¿Ir al psicólogo? ¿Para qué?

Ansiedad, fobias, pensamientos intrusivos, baja autoestima, dificultad para poner límites, ataques de pánico, adicciones, insomnio, trastornos de la alimentación... ¿cómo y con qué objetivo hacer terapia?

Por Romina Caponera (Licenciada en Psicología)

Cuando sentimos que algo “anda mal” en nosotros lo primero que buscamos es nombrarlo. Lo llamamos ansiedad, fobias, culpa, pensamientos obsesivos, baja autoestima, dificultad para poner límites, ataques de pánico, narcisismo, adicciones, insomnio, trastornos de la alimentación, pérdida de memoria, estrés, preocupaciones constantes, y una larga lista de etcéteras.

Hoy por hoy las redes sociales, la familia o los amigos ofrecen una gran cantidad de palabras o “títulos” que sugieren un recorte sobre aquello que nos aqueja o que nos hace sentirnos mal con nuestra vida.

En Instagram, You Tube o Tik Tok existe un bombardeo constante de palabras “diagnóstico”, en un esfuerzo desmedido por categorizar y nombrar lo que anda mal.

El problema es que por lo general esa información “diagnóstico” ni siquiera proviene de una fuente segura, sino que funciona como un teléfono descompuesto en el que uno escucha que le dijeron a otro que tenía tal cosa... y entonces como algo de eso era parecido... quizás el diagnóstico sirva para ambos.

Sobran los ejemplos de personas que en solo un par de horas de estar navegando en Instagram, X o Tik Tok deambulan entre cuatro o cinco diagnósticos distintos, y se condicionan o condicionan a los demás etiquetando comportamientos con esos “títulos”.

¿Para qué se diagnostica?

Entonces, cabe preguntarse no sólo cómo, sino también, y fundamentalmente, para qué se busca un nombre o título para un malestar. En la clínica Psicológica puede diagnosticarse para:

# Instar a una obra social que reconozca un tratamiento.

# Solicitar una licencia o carpeta médica.

# Certificar la aptitud para realizar tareas.

# En casos que se solicite un certificado de discapacidad.

En fin, en el peor de los casos la función diagnóstica apela más bien a una dimensión administrativa entre un profesional y una institución que recepciona esa información para determinar su proceder en torno a un asunto específico.

Pero lo importante entonces es preguntarse qué le aporta a una persona nombrarse según un diagnóstico. Quizás simplemente que otros lo dejen en paz, tener un diagnóstico puede ser una forma fácil de justificar un síntoma.

Y no es que esté mal hacerlo, pero no hay un sesgo mínimo de responsabilidad allí donde alguien se identifica con un rasgo que reconoce digno de un diagnóstico y, en lugar de ser cuidadoso con esa característica que sabe que tiene, le pide a los demás que sean cuidadosos con él.

Nombrarse puede ser eso finalmente: “¿Para que me invitan si saben como soy?”. En lugar de decir “para qué voy si sé quiénes me invitan?”.

En cuanto la dimensión del Ser asoma, en cuanto alguien dice “Soy”, todo lo que siga puede quedar debidamente justificado. Y si se acompaña de un diagnóstico oficial, quizás nunca deje de ser el nombre de aquél que tras él se esconde.

En otras palabras, la responsabilidad de ser de una manera u otra la carga cada uno, en tanto pocas veces es el mundo el que cambia según la necesidad propia.

Esta reflexión nos lleva a la pregunta inicial: ¿Para qué ir a un psicólogo?

Al menos para enterarnos qué hacemos con lo que no parece andar muy bien en nosotros, como posibilidad única de que algo cambie sin que dependa del “buen corazón” de otra persona que, seguramente, bastante tiene con sus propios problemas.

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