cultura

Malvinas, un desafío siempre presente

A 41 años de una guerra que dejó profundas huellas en el imaginario social, nuestras islas del Atlántico Sur siguen siendo recordadas en libros y actos públicos.

Para desmentir la sentencia atribuida a Leonardo Da Vinci según la cual no se puede amar lo que no se conoce, los argentinos aman las islas Malvinas, pero muy pocos las conocen. No solo se trata de un sentimiento colectivo construido durante décadas, sino también de un reclamo sostenido por convicción patriótica. En abril de 1982, una dictadura criminal en fase decadente lanzó su última aventura con la supuesta venia de sus jefes del norte, buscando recuperar cierto consenso de la población, cuando los aberrantes crímenes de lesa humanidad perpetrados dejaban de ser un secreto a voces.

En Malvinas, el lugar más amado y desconocido por los argentinos, un libro reciente de los periodistas Sergio Suppo y Alejandra Conti publicado por la editorial Ariel, se nos presenta a las islas desde una distancia cultural, económica y diplomática tan vasta que conlleva un desafío mental para todo aquel que las visita o reflexione sobre ellas. Con un paisaje de casitas bajas, pintadas de blanco y con techo a dos aguas, los locales (aislados durante las últimas cuatro décadas por razones sanitarias y políticas) no se muestran cómodos con los visitantes que llegan del continente, quienes contemplan a la vera del camino cómo aun flamea la bandera británica.

Arruinando los avances diplomáticos, logrados sobre todo durante el gobierno del doctor Arturo Illia –que logró que la ONU firmara por unanimidad una recomendación que instaba a la descolonización de las Malvinas–, el gobierno de los uniformados y civiles que ocuparon militarmente la Argentina desde 1976, en abril de 1982, apurados por la explosión de la protesta social, pusieron en marcha, con total improvisación, el ataque a Malvinas. La ocupación dio comienzo a una guerra que concluiría dos meses más tarde –el 14 de junio de 1982– con más de 650 muertos del lado argentino y más de 250 muertos de las fuerzas armadas inglesas. Hasta nuestros días, Argentina continúa reclamando por vías diplomáticas los legítimos derechos sobre aquel territorio usurpado por la fuerza.

En el libro se afirma que la Dictadura utilizó el sentimiento patriótico como recurso para su propia supervivencia. Pero el grave retroceso que significó la guerra de 1982, lejos de apagar esa demanda, acentuó las emociones en muchos argentinos. Asimismo, permanece vigente un bloqueo de conocimiento de la realidad de Malvinas, sobre todo de su población, de las personas que viven en ella y su vida cotidiana. No reconocer esa realidad, subrayan los autores, limita nuestra libertad de discernimiento, de evaluar y debatir desde lo político y lo diplomático qué es lo mejor y lo peor para nuestro país, más allá del interés electoral de turno.

En ese sentido, el reconocimiento a nuestros soldados, una actitud noble y de sentido histórico en la enorme mayoría de los argentinos, es utilizado como coartada que trata de impedir la exploración de alternativas y acciones concretas destinadas a que las Malvinas sean recuperadas por Argentina. “En todo conflicto político o diplomático –se dice en el libro–, las propuestas que se limitan a todo o nada suelen terminar en nada.

Para los gobiernos populistas, esta opción es la preferible, porque mantener vigente un conflicto suscita la adhesión instantánea de sectores nacionalistas y cada voto cuenta”.

Durante los últimos cuarenta años, el Centro de excombatientes de Malvinas (Cecim) de la ciudad de La Plata ha sostenido ininterrumpidamente las banderas de Memoria, Verdad, Justicia, Soberanía, rindiendo el homenaje necesario, junto a todos los platenses, a los soldados que dejaron su vida en la contienda bélica. En ese marco, la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata le hará entrega del Premio Rodolfo Walsh, en un acto previsto el domingo a las 11 de la mañana.

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