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El lado secreto de Ástor Piazzolla

Durante su vida se debatió si lo suyo era o no tango; ahora no hay dudas de que se trató de uno de los mayores músicos argentinos del siglo XX. Algunas curiosidades de su historia.

Entre ir a tomar un trago con Frank Sinatra o ir al Louvre, Ástor Piazzolla no dudaba: “¡Tomar un trago con Frank Sinatra! ¡Mil veces! ¡Por Dios!”.

Su primer instrumento fue una armónica. Tenía seis años, tocaba de oído. Aprendió piano por su cuenta. A los diez años, en Nueva York, estudió música. Todo lo que le enseñaban era para piano, él lo transcribía para bandoneón, ese instrumento que su padre le había regalado cuando tenía trece años. Su repertorio era música clásica: Bach, Mozart, Schubert.

Era hijo único. Sus padres vivían de la peluquería. Decía haberse destacado mucho en el deporte. Hizo casi seis años de boxeo. Practicó mucha natación. Jugaba mucho al béisbol. Era tan hábil en el patín de ruedas como en el patinaje sobre hielo. En el colegio era un verdadero desastre: “Me echaron de cinco colegios por revoltoso o buscarroña”. Cuando era grande seguía siendo muy peleador: “Cuando empiezo a pegar no paro más”.

Tocó por primera vez en público a los trece años, acompañando a Carlos Gardel, quien se presentaba en Nueva York. A los 17 años, en Mar del Plata, formó una orquesta imitando al sexteto de Elviro Bardaro. Y, en 1939, se integró a la orquesta de Aníbal Troilo. Cuando le preguntaron cómo definiría la música dijo: “Una señora gorda le preguntó a Louis Armstrong que era el swing, y él respondió: Mire señora, si usted me pregunta es porque no lo tiene. Si me preguntan qué es la música, tendría que contestarles que ustedes no saben qué es la música”.

En 1950 pensó en dejar el tango y dedicarse a la música clásica. Iba a dejar el bandoneón: “Le puse naftalina y lo metí en el ropero. No quería el mundo de noche. Odiaba al cabaret y los cafés. Pensé dedicarme solamente a escribir”. En 1954 escribió Sinfonía de Buenos Aires, para gran orquesta sinfónica, y obtuvo el premio Sevitzky. La estrenó con el bandoneón, como quien vuelve a un amor nunca olvidado.

El amor de su vida fue su primera mujer, Dedé Wolf. Tenía 18 años cuando la conoció. Aun después de separados, tenía en su casa un inmenso retrato de Dedé. A la casa que construyó en Barrio Congreso, le pidió al arquitecto que tuviera la forma de la letra D. Sus dos hijos tienen la D como primera letra de su nombre: Diana y Daniel. Por una curiosa cábala, nunca quiso componer ningún tango a su madre, Asunta Maneti. Cuando escribió Nonino, a los cuatro años murió su padre, en homenaje al cual compuso en 1959 la que quizá sea su pieza más célebre Adiós Nonino. En ese momento, Piazzolla se encontraba en Puerto Rico, realizando una gira por Centroamérica cuando recibió la noticia de la muerte de su padre a causa de un accidente de bicicleta.

Tenía como amuleto un collar del dios Shan-go, regalo de un cura de Río de Janeiro: “Desde que tengo este collar, me va inmensamente bien”. Admiraba a Gerry Mulligan —en 1974 hicieron un disco juntos—, pero no se llevaban bien: “Él se mamaba y yo no. Yo no soporto los borrachos. Para soportar a otro borracho tengo que estar borracho yo”. No le gustaba la cerveza, sí el vino y el whisky, pero su bebida preferida era otra: “Viviría tomando champagne”. Confesó alguna vez haber tocado drogado: “Sentí que no sirve para nada. He llegado a la conclusión de que no sirve para un pito”.

Si bien sus opciones políticas fueron bastante zigzagueantes, se vindicaba como nacionalista: “El nacionalismo es hacer cosas por tu país. Yo hago música argentina. La música es la mejor manera de llegar a otros países para contar cómo es tu tierra. Lo que se hace para el turismo me parece espantoso. Todos esos boliches que hay donde cada artista canta tres temas y se va, aparece un mago, un tipo que salta por el aire, uno que le pasa las boleadoras cerca de los ojos y unos gauchos deformados. Pienso que al turista hay que darle la verdad de la Argentina”.

Cuando Zita —la mujer de Anibal “Pichuco” Troilo— le regaló un bandoneón que había sido de su marido, Piazzolla le pidió a los fotógrafos que hicieran silencio y no le sacaran ninguna foto. Quería cerrar los ojos y pensar que Pichuco estaba ahí, delante suyo, escuchándolo. Lo primero que tocó en ese bandoneón fue Adiós Nonino: “El bandoneón de Troilo es un bandoneón muy suave, muy tierno”. Decía que le gustaría morir tocando el bandoneón. No fue así. No murió.

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