cultura
La historia de algunos símbolos platenses
Árboles, plazas, iconos, anécdotas que hacen a la historia de nuestra ciudad y que ayudaron a conformar nuestra identidad actual.
El tilo es el árbol platense por excelencia. A su sombra simbólica, creció la ciudad en ensueños, vitalidad y gallardía. Los árboles de la avenida Monteverde fueron plantados siendo intendente municipal Luis Doyhenard. Los primeros ejemplares fueron traídos desde Alemania, donde a fines del siglo XIX el naturalista Spaeth creó el híbrido hipoalergénico “Tilia Moltkei”. Fueron adquiridos por Monsieur Basset en Francia, teniéndolos en su vivero. De este útil árbol, la madera podía ser aprovechada para la fabricación de guitarras. En la antigüedad, con sus fibras se hacían papiros. Las flores daban un néctar irresistible para las abejas y la miel que elaboraban era deliciosa.
El Zoológico fue, por más de 100 años, un ícono indiscutido de la ciudad capital de la Provincia. Un emblema constitutivo que compartía esa categoría con el Museo de Ciencias Naturales, el Bosque platense, el Hipódromo y las diagonales. Al cumplirse el sexto año de su inauguración, el Zoológico contaba ya con la inmensa pajarera que poblaban centenares de aves de diferentes partes del mundo. También se inauguraron grutas y dependencias. Para entonces, un joven ejemplar de elefante que transportaba sobre su lomo a los niños, en cortos y emocionales paseos. En total, más de mil animales llegaron a alojarse en esas dependencias. Entre ellos, leones africanos y asiáticos, tigres y jaguares, pumas, gatos monteses, chacales, osos blancos, zorros, monos y cebúes.
Mucho tiempo atrás se había erigido la columna en el centro de la Plaza Italia, en la intersección de las calles 7 y 44, en una de las zonas más transitadas de la ciudad de La Plata. En el taller del escultor Giovanela, en 50 entre 10 y 11, se hallaba en exhibición el águila que habría de coronar ese monumento. Y en plena Primera Guerra Mundial fue colocada sobre la columna. El águila, con las alas tendidas, se posó sobre las astas de dos banderas: la argentina y la italiana, simbolizando la confraternidad entre ambas naciones. Víctor Orlando, jefe del ministerio del Rey Víctor Manuel III, cuando visitó nuestra ciudad lo primero que vio -al entrar en automóvil por la avenida Monteverde- fue la plaza cuyo nombre homenajea a su patria, lo que fue motivo de orgullo y gratitud.
La plaza, originalmente, se llamaba plaza del Ministerio de Hacienda. En 1895 se cambió esa burocrática denominación por su actual nombre, como homenaje al Día de la Unificación Italiana. Bajo la advocación del águila romana, al pie de la columna que la sustenta, y evocando la tradición latina, Leopoldo Lugones improvisó un día conceptos alusivos, con su soberana elocuencia, en un discurso con que participó de un acto propugnando la ruptura de las relaciones diplomáticas entre Argentina y los Imperios Centrales en 1917. Finalmente, el presidente Hipólito Yrigoyen resolvió que el país se mantuviera neutral.
En la noche del 6 de agosto de 1918, convocados por el inquieto Antonio Herrero, que años después participaría del núcleo “Diógenes”, se reunió un grupo en casa de Victorio Delfino y quedó constituida una asociación “con fines de alta cultura tendientes al elevamiento moral e intelectual del ser humano, individual y socialmente considerado, sobre la base de la doctrina integralista”. Y allí se echaron las bases de la Universidad Popular Integralista y se creó, también- como órgano universitario- el periódico quincenal El Integralismo. Todo iba
dirigido contra el ambiente “de la época de terrible egoísmo, individualismo sórdido, donde privan en el gobierno de la vida el interés, los instintos y las pasiones”. La Universidad abrió sus puertas el 16 de agosto de ese mismo año, en que nevó en La Plata.