cultura
La integridad de un artista
Leonardo Favio es un artista que gozó de inmensa popularidad y el respeto por su coherencia innegociable y su sensibilidad siempre alerta a su entorno.
Muchas de sus canciones quedaron resonando en el inconsciente popular y son reversionadas permanentemente por las distintas generaciones. Es uno de los iconos del imaginario artístico del peronismo, pero su figura se inscribe en un marco más amplio: la identidad cultural de los argentinos.
Nació en Luján de Cuyo, en Mendoza, el 28 de mayo de 1938. Su padre fue una ausencia que sus abuelos intentaron restañar. Gracias a su madre y a su tía, conoció la magia de los radioteatros, donde Leonardo hizo sus primeras incursiones como actor. Una infancia dura transitada en los bordes de la sociedad, lo llevó a el Hogar El Alba, un correccional de menores, que quedaría retratado con ojo maestro en “ Crónica de un niño solo”, su ópera prima de 1965.
Leopoldo Torre Nilsson fue quien lo descubrió mientras buscaba protagonista para su film “ El secuestrador”. Un año antes -1957-, el célebre director había ganado el premio del Festival de Cannes con “ La casa del ángel”. Allí comenzó el aprendizaje cinematográfico de Favio: “Yo nunca me había fijado en que las películas tenían director. No sabía lo que era un director. Para mí en las películas sólo existían los actores y las hacían los actores.”
Varias de sus películas tienen guión de su hermano -Jorge Zuhair Jury-, entre otras “Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más...”, de 1967, que narra con depurada técnica los avatares de un dramático triángulo amoroso sentenciado por el destino, con las actuaciones de Federico Luppi, Elsa Daniel y María Vaner.
Él éxito le llegó a Leonardo Favio primero como cantante antes que como director de cine. De hecho, el fervor provocado por sus canciones superó al de sus películas. Canciones como “Fuiste mía un verano”, “O quizás simplemente le regale una rosa”, Ella ya me olvidó”, “Ni el clavel ni la rosa” o “Quiero aprender de memoria”, no sólo encabezaron la lista de más vendidos en Argentina sino en toda América Latina, aunque él decía que solo era un compositor “rasante, de tono y dominante”. Los músicos que luego formarían el grupo Alma y Vida, eran los encargados de acompañarlo en aquella primera época.
Su participación en los sucesos de Ezeiza, cuando regresó Perón en mayo de 1973, lo señalan como alguien que salvó la vida a no pocos militantes, que eran torturados por guardaespaldas descontrolados en el hotel del aeropuerto, cuando Favio amenazó suicidarse en público.
Leonardo Favio hizo el film más visto de la historia del cine argentino: “Nazareno Cruz y el lobo”. Los millones de espectadores de esa película –del año 1975- superan en términos relativos y absolutos, a cualquier otro film de nuestro país. Un año después, el golpe cívico militar, lo tomó haciendo el rodaje de “Soñar, soñar”, una película de tono circense protagonizada por Carlos Monzón y Gianfranco Pagliaro.
En 1993 pudo cumplir uno de sus sueños, llevar a la pantalla la historia de José María Gatica, el Mono, un deportista que encarnó como pocos la parábola del peronismo, ese movimiento político con el que se identificó visceralmente, y que retrataría en una película de seis horas, “ Perón, sinfonía del sentimiento”, donde traza un fresco de una epopeya popular, con pertenencia y ternura, y en la que contó con el asesoramiento del historiador Norberto Galasso.
Tomado de la mano por sus afectos más íntimos, Leonardo Favio murió después del mediodía del 5 de noviembre de 2012.