Cultura

Evtushenko, el “niño terrible” de la poesía soviética que pasó por La Plata

En Occidente lo llamaban el playboy siberiano, por su interés por las mujeres, el champagne y la buena vida. Fue un gran poeta que estuvo de visita en la ciudad.

Fue el poeta más famoso de la Unión Soviética en los últimos 30 años de su existencia. Era un vagabundo incorregible que podía encontrarse en un café de París, en una corrida de toros en España o, incluso, en un encuentro con el Papa. Solía vestir un impecable traje Príncipe de Gales y pedir las bebidas más exclusivas para compartir con sus amigos y las muchas mujeres que permanentemente rodeaban a ese poeta rubio de profundos ojos azules. Llevaba siempre una pulsera extraña: dientes de morsa que, pintados, parecían una caravana de osos. Explicaba: “Es un recuerdo de caza. Me gusta mucho ese deporte y en Siberia, donde nací y aún vive mi familia, me distraigo cazando”.

Hacia fines de los años 60 fue invitado a dar conferencias y recitales de poesía en Buenos Aires y Santiago de Chile. Uno de esos recitales lo dio en la Universidad de La Plata. Aquí pasó una tarde entera, visitando la casa donde vivieron Almafuerte y Francisco Lopéz Merino, porque sabía que eran dos de los poetas preferidos de Jorge Luis Borges, a quien admiraba enormemente.

En la Unión Soviética no sabían qué hacer con él. Molestaban profundamente sus críticas –a veces furibundas–, contra el régimen. Pero, al mismo tiempo, pese a no estar afiliado al partido, daba muestras cabales de sus convicciones comunistas y dirigía la revista Juventud, con millones de lectores dentro del país. Nunca aceptó cobrar un solo rublo por su trabajo periodístico: “Que todo el dinero que me corresponda vaya para la educación y la salud de mis compatriotas”, decía.

Vivía a cuerpo de rey gracias a los millonarios derechos de autor que le deparaba su popularidad en el mundo entero, llegando a ser, incluso, el poeta joven más leído en Europa.

Cada nuevo libro suyo era recibido como un acontecimiento extraordinario por la crítica literaria estadounidense. Asimismo, en sus recitales, pedía que primero se leyeran sus poemas en el idioma del país y después los recitaba en ruso.

Su encuentro con Perón

Era amigo del Che Guevara y de Fidel Castro. Pero también era amigo de Robert Kennedy hermano de John Fitzgerald, quien lo invitó muchas veces a cenar a su casa. Solía tener largas conversaciones con los monjes capuchinos de España y, sobre todo, era gran amigo del Cordobés, el legendario torero español, gracias a quien conoció a una de las mayores figuras políticas argentinas del siglo XX.

“Un día estaba comiendo en un restaurante de Madrid, mientras aguardaba la hora de verlo torear al Cordobés, de quien soy muy amigo. Él me había regalado una entrada. De pronto el mozo me dijo: Allí hay un señor argentino que quiere conocerlo y pregunta si puede venir a sentarse a su mesa. Acepté. Era un señor bastante maduro que se esforzaba por ser joven y sonreía con frecuencia. Me dijo que había leído un poema mío en un diario español y que no había comprendido ni una estrofa. Le contesté que no escribía los poemas para explicarlos, acaso porque no está a mi alcance hacerlo, tal vez porque son superiores a mi entendimiento. Entonces él me confesó que sólo bebía agua mineral, pero que en mi honor bebería una copa de champaña conmigo. Brindamos y salió rápidamente en procura de una entrada para ir a ver torear al Cordobés. De inmediato vino el mozo y me dijo: ¿Sabe quién es ese señor argentino? Es Perón”, contó.

El corazón abierto

Cuando un periodista le enrostró que cobraba por sus recitales, Evtushenko contestó: “¿Acaso la poesía no es el pan del espíritu? ¿Acaso usted no paga el pan que come cada día? A mí no me interesa el dinero más que para vivir bien y vagabundear por todo el mundo”.

Al ver el arrollador éxito de sus libros, las tesis universitarias que le dedicaban, el enamoramiento de la crítica con su obra, él decía: “Apenas si soy un hombre que va por el mundo con el corazón abierto”. Cuando aquella tarde de otoño vino a nuestra ciudad para hablar de Pablo Neruda y César Vallejo, comenzó diciendo: “Convénzanse: nadie es libre totalmente. La verdadera libertad sólo está en el corazón del hombre”.

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