El misterio de las estrellas

"El universo no tiene limites, y cuando ves todas esas estrellas y sabes que mas allá hay aún mas, es más facil creerlo”, sostiene el escritor norteamericano Stephen King. Cuando apenas había cumplido los veintiséis años, en noviembre de 1572, Tyco Brahe, uno de los astrónomos más famosos de la edad moderna, descubrió la “nova” en la constelación Casiopea: “Elevando mis ojos, como de ordinario a la bien conocida bóveda celeste, observé con indescriptible asombro, cerca del cenit de la Casiopea, una radiante estrella nueva de una magnitud jamás antes vista. En mi asombro, dudé de la evidencia de mis sentidos. Sin embargo, para convencerme de que no era una ilusión y tener el testimonio de otros, llamé a mis auxiliares del observatorio y les pregunté, así como a todos los campesinos que pasaban, si veían también la estrella que de modo tan repentino había aparecido”.

La estrella de Tyco rivalizaba en brillo con el planeta Venus y era visible solamente al mediodía: cambiando del blanco al rojo y luego de nuevo al blanco, se desvaneció como objeto visible en marzo de 1574. En algún punto de Casiopea sigue brillando débilmente, pero se ignora qué estrella es en dicha constelación. Según Tyco, la estrella fue un portento que él comparó a la parada del Sol, a la orden de Josué y a la luminaria que siguieron los Reyes Magos al nacer Jesucristo. Lo cierto es que el astrónomo no tuvo forma de saber que lo que observaba era la cataclísmica explosión que da término a la vida de una estrella.

Las estrellas que vemos en el cielo no tienen forma de tales. Son más o menos redondas. La forma que apreciamos desde la Tierra se debe, indudablemente, a la estructura del ojo humano y pareciera depender del estado de este al momento de la observación. Miradas con la ayuda de un telescopio aparecen como puntos de luz; tampoco las fotografías que de ellas obtienen acusan esas puntas tan bonitas y regulares con que las dibujan los artistas. Las estrellas son los bloques de construcción de las galaxias y existen mil millones en el universo. Es imposible saber cuántas estrellas hay, pero los astrónomos calculan que solo en la galaxia de la Vía Láctea hay aproximadamente 300.000 millones.

El astrónomo alemán Goetz, desde el Observatorio de Heidelberg, descubrió en 1905 un nuevo asteroide, que vino a ser el número 571 en el catálogo de los cuerpos celestes. Invitado, según costumbre, a que le diese un nombre, tuvo la gentileza de bautizarlo Dulcinea, por celebrarse aquel año el tercer centenario de la publicación del Quijote, la novela más fascinante y compleja de la historia de la literatura en lengua española. Por su parte, el astrónomo Comas y Solá descubrió el asteroide que, al ser catalogado, recibió el número 804. Por indicación de su descubridor, fue denominado Hispanía. Es el único descubierto por un español.

La estrella es para todos los marroquíes uno de los talismanes predilectos. La estrella de Salomón figura en las banderas jalifianas, en los dinteles de las puertas, en la ornamentación exterior de sus viviendas y en joyas de oro y plata que cuelgan al cuello. Según afirma la leyenda, Salomón —venerado por todos los pueblos orientales— era el más poderoso mago, a cuyo servicio tenía legiones de genios, o yennun, sobre los que poseía dominio absoluto merced a una sortija milagrosa en cuya esmeralda se hallaba grabada una estrella. Es la estrella común a musulmanes e israelitas. Bajo esa forma o bajo la de cinco puntas, es uno de los amuletos más usados en Marruecos.

“El mentir de las estrellas” es una frase que se emplea para satirizar conceptos imposibles de comprobar y procede de Don Agustín de Salazar y Torres. “El encanto de la hermosura y el hechizo sin hechizos” es otra referencia que pertenece a La segunda celestina, una obra de la segunda mitad del siglo XVII, inspiradas en esos cuerpos celestes cuyo número es imposible precisar, ya que nuestro universo podría constar de más de 100.000 millones de galaxias y cada una de ellas albergar más de 100.000 millones de estrellas.