cultura

La historia de un navegante solitario

Vito Dumas fue un argentino nacido en el año 1900 que logró hazañas inéditas en los mares y se hundió en las profundidades del olvido

Enfrentar la bravura de los mares, la epopeya de las embarcaciones y la soledad de los viajes interminables dejó de ser parte de la cuantiosa obra literaria de autores como Julio Verne o Daniel Defoe el día que el argentino Vito Dumas lo intentó por su cuenta, sin ayuda de nadie. Considerado uno de los mayores retos para la navegación de todos los tiempos, su figura fue diluyéndose con el paso del tiempo hasta caer en el olvido más recóndito. Argentina, el país que amaba y al que representó con orgullo, fue el primero en archivar su hazaña. Aunque, nadie se atrevería a cuestionar que formó parte de una generación que, con sus logros, buscaba posicionar a la Argentina en un lugar destacado a nivel mundial.

El etnólogo noruego Thor Heyerdahl ya había querido probar el origen común del hombre, que en épocas remotas habría migrado hacia o desde lo que hoy es América o África. Lo que explicaría cierta similitud en los rasgos, costumbres o idiomas entre pueblos muy distantes entre sí. En 1947, Heyerdahl hizo construir una balsa llamada Kon Tiki, con troncos y cuerdas. Con ella partió desde el puerto peruano de El Callao rumbo a los mares del Sur en compañía de cinco tripulantes y un loro. Lo logró en 101 días.

Heyerdahl preguntó después, por radio a Washington, cuándo podría aparecer un barco regular que rescatara a su fatigada expedición en la Isla Papote, Tahití. En lugar de ello, apareció un barco noruego, que las crónicas denominan Thor I. Pero cuando llegó a San Francisco, con aire triunfante, el etnólogo recibió una factura de 10.000 dólares, por concepto de taxi transoceánico. En 1970 repitió la hazaña, esta vez de Marruecos hacia América Central, con siete tripulantes y una barca que había sido fabricada con papiro, porque aparentemente los egipcios habrían hecho de ese material sus embarcaciones primitivas. El mismo año, otros imitadores realizaron un viaje similar desde Ecuador hasta Australia, en otra balsa fabricada con troncos y cuerdas. Aunque no hubo registro de cómo sortearon las tempestades del viaje.

El precedente menos conocido de ese tipo de viajes lo había sentado Vito Dumas, un argentino apodado “el navegante solitario”, tras haber realizado sin acompañantes una travesía atlántica desde Francia a Buenos Aires en diciembre de 1931; y una vuelta al mundo por el hemisferio sur en junio de 1942. Vito era un eximio nadador y, en la primera de sus aventuras, se encontraba en Francia para intentar cruzar a nado el canal de la Mancha, sin embargo no pudo concretar ese objetivo por lo oneroso de semejante empresa. No obstante, decidido a retornar a su país como triunfador, invirtió el poco dinero que tenía para comprar una embarcación: un pequeñísimo velero con pocas condiciones para cumplir con lo planeado. Ni más ni menos que cruzar el Atlántico en solitario.

Algunos cronistas afirman que Vito Dumas no tuvo mucho sentido de la oportunidad. Había algo que parecía jugarle en contra, era argentino, lo cual no ayudó nada para que la Enciclopedia Británica lo tuviese en cuenta (la misma Enciclopedia que también omitió a muchos argentinos imprescindibles como Macedonio Fernández, Victoria Ocampo y Ernesto Sábato). Con imperdonable demora, Vito Dumas –a bordo del LEGH II– hizo sus viajes en el siglo XX, mucho después de otras gestas heroicas como las de Cristóbal Colón y Fernando de Magallanes. Y por otro lado, se apresuró con exceso a realizar su vuelta al mundo en 1942: no solo estaba en vigencia la Segunda Guerra Mundial, sino que no se había inventado aun la televisión comercial.

Sin embargo, su gesta lo posicionó como uno de los navegantes solitarios más importantes de la historia y lo ubicó entre los grandes aventureros que conoció la primera mitad del siglo XX. Guiándose en el paralelo de los 40º de latitud sur, Dumas atravesó los tres cabos más temidos en la historia de la navegación: Buena Esperanza, Tasmania y Hornos. Murió el 28 de marzo de 1965, lo acompañó hasta el cementerio de la Chacarita un cortejo de varias cuadras. “Una multitud acompañó al asceta de los mares hasta su puerto final”, fue uno de los titulares.

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