cultura

El médico de los pobres de La Plata

Se llamaba Estanislao Bejarano, si bien no era platense, ejerció su profesión en nuestra ciudad con tal grado de entrega que se convirtió en un símbolo de la medicina social.

Más allá del hecho de que nuestra ciudad fue planificada con bosques y plazas colocadas con exactitud cada seis cuadras, hacia el 1900, la barriada de plaza España aún era casi campo abierto. Por allí se instaló un médico, para su manera de ser, casi “de campo”. Fue en 7 y 63 y se llamó Estanislao Bejarano. El contorno de la plaza estaba alambrado; así también lo estaban las manzanas aledañas. Y en esos potreros se hallaba el “tambo de Gatti”, un tambo modelo donde se expedía leche de burra y yegua, y lo hacía en gran escala. Gatti, además, alquilaba las burras y las yeguas holandesas a “cinco centavos” la vuelta para el recreo del mundo infantil que allí se agolpaba, particularmente los domingos y días de fiesta.

Estanislado Bejarano nació en 1889 en Carmen de Patagones. A los 12 años se mudó con su familia a Buenos Aires. Se recibió de químico a los 22 años, y de médico a los 28. Tenía el consultorio médico en su propio domicilio. Trabajó en el Hospital Melchor Romero -donde se especializó en psiquiatría- y en el Hospital de la Misericordia -hoy Hospital General San Martin-. Su consultorio siempre se encontraba lleno, y se ocupaba de todas las dolencias; porque en esa época no había especialistas y todos los médicos eran generalistas. La vieja casona que habitaba el médico, con el centenario palo borracho, fue demolida en 1970, y en su lugar se construyó un edificio.

En “La Plata, crónicas de un siglo” se alude a un viejo poema de Adolfo Eduardo Durán que dio cuenta de estos célebres personajes platenses que, con el paso del tiempo, fueron arrastrados por el olvido: “Al contemplarte solariega y vieja junto al palo borracho que te cuida/desenvuelvo en mi mente la madeja/ que formé con recuerdos de mi vida./ Y vuelvo atrás, vieja casa, al tiempo ido/cuando mi madre me llevaba de la mano/ a visitar a aquel hombre tan querido/al buen doctor, al viejo Bejarano”.

En el consultorio de Bejarano solía encontrarse a otro célebre personaje platense de principios de siglo: Joaquín Pichin. Alguien que sentía vibrar en su alma el anhelo de igualdad en la existencia humana. Decía haber prestado importantes servicios a una potencia imperial. Gesticulaba y vociferaba gritando a todo pulmón que el mundo estaba lleno de pervertidos y ladrones, mientras anunciaba a voz en cuello los remates próximos y distribuía carteles informativos, vestido de “jaquet de amplios faldones”.

Lo cierto es que Bejarano era el “médico de la medianoche y la madrugada, el de la lluvia, el de toda hora. El de las largas y medias distancias”. Allí donde estaba el dolor aparecía el médico, y si el dolor no tenía remedio, estaba la palabra de consuelo. Si el enfermo carecía de medios , allí dejaba sobre la mesa de luz, de la silla o de la cama- muy disimuladamente- el dinero para los remedios que terminaba de recetar. Era un hombre alto, grueso, de abundante bigote, gastaba sombrero de media galera, y echaba a sus espaldas- con frecuencia- un elegante poncho de vicuña.

Los primeros intentos de crear una Escuela de Medicina en nuestra ciudad, son contemporáneos al proyecto de la Universidad Provincial, promovido por el senador Rafael Hernández, y concretado por la ley del gobernador Máximo Paz, en enero de 1890. El 23 de marzo de 1934 se anunció la conversión de la escuela de Ciencias Médicas en Facultad, y se autorizó la inscripción de estudiantes al 5to. año de estudios. El primer egresado de la Facultad de Medicina, fue el Dr. Daniel Ghiringhelli, en mayo de 1936, quien puso su consultorio en San José del Rincón, en la provincia de Santa Fe. De los dieciséis profesores del cuerpo docente inicial de la Facultad, solo cuatro eran platenses.

Muchos grandes médicos egresaron de esa casa de estudios, pero el recuerdo de Estanislao Bejarano sigue trayendo consigo el recuerdo de un hombre bueno, que hizo de la medicina una profesión de fe guiada por la ayuda al prójimo. Fue por eso que este médico que murió en 1927 da nombre a la calle 63, en virtud de la ordenanza n° 42.

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