vida futura será diferente a nuestra vida actual”.