cultura
La verdadera historia de Mata Hari
Tuvo una vida desdichada, fue una mujer golpeada y un hijo fue asesinado. Llegó a ser una de las espías más famosas de la historia.
Margaretha Geertruida Zelle fue espía alemana durante la Primera Guerra Mundial. Antes de 1914, se había dedicado a las danzas hindúes. Al servicio de la información germana, fue descubierta, condenada a muerte y fusilada en Vincennes, Francia.
Durante más de un siglo fue erigida como la “mujer fatal” por excelencia, pero lo cierto es que tuvo una vida muy desgraciada: casada con un hombre que la maltrataba, se hizo pasar por una princesa de Java y se labró una carrera como bailarina erótica, se convirtió después en una cortesana de la élite europea.
Nació el 7 de agosto de 1876 en Leeuwarden (Países Bajos) en el seno de una familia medianamente acomodada, al menos lo suficiente para enviarla a estudiar a una escuela privada de magisterio. Entrada en la adolescencia, su belleza empezó a procurarle problemas: el director de la escuela comenzó a flirtear con ella y, aunque no está claro si ella llegó a involucrarse o si fue víctima de acoso, el resultado fue que su padrino y tutor decidió sacarla de la institución.
Cumplidos los 18 años y sin haber terminado sus estudios, Margaretha respondió a un curioso anuncio del periódico: Rudolf MacLeod, un capitán del ejército de las Indias Orientales Neerlandesas (hoy Indonesia) veinte años mayor que ella, buscaba esposa.
En realidad parece que el anuncio fue publicado por un amigo del capitán para gastarle una broma, pero Margaretha respondió y, tras una entrevista, se prometieron, se casaron pocos meses después y se fueron a vivir a la isla de Java.
Sin embargo, no fue en absoluto un matrimonio feliz. MacLeod cayó en el alcoholismo y empezó a maltratar a su esposa; el capitán era un personaje antipático para muchos y la familia sufrió un intento de envenenamiento por parte de un miembro del servicio doméstico, que causó la muerte de su hijo de dos años, Norman. La pareja regresó a Europa en 1902 y se separó a los pocos años.
Desde su regreso a Europa, Margaretha tuvo que sobrevivir por su cuenta y creó el personaje que se convertiría en su alias: Mata Hari, que en malayo significa “ojo del día”, en referencia al sol. Durante los años que había vivido en Indonesia había adquirido un conocimiento superficial de la cultura local, lo bastante convincente como para engatusar al público europeo que, en su inmensa mayoría, desconocía totalmente aquella parte del mundo.
Instalada en París, empezó a trabajar en un circo y protagonizó un ascenso fulgurante a la fama que le permitió dar el salto a las salas de espectáculos y pronto a las fiestas privadas, convirtiéndose en la bailarina más famosa y cotizada de la capital francesa. Su fama, sin duda reforzada por su principesca biografía ficticia, le permitió ganarse vida y relacionarse con la élite, por lo que se convirtió en amante de personajes ricos y poderosos.
Muchos de sus amantes eran militares que fueron movilizados y ella, que había llegado a depender de su apoyo económico, se vio de nuevo en dificultades. En ese contexto, ambos bandos involucrados en la guerra le ofrecieron aprovechar su fama para actuar como espía seduciendo a oficiales del enemigo, ya que como ciudadana de un país neutral podía moverse libremente por Europa.
Los primeros en contactarla fueron los alemanes y más tarde los franceses. Al parecer no informó a estos últimos de la oferta previa de los alemanes para evitar suspicacias, una precaución que más tarde se le volvería en contra: Georges Ladoux, jefe del Deuxième Bureau —el servicio de inteligencia francés— se enteró de dichos contactos y sospechó que fuera una agente doble, por lo que la arrestó y la acusó de espionaje.
Al amanecer del 15 de octubre de 1917, Mata Hari fue asesinada por un pelotón de fusilamiento al que, según escribió la prensa americana, afrontó vestida de amazona y al que lanzó un beso de despedida. Ninguno de sus amantes intentó detener el procedimiento.