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Entrevista a Ingrid Pelicori

Próxima a actuar en la ciudad de La Plata, hablamos con una de las actrices más prestigiosas de la escena teatral y cinematográfica de nuestro país.

Ingrid Pelicori es una actriz que además tiene formación de psicóloga. La afición por actuar está presente en su adn, es hija de Ernesto Bianco e Iris Alonso. Actuó en una gran cantidad de obras, teatros, películas, y en algunos de los más recordados ciclos televisivos. El viernes 2 de agosto, estará en el Teatro Coliseo Podestá, presentando, junto a Leonor Manso, Cae la noche tropical, una adaptación teatral de la novela de Manuel Puig.

—¿Cuál es el recuerdo más antiguo que tenés de la ciudad de La Plata?

—Qué pregunta difícil. No sé. Tengo algunos recuerdos de cuando fui a La Plata a hacer Conversación en la Casa Stain sobre el ausente señor Von Goethe. Seguro había ido antes a La Plata, a la República de los Niños, desde ya. Pero no identifico con claridad otros recuerdos anteriores a esas funciones. Luego fui varias veces a hacer obras, y hasta filmé ahí alguna vez.

—También trabajaste con un emblema de la cultura platense: Iris Scaccheri.

—Hicimos una cantidad de actividades juntas. Estuve muy involucrada en algunas cuestiones que hicimos con ella; pusimos una placa donde fue su casa. De hecho, ahora dentro de poco se cumplen 10 años de su muerte y estamos proyectando algunas actividades. Trabajé con ella en uno de sus últimos espectáculos y estuvimos vinculadas en su última época.

—Contá algún recuerdo de esa relación.

—Yo hice una obra que se llamó La gaucha, que fue una de las últimas que ella hizo. Fue en 1992 en el Cervantes, donde ella bailaba con otras chicas. Ella era la coreógrafa, pero también bailaba. Me pidió que dijera textos de poetas mujeres. Cuando me invitó me sentí super honradísima, por supuesto, y pensé que me iba a poner en un costado a leer. Pero resultó que además me puso unas coreografías. Entonces yo digo en chiste que bailé con Iris Scaccheri, sin ser en absoluto bailarina. Ella era genial. Se le había ocurrido bailar sobre la palabra, por eso me invitó a decir los textos. También hay que destacar su inquietud social. Nunca era un baile así nomás, siempre había un sentido muy profundo, más allá de su virtuosismo extraordinario.

—La semana próxima vas a estar en nuestra ciudad, con una obra de alguien muy vinculado a la ciudad de La Plata, Manuel Puig.

—Es realmente un placer trabajar sobre los textos de Puig. Esto no es una obra de teatro originalmente, sino una novela, que fue adaptada por Santiago Loza y Pablo Messiez, pero que es muy fiel a la novela, a ese lenguaje en el que está toda la observación del autor sobre los personajes, sobre los vínculos. En ese sentido, la adaptación es muy fiel al mundo de Puig y por eso es un placer tan grande hacerlo.

—Para aquellos que no han leído la novela, y sin spoilear a quien va a ir a ver la obra de teatro, ¿qué podés contar de la trama de la obra?

—La trama comienza con dos señoras mayores que son hermanas octogenarias (Leonor Manzo y yo). Mi personaje vive en Río de Janeiro y viene a visitar a su hermana porque ha muerto su hija; entonces, mi personaje está dispuesto a ayudarla a transitar ese momento. ¿Y cómo lo hace? Como ocurre muchas veces con Puig: contando historias. A veces, como en El beso de la mujer araña, son películas. Acá son chismes sobre los amores de la vecina. Pero son chismes que hasta un punto no sabemos si son reales o no. Es la salvación a través de la ficción y de los vínculos entrañables. Son dos hermanas y la gente muchas veces nos dice que reconoce en ellas a su madre y su tía, o a su abuela y tía abuela. Son esos vínculos completamente incondicionales, pero al mismo tiempo con peleas súbitas. Esa complicidad de ser hermanas, con todas las rivalidades, diferencias y, al mismo tiempo, el amor, el amor y el amor. Es una obra sobre los afectos, cómo nos acompañamos y- como dice el mismo Puig- la edad de la vejez como épica. Justamente, una edad donde lo que más importa son los afectos.

—Simbólicamente, es muy fuerte que hagan la obra en La Plata: las cenizas de Puig y su madre, de hecho, están en el cementerio de La Plata.

—Eso no lo sabía. Se supone que estos personajes que hacemos Leonor y yo son un poco su madre y su tía. Están inspirados en ellas. Es una obra que la estrenamos en el San Martín en 2018, la repusimos después de la pandemia y la seguimos haciendo. Pensábamos, al principio, que iba a interesar a un público de gente mayor. Nos ha sorprendido el enganche de la gente joven. Creo que por la modernidad en la mirada de Puig, y también por la emotividad que genera en toda persona el recuerdo de las abuelas. Aunque trate temas dolorosos, como la mirada es tan amorosa y con tanto humor deja una sensación muy amable. Leonor siempre dice que la gente sale mejor después de ver la obra.

—Leonor conoció a Manuel Puig, cuando hizo en cine Boquitas pintadas, ¿qué te contó sobre él?

—Que era una persona muy amorosa, muy amable y con mucho sentido del humor. Pero dentro de ese estilo pudoroso, sobrio. Ella tiene un recuerdo hermoso de él.

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