Cultura

Jorge López Ruiz, el músico platense que brilló con Piazzolla

Su sólida formación musical y su versatilidad hicieron que fuera convocado por algunos de los principales artistas populares de nuestro país.

Bronca Buenos Aires se llamaba la obra. Era un trabajo conceptual en cuatro movimientos, con letras de José Tcherkaski, quien en ese entonces trabajaba en colaboración con Piero, y música de jazz compuesta por Jorge López Ruiz, nacido en La Plata. Era el año 1969, y la obra se le había ocurrido a López Ruiz a partir del Cordobazo, “esa magnífica revuelta popular encabezada por sindicalistas y estudiantes que hizo que Onganía tuviera que dejar de ser presidente aunque la dictadura militar continuó en el poder”, recuerda. La obra fue prohibida por la dictadura y recién pudo estrenarse 46 años después.

No había sido la primera prohibición que sufría Jorge López Ruiz. Dos años antes había corrido la misma suerte su obra El grito, una suite para orquesta de jazz que funcionó como una respuesta a la dictadura de Onganía, inspirada en una charla con Arturo Jauretche. “Pibe, ¿todavía no aprendiste que todo esto que decís la gente mañana ya se lo olvidó? ¿Por qué no lo escribís?”, cuenta el compositor que le dijo Arturo Jauretche después de un programa de televisión, conducido por Roberto Galán y Amadeo Rolón, en el que habían estado juntos. Era en 1967. López Ruiz hablaba en contra de Onganía y, ante la pregunta de Jauretche, contestó que él era músico. “Ya sé, digo que lo escribas en música”, fue la respuesta. De ahí salió El grito, un disco histórico del jazz argentino y uno de los pocos, dentro de ese género, que fue prohibido por esa dictadura militar y por la siguiente.

Ya por entonces, Jorge López Ruiz había sido arreglador y director musical de Sandro, Leonardo Favio y Piero, experiencias más ligadas a la necesidad de sobrevivir que al placer de crear: “Para mí lo más importante era la familia. Quería tener una mujer, quería tener hijos. Cuando ellos eran chicos, si yo hubiera hecho la vida que hacía antes, no hubieran tenido lo que yo quería que tuvieran. En esa época yo hacía cualquier cosa, grababa con cualquiera. Todo el dinero que gané con eso me lo gasté cuando me fui a Estados Unidos con mi familia, durante la última dictadura, para que mis hijos estudiaran como la gente. Una cosa es el artista y otra cosa es el profesional. Eso no era arte: era puro oficio. Los arreglos que hacía para Sandro no me producían nada. No sentía nada con ellos. Es más, ni siquiera me gustaban. Aprendí ese oficio con Lucio Milena, que era un tipo con una habilidad comercial única. En los arreglos para Sandro, que eran para cuarenta músicos, yo no podía hacer nada mío. Los escribía media hora antes de la grabación en el café de la esquina. Eran una tontería musical, siempre lo fueron. Y en el año 70, después de haber hecho, ese año, 167 grabaciones de esa clase y de estar agotado y haber perdido la posibilidad de escribir música por placer, me prometí no grabar nunca más con un cantante”.

Ciudadano ilustre

Había nacido en nuestra ciudad el 1° de abril de 1935, y tenía una impecable formación musical que había culminado con el doctorado en Composición y Performance en la Columbia Pacific University, en San Francisco, California. Solía ­frecuentar la casa del pianista Eduardo Lagos, donde se juntaban con músicos como su hermano Oscar López Ruiz, Oscar Cardozo Ocampo y Domingo Cura, en reuniones que el armoniquista Hugo Díaz había bautizado como “folkloréishons”. En una de esas reuniones conocería personalmente a Astor Piazzolla, quien lo terminaría convocando para formar parte de su agrupación y lo consideraría uno de sus músicos preferidos.

Actuó junto a algunos de los principales cantores del mundo: Tony Bennett, Ella Fitzgerald, Nat King Cole, João Gilberto y Lalo Schiffrin, entre otros. Asimismo, muchas distinciones mereció a lo largo de su vida. Recibió el doctorado honoris causa del The London Institute for Applied Research (La Haya, Holanda); obtuvo la Medalla de la Paz de las Naciones Unidas en 1979; la Unicef declaró su canción Si todos los niños del mundo como tema leitmotiv del Año Internacional del Niño; su cuarteto fue premiado por la Fundación Konex como uno de los cinco mejores grupos de jazz de la década en la Argentina; y en 1991, por el decreto n° 1771, fue declarado ciudadano ilustre de la ciudad de La Plata.

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