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Héctor Cámpora un hombre leal que pasó a la historia

La juventud peronista lo bautizó cariñosamente “El Tío”, su fidelidad a Perón y a Evita le costó cárcel y exilio, pero también le permitió vivir 49 días de gloria.

Sus enemigos, dentro y fuera del peronismo, lo denigraban contando que cuando Evita le preguntaba:“¿Qué hora es, Camporita?”, él respondía, presuroso: “La que usted guste, señora”. Sin embargo, Héctor Cámpora ha sido un personaje de una vastedad difícil de abarcar. El periodista Mario Wainfeld alguna vez lo definió como el hombre “que decidió ser mejor que su pasado, mejor que él mismo” y eso lo puso a contraluz de toda la farándula política nacional. En apenas 49 días entró en la historia como el intérprete de una trágica ilusión que pronto sería saboteada por su conductor y decapitada por la dictadura militar.

Fue presidente de la Cámara de Diputados en la primera época peronista, desempeñando un papel de poco lucimiento -nunca se supo que presentara un proyecto de ley recordable-. A la caída del general Perón, fue a parar a la cárcel y después, hasta 1972 se perdió en el olvido. Se ha evocado infinitamente su lealtad: Perón lo llamó desde Madrid para reemplazar a Jorge Daniel Paladino, que había sido su delegado en Argentina. Cámpora, tal vez temeroso de la agitación juvenil, dejó su consultorio de San Andrés de Giles y acudió a Madrid.

El escritor y periodista Miguel Bonasso -quien fuera secretario de prensa de Cámpora en su campaña presidencial de 1973-, a propósito del estrecho vínculo que unió a Cámpora con el General, cuenta: “Cámpora es descubierto por un cazador de talentos de Perón que recorría la provincia de Buenos Aires. Cuando Perón se lanzó a las elecciones del 46, después de ser rescatado por el pueblo y haber estado preso, Cámpora aún no estaba con él. Sin embargo, Perón tenía un personaje que cazaba talentos que, en vez de reclutarlos para una película, los enviaba al movimiento peronista. En San Andrés de Giles, preguntó por gente y le hablaron del dentista. Le dijeron que era un tipo maravilloso, que no solo hablaba como un dentista, sino que había hecho mucho por el club Almafuerte del pueblo, que era un vecino muy cordial y un hombre ejemplar en muchos aspectos. Entonces este hombre lo visitó y Cámpora conoció a Perón. Y Perón lo propuso como candidato a diputado nacional por el Partido Laborista”.

Según Osvaldo Soriano, no hubo en el siglo XX un alma más compleja que Héctor Cámpora. Burócrata obsecuente, mensajero silencioso, aguantó con dignidad los años de encierro en la embajada mexicana. Llegó pobre al exilio, volvió a ser dentista, no renegó ni se vanaglorió de nada. Cámpora asumió el 25 de mayo de 1973 un gobierno alentado por toda la juventud rebelde de Argentina. Consciente de que la intrincada política de Perón y el azar de la vida lo habían llevado a un sitio que no le pertenecía, sintió que el día en que asumió la presidencia de nuestro país era su día. Ante la Asamblea, ante Salvador Allende, de Chile, y Osvaldo Dorticós, de Cuba, se dirigió a la Historia.

Ese día la Plaza de Mayo estaba cubierta con carteles de montoneros y las FAR, había gremios combativos, estudiantes y villeros. Entre los fragmentos de su primer discurso como presidente, está el siguiente: “Queremos una juventud que comprenda que es vanguardia de un gran ejército en lucha. Que no se sienta sola, sino integrada en la misma. Que sepa que en la lucha total del pueblo por su liberación, hay una conducción insustituible y una unidad de acción que exige declinar todo individualismo. A esa juventud maravillosa de nuestro patria quiero decirle, enfáticamente, que a partir de hoy la especulación, el lucro de la usura sobre el salario del pueblo, el enriquecimiento ilícito de los funcionarios […] serán los únicos enemigos y determinarán las líneas de batalla”.

Cámpora organizó el retorno de Perón: una operación que la juventud bautizó “Lucha y vuelve”. Asimismo, Bonasso destaca que el protagonista central de esa operación fue la Juventud y que los dirigentes sindicales “no se quisieron jugar contra los militares”. Durante su brevísimo mandato, el “Tío” repartió tareas y llamó al combate con un mesianismo inimitable. Pero quizás la noche más importante haya tenido lugar en la cárcel de Devoto, con una multitud rugiente, explotando de alegría, cuando Cámpora firmó una amnistía crucial: todos los presos políticos salían en libertad.

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