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Entrevista a Hugo Alconada Mon sobre el nacimiento de La Plata

Es periodista, abogado y también novelista, como lo prueba con La ciudad de las ranas, en la que la capital bonaerense es protagonista.

Hugo Alconada Mon es platense, periodista –columnista de The Washington Post en español–, docente en la Fundación Gabo y autor de ocho libros, el último de los cuales es una novela que recrea desde la ficción los orígenes de la ciudad de La Plata, y que será presentada en nuestra ciudad el próximo jueves, a las 19, en la sede del Colegio de Abogados.

—¿Por qué decidiste novelar los orígenes de la ciudad de La Plata?

—Porque faltaban piezas en el rompecabezas de nuestra fundación. Investigué durante años el período que va de 1881 a 1893, recurrí a archivos nacionales, provinciales y municipales, consulté a historiadores profesionales y a museos generales y especializados, como también a la masonería, y me topé con que desapareció mucho material. Se perdió o lo destruyeron. Te doy un ejemplo: fanáticos religiosos incendiaron los primeros templos masónicos de La Plata, por lo que muchísimos documentos se quemaron para siempre. Y algo parecido ocurrió con el acervo documental de varios funcionarios y políticos. Te doy otro ejemplo: las hijas de Julio Argentino Roca dedicaron dos años tras la muerte de su padre a eliminar todo material que fuera incómodo para la memoria de su padre en lo político, patrimonial y de “polleras”. Lo que nos dejaron es la versión “editada” de su padre. Por eso, al escribir sobre los orígenes de la ciudad tuve que plantearme cómo debieron de ser esas piezas que faltan del rompecabezas, imaginarlas. Allí fue cuando el libro pasó de abordar una historia real a una ficción. ¿Y querés saber algo más? Lo disfruté muchísimo.

—¿Qué significó en la Argentina del siglo XIX la fundación de la ­ciudad?

—Una oportunidad, que luego se perdió o al menos se desdibujó. ¿Qué quiero decir? La Plata nació durante un período decisivo para construir la Argentina contemporánea, después de que las provincias derrotaron a los autonomistas porteños y federalizaron la ciudad de Buenos Aires. Sin su ciudad capital, la Provincia requirió una nueva cabecera. Y allí melló el proyecto presidencial de Dardo Rocha, que vio el diseño y concreción de La Plata como su trampolín y vidriera. Trampolín porque vio que levantar la nueva capital bonaerense era su mejor campaña para llegar a la presidencia y como vidriera, tanto ante los votantes del país como los inversores extranjeros.

—¿Por qué resultó una oportunidad perdida?

—Porque, desde su mismo nacimiento, Roca y otros jugaron en contra de La Plata, que nunca ­terminó de despegar y hoy perdió mucho de su acervo histórico y ­cultural.

—¿Por qué Roca jugó en contra de La Plata?

—Porque Roca, como presidente, sabía que Rocha era un porteño convencido y que su plan secreto era que La Plata le sirviera para llegar a la presidencia y desde allí hacer un enroque. ¿Cuál? Devolverle la ciudad de Buenos Aires a los porteños como cabecera de la Provincia y federalizar La Plata, que sería la nueva capital de la Argentina. ¡Por eso La Plata tiene el diseño que tiene, con sus grandes avenidas y sus edificios monumentales! ¡Porque estaba pensada para ser la capital de un país, no de una provincia! Pero Roca comprendió que, si Rocha concretaba su gesta, muchos porteños volverían a las andadas y corríamos el riesgo de volver a la dicotomía de unitarios y federales, de autonomistas porteños de un lado y el interior del otro, y que podíamos volver a las mismas guerras intestinas que nos habían desangrado durante décadas. Allí fue cuando se abocó a debilitar a La Plata y, por extensión, a boicotear la candidatura de Rocha a la presidencia.

—¿Qué ideas encarnaba la Generación del 80 y qué lugar ocupaba en ella Dardo Rocha?

—La idea de una “Generación del 80” resulta peculiar porque aquellos hombres (y algunas mujeres) no se veían a sí mismos como una generación, como un bloque. Tenían sus profundísimas diferencias, aunque también los unían ciertos consensos básicos como, por ejemplo, educar a los ciudadanos, la seguridad jurídica y la separación de Iglesia y Estado. En ese contexto, Rocha fue uno de los protagonistas de la época, junto a Roca, Carlos Pellegrini, Eduardo Wilde y otros ya más veteranos como Sarmiento o Bartolomé Mitre. Esos ideales quedaron plasmados, in­cluso, en el diseño de La Plata.

—¿Qué fue la Masacre de San ­Ponciano?

—Fue un choque atroz de criollos e inmigrantes en el atrio de la iglesia de San Ponciano. Estamos hablando de junio de 1886, cuando los habitantes de la ciudad que nacía debieron acudir a las urnas para elegir a su comisionado municipal y los criollos se dieron cuenta de que perdían por paliza y buscaron evitarlo haciendo trampa. Estamos hablan­do, recordemos, del período en que imperaba en la Argentina el régimen oligárquico conservador, las elecciones se realizaban en los atrios de las iglesias, el voto era cantado y el fraude, “patriótico”. En ese contexto, recordemos además que cerca del 40% de los primeros habitantes de la ciudad eran italianos, otro 20% era español, otro 20% provenía de otros países y solo el 20% restante era criollo. Si los comicios eran limpios, los criollos perdían. ¿Qué hicieron pues? Primero, intentaron secuestrar al candidato de los italianos, un médico de apellido Gualteroni. Como esa brillante idea no funcionó, luego intentaron robarse la elección. ¿Conclusión? Los registros de la época hablan de al menos tres muertos y treinta heridos de cuchillo, bala, espada y lanza, además de hachas, cuando chocaron en el atrio de San Ponciano, sobre la calle 48, todos contra todos. ¿Te acordás de la película Pandillas de Nueva York, de Martin Scorsese, que en un momento chocan irlandeses, italianos y gringos en el enclave Cinco Esquinas de esa ciudad? Bueno, algo muy parecido pasó acá. Cuando leí eso, pensé: “Esto merece ser contado”. Y ahí comenzó la idea de escribir La ciudad de las ranas.

—¿Cuál es el episodio más desconocido de esos años inaugurales de La Plata?

—Si no es la Masacre de San Ponciano o la quema de los templos masónicos, probablemente sea la “batalla de Ringuelet”, que se registró en las afueras de La Plata, durante la revolución de 1893. Hubo cargas de caballería e infantería, artillería defensiva, la voladura de un puente ferroviario, miles de revolucionarios involucrados, Ra­món Falcón, Hipólito y Martín Yrigoyen entre los protagonistas. Cada vez que cuento detalles sobre ese episodio, nadie puede creer que eso haya ocurrido a cinco minutos del Camino Centenario y 514.

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