La nueva percepción del tiempo en relación con el ocio y el amor

¿Cómo nos vinculamos amorosamente luego del tiempo transcurrido en pandemia? ¿Cómo se reformuló el esparcimiento durante estos últimos 20 meses?

El tiempo está roto. Mientras el mundo laboral se debate entre una virtualidad que condena a la alienación de la pantalla y una presencialidad de los cuerpos que parece haber perdido brillo, el ocio o la posibilidad de vivir una historia de amor a contramano de esa temporalidad también se ven amenazados por la lógica productiva y opacados por el velo de la ansiedad, que dejó de ser un simple trastorno individual para propagarse como una forma de estar en el mundo.

A unos pocos, la pandemia les ofreció una gran pausa de reencuentro en el resguardo del hogar. Para la mayoría, en cambio, incrementó la angustia por la diversificación de tareas en un mismo plano temporal y espacial, aceleró la demanda de productividad y profundizó una virtualidad que facilitó una forma de estar aún más ausente.

El filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han advirtió en su ensayo El aroma del tiempo que asistimos a una crisis temporal. Según el autor, no estamos ante una aceleración del tiempo sino ante la atomización y dispersión temporal -a la que llama disincronía- que hace que cada instante sea igual al otro y que no exista ni un ritmo ni un rumbo que dé sentido y significación a la vida. Propuso un camino que aún parece virgen: “La crisis temporal solo se superará en el momento en que la vita activa, en plena crisis, acoja de nuevo la vita contemplativa en su seno”. Esto es el ocio como observación de lo que nos acontece, no meramente como el simple paso del tiempo.

Alessandro Baricco escribió Lo que estábamos buscando (Anagrama, 2021), un ensayo breve con una hipótesis arriesgada: la pandemia era algo que estábamos buscando, la necesitábamos para construir un nuevo mito explicativo sobre la espasmódica necesidad que tenemos de detenernos. Sin negar los millones de muertos y las consecuencias económicas devastadoras, Baricco sostiene:

“La pandemia fue un grito de cansancio y de rebelión y la recuperación es un retornar extraño y desenfrenado, dictado por la necesidad de reactivar la economía, pero con una grieta que hiere el sentido de las cosas, una grieta indeleble. Algún día nos detendremos”, promete.

En Y sin embargo el amor, el libro de la psicoanalista Alexandra Kohan, la autora sostiene que cuando el amor irrumpe, lo hace fuera de tiempo y lugar: “Nunca es el lugar ni el momento justo. La irrupción de Eros es, ella misma, la cifra del destiempo y del desquicio, de la contingencia, del acontecimiento, de la descolocación y de la sorpresa”.

El psicoanalista y doctor en Filosofía Luciano Lutereau va más allá y plantea la paradoja de una época en la que cada vez cuesta más una relación de amor: “Hoy las historias de amor se volvieron insoportables. Rápidamente se las diagnostica o se dice que no son amor; o se las clasifica y se plantea cómo deberían haber sido las cosas. Una historia de amor es algo que está fuera del tiempo. Muchas veces, además, son tristes”, sostiene.

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