Antártida: descubren dos lagos
Un equipo de científicos de la NASA acaba de descubrir dos nuevos lagos enterrados en las profundidades de la capa de hielo de la Antártida.
Es una palabra que marcó las décadas del 60 y del 70, y que además está en la raíz del nombre de un grupo que cambió la música del siglo XX.
14/07/2021 - 00:00hs
Es una palabra a la que generalmente se le acuerda el sentido de ritmo, latido, golpe. Sótano Beat era el nombre de un famoso local nocturno de San Isidro puesto de moda en los años 60. Los Beatniks se llamó un grupo integrado, entre otros, por Moris y Pajarito Zaguri, que formaron parte de la prehistoria de lo que luego se conocería como rock argentino. Pero los primeros que alzaron la palabra como una bandera fueron los poetas de la “beat generation”, un movimiento literario nacido en Estados Unidos a principios de los años 50, que se enfrentó a la falacia del llamado American way of life.
La palabra “beat” había sido tomada del underground: la usaban los marginales para denotar cansancio. Al agregarle el sufijo ruso “nik” –como el Sputnik, primer satélite de la historia enviado por los soviéticos al espacio, o la vacuna contra la Covid 19–, le daba un giro al sentido de la palabra: ya no se trataba solo de cansancio, sino que, con el humor como arma, mostraban el hartazgo.
En los años 60, Buenos Aires se propuso ser capital de la contracultura. Proliferaban revistas literarias, lugares para el jazz y el bebop, el Instituto Di Tella se consagró como escenario para las vanguardias artísticas, las librerías cobraron inusitado auge, y apareció el rock como catalizador de las inquietudes juveniles, creciendo sobre las ruinas del tango.
Nuestro país, históricamente proclive a incorporar corrientes culturales nacidas en los países centrales, no haría una excepción con el movimiento beatnik. El exceso, la alucinación, las drogas estaban cifradas en los títulos de las publicaciones que circulaban por los bares del centro de Buenos Aires, que pretendían hacer frente novedosamente al otro “opio”, que era la manera en que se llamaba al aburrimiento por esos años de dictadura y achatamiento intelectual.
Muchos años después, Charly García escribiría: “Escucho el beat de un tambor entre la desolación”. Un beat que se apagó lentamente hasta volverse silencio o, como todas las cosas del tiempo, la vida debió enfrentar el dilema de hierro: crecer o morir.